Agua contaminada
El ex gobernador Roberto Albores sufrió recientemente una fuerte infección intestinal, provocada por el consumo de agua o alimentos contaminados. Tras una crisis de salud que lo llevó al hospital durante varios días, pidió públicamente al gobernador Eduardo Ramírez Aguilar su intervención para atender de raíz el problema del agua en Comitán y San Cristóbal. Lo que vivió no es un caso aislado: es el reflejo de un drama cotidiano que ya afecta a buena parte de la población.
UNA ALERTA QUE NO PUEDE IGNORARSE
Más allá de un episodio personal, se trata de un asunto de salud pública que crece sin freno. Hoteleros de Comitán y San Cristóbal, aun con plantas potabilizadoras, expresan su preocupación por los turistas que enferman tras consumir agua en restaurantes o en la calle. Los médicos confirman que los casos de infecciones gastrointestinales son cada vez más frecuentes y que la situación amenaza con convertirse en epidemia.
En 2023, Chiapas encabezó la tasa nacional de mortalidad infantil por enfermedades diarreicas, con 42.6 defunciones por cada 100 mil menores de cinco años: más del doble que el siguiente estado y seis veces más que el promedio nacional. Son cifras que muestran la gravedad del problema y el costo de no garantizar agua potable.
COMITÁN
Los recursos invertidos en el tratamiento de aguas residuales no han resuelto el problema. En Comitán, supuestamente se han destinado más de 350 millones de pesos en infraestructura, pero la contaminación a los afluentes persiste. Basta con revisar los diagnósticos: sistemas de drenaje colapsados, plantas inoperantes y descargas directas de aguas negras que llegan a ríos y lagos sin control.
SAN CRISTÓBAL
En San Cristóbal de Las Casas, la situación es igualmente delicada. El crecimiento urbano desordenado, la deforestación y la falta de planeación han sobrepasado la capacidad de los sistemas de tratamiento. Mientras tanto, la población consume agua de dudosa calidad, y la proliferación de enfermedades se vuelve una constante.
El llamado de atención de Albores debería ser tomado como un punto de inflexión. No es cuestión de política ni de coyuntura personal: se trata de la vida y la salud de miles de chiapanecos y visitantes.
EL CONTRASTE INTERNACIONAL
La paradoja es dolorosa. En muchas ciudades del mundo, desde París hasta Ámsterdam, abrir la llave y beber directamente agua potable es un acto cotidiano y seguro. En México, en cambio, se ha normalizado la desconfianza hacia el agua del grifo. Familias enteras gastan parte significativa de su ingreso en garrafones, mientras las autoridades se limitan a anunciar inversiones que no se traducen en resultados tangibles.
La tecnología para purificar y distribuir agua de calidad existe y está al alcance. No se trata de inventar nada nuevo, sino de aplicar estándares internacionales probados. Con voluntad política y gestión adecuada, Chiapas podría presumir agua limpia y segura para sus habitantes y para quienes lo visitan.
EL CASO LATINOAMERICANO
Lo más revelador es que incluso en América Latina hay ejemplos de éxito. En Santiago de Chile, beber agua del grifo es normal y seguro. En Uruguay, particularmente en Montevideo, también se garantiza agua potable de calidad, y lo mismo ocurre en buena parte de Costa Rica, sobre todo en su Valle Central. Son países de la región que, con infraestructura adecuada y políticas consistentes, han logrado lo que aquí seguimos viendo como un lujo inalcanzable: confiar en abrir la llave y beber sin miedo.
UNA DECISIÓN DE ESTADO
No se trata solo de infraestructura: es una decisión de Estado. Prevenir enfermedades a partir de agua segura es mucho más barato y humano que saturar hospitales por infecciones que podrían evitarse. La intervención del gobierno, con un diagnóstico serio y la participación de expertos, es ya impostergable. La salud de Chiapas no puede esperar. Pero no le pregunten a las autoridades responsables, ellos andan en todo, menos en atender los principales problemas que agobian a Chiapas.