A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

El absurdo linchamiento a Lili Téllez

No deja de ser curioso —y a la vez indignante— que hoy, desde el púlpito del poder, se pretenda acusar a la senadora Lili Téllez de traición a la patria. Y no solo lo digan los panegiristas de siempre, sino que la propia presidenta Sheinbaum se haya atrevido a pronunciar semejante sentencia política. ¿El motivo? Sus declaraciones a una cadena televisiva estadounidense respecto a la designación de los cárteles como organizaciones terroristas por parte del gobierno de Estados Unidos.

HIPOCRESÍA HISTÓRICA

Lo interesante aquí no es solo la acusación en sí, sino la incongruencia histórica. Porque si hablamos de traiciones a la patria, habría que recordar que aquellos liberales juaristas, de los que tanto se ufana la 4T, no dudaron un segundo en pedir auxilio a Washington durante la Guerra de Reforma y la invasión francesa. No tuvieron empacho en firmar el famoso Tratado McLane–Ocampo, que abría la puerta a la cesión de pasos estratégicos del territorio nacional, como el Istmo de Tehuantepec, a cambio de apoyo militar y económico.

De hecho, está documentado que fueron fragatas norteamericanas, fondeadas en Veracruz, las que interceptaron barcos procedentes de La Habana comprados por el general Miguel Miramón para atacar a Juárez. Así de claro: sin la intervención estadounidense, los liberales difícilmente habrían resistido el embate conservador. ¿Eso no fue comprometer la soberanía? ¿Eso no fue traición? Pero claro, la historia oficial lo llama pragmatismo, mientras que hoy pretenden rebautizar como traición cualquier declaración incómoda de la oposición.

Y eso, para no mencionar que lo que llaman cooperación en la lucha contra el narcotráfico no es más que una exigencia de Estados Unidos, a la que han ido cediendo, con la diferencia de que México tiene el poder soberano de decir: sí, usted pásele.

EL DOBLE RASERO

Hoy, en cambio, se rasgan las vestiduras porque una senadora de oposición, sin más armas que su voz, señala lo obvio: que los cárteles mexicanos son ya un asunto de seguridad nacional para los Estados Unidos, y que así los han calificado en comunicados oficiales. ¿Dónde está la traición en repetir lo que un gobierno extranjero tiene ampliamente documentado? ¿Por qué fueron ellos los que juzgaron a García Luna y no los tribunales mexicanos?

Lo absurdo del caso es que, mientras por un lado ceden soberanía ante su incompetencia, por el otro pretenden darle la vuelta al argumento: que la acusación de Washington a los cárteles es una afrenta a México, y que Téllez, al coincidir con ello, se convierte en enemiga de la patria. Como si los criminales representaran nuestra soberanía y no la negación absoluta de ella. La verdadera afrenta a México es que un Estado paralelo, armado hasta los dientes, controle territorios completos, imponga su ley a comunidades enteras y mantenga sometidos a ciudadanos y autoridades locales.

LA REALIDAD QUE SE QUIERE OCULTAR

Lo que incomoda no son las palabras de la senadora, sino la evidencia que ponen sobre la mesa. Los cárteles ya no son simples bandas criminales: tienen capacidad de fuego superior a muchas policías estatales, recursos económicos que rivalizan con presupuestos municipales y vínculos políticos que les aseguran impunidad. Negar esa realidad es lo que verdaderamente traiciona a la nación, porque significa cerrar los ojos ante el desmantelamiento del Estado mexicano en regiones enteras.

Pero el gobierno prefiere atacar a quien lo dice en lugar de atender el problema. Se es más duro con la crítica que con los criminales. Se estigmatiza a la oposición mientras se negocia en lo oscurito con los jefes del narco para garantizar elecciones tranquilas. Esa es la ironía: quienes acusan de traición, en los hechos pactan con quienes sí han puesto a México de rodillas.

EL TIRO POR LA CULATA

La 4T, enceguecida por su soberbia y su instinto de linchamiento, no se da cuenta de que este paso puede costarles caro. No hay pruebas de que la senadora haya hecho nada fuera de la ley; no ha firmado tratados, no ha pedido intervención armada, no ha comprometido recursos ni territorio. Su “delito” es denunciar lo que el propio pueblo ya sabe: que los narcos están desbordando al Estado.

Lo peor es que, al intentar acallar a una voz crítica bajo la etiqueta de “traidora”, el oficialismo termina exhibiendo su miedo. Y en política, cuando se muestra miedo, se pierde autoridad moral.

La historia enseña que los linchamientos políticos suelen tener un efecto búmeran. Los liberales de Juárez sobrevivieron gracias a la mano extranjera que hoy critican, y la 4T puede terminar cavando su propia fosa al inventar traiciones donde solo hay verdades incómodas. Porque al final, más que a Lili Téllez, lo que intentan silenciar es a todos aquellos que se atreven a señalar que el rey va desnudo.

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