A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La policía del pensamiento

La Gestapo fue la maquinaria del terror en la Alemania nazi. No necesitaba millones de agentes para controlar a toda la población; le bastaba el miedo, las delaciones y la certeza de que cualquier crítica al régimen podía significar la cárcel, el exilio o la muerte. El escritor George Orwell, años después, llevó ese mismo mecanismo al terreno de la distopía en 1984, con su temida “Policía del Pensamiento”: un órgano invisible, omnipresente, capaz de castigar no solo lo que se hacía, sino incluso lo que se pensaba.

DELACIÓN Y VIGILANCIA

Hoy, en pleno siglo XXI y en versión tropical, los autoritarismos ya no necesitan botas ni brazaletes. Les basta un aparato propagandístico que repite el discurso oficial hasta el cansancio, programas clientelares que someten con dádivas y una red de seguidores que acusan, denuncian y linchan mediáticamente a quienes osen criticar al líder. En México, la 4T ha perfeccionado este modelo: cada mañanera funciona como tribunal de inquisición donde se señalan culpables, se deforman hechos y se fabrica la narrativa de “pueblo bueno” contra “enemigos del pueblo”. Ustedes y nosotros, sin matiz alguno.
En este escenario, la “delación” ya no se ejerce en oficinas sombrías, sino en redes sociales donde ejércitos de cuentas anónimas repiten consignas, distorsionan debates y convierten cualquier crítica en motivo de persecución. No se necesita un policía detrás de cada ciudadano: basta con un ejército digital que reproduce y amplifica la voz del poder.

EL CONTROL DE LA REALIDAD

Orwell escribió que quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controla el futuro. Esa máxima explica la obsesión de la 4T por reescribir la historia, por imponer nuevos relatos de independencia, deconstrucción, de “pueblos originarios” y de una supuesta liberación que no es otra cosa que manipulación ideológica.
No se trata únicamente de atacar a la Suprema Corte, al INE o a los órganos reguladores: la estrategia consiste en capturarlos, someterlos y transformarlos en extensiones del oficialismo. Como en 1984, el Ministerio de la Verdad no necesita desaparecer libros ni cerrar periódicos; basta con alterar la versión oficial, repetirla desde el púlpito presidencial y obligar a que los medios la reproduzcan como única voz autorizada. La mentira, convertida en verdad por repetición.

En Chiapas, el gobierno local ha montado también su propio relato: la llamada deconstrucción y la “decolonización” como bandera ideológica. Se habla del jamá ch’ulel y de un supuesto rescate de los pueblos originarios y ancestrales, cuando en realidad muchas de sus costumbres y tradiciones fueron heredadas del virreinato y no de las antiguas civilizaciones. Es una narrativa construida a conveniencia, que se apropia de símbolos para justificar y darle identidad a un proyecto político más que una verdadera defensa cultural.

EL MIEDO COMO HERRAMIENTA

La Gestapo utilizaba el miedo a la detención. El régimen actual utiliza el miedo al señalamiento, al hostigamiento judicial o fiscal, al linchamiento digital o al descrédito público. El mensaje es claro: cualquiera que cuestione al líder o contradiga la narrativa oficial será convertido en enemigo de la nación.

Muchos prefieren callar, otros se someten, y algunos incluso colaboran denunciando a quienes piensan distinto. Es el miedo disfrazado de lealtad, el silencio impuesto por conveniencia. El resultado es una sociedad vigilada, donde el refugio es callar y la obediencia se convierte en estrategia de supervivencia.

EL PELIGRO DE LA OBEDIENCIA

La lección es clara: los regímenes autoritarios no se sostienen solo por la fuerza del Estado, sino por la colaboración pasiva de la sociedad. En la Alemania nazi, miles de ciudadanos comunes entregaron a sus vecinos a la Gestapo. En la distopía de Orwell, la gente aceptaba que el Gran Hermano lo veía todo.

En la versión guinda, la ciudadanía se acostumbra a repetir consignas, a justificar atropellos, a normalizar la concentración de poder, la corrupción y el abuso. La obediencia se disfraza de patriotismo y el servilismo de lealtad. Se llega a un punto en el que la gente ya no distingue entre convicción y miedo, entre verdad y propaganda.

EL TRIUNFO DEL AUTORITARISMO

El verdadero triunfo de la “Policía del Pensamiento” no es encerrar a los disidentes, sino lograr que todos los demás dejen de pensar. Que la sociedad renuncie a cuestionar, que acepte la versión oficial como única realidad posible y que convierta la crítica en traición.
Ese es el mayor riesgo que enfrentamos: un país donde la mentira se normaliza, donde la propaganda sustituye al debate y donde el miedo a disentir paraliza la inteligencia colectiva. México corre el peligro de despertar un día y descubrir que la libertad ya no existe, no porque la hayan arrebatado con violencia, sino porque la hemos entregado voluntariamente a cambio de consignas, dádivas y silencios cómplices.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *