A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Chiapas, epicentro de la crisis ganadera

En el corazón de Chiapas, donde la ganadería es sustento y destino de miles de familias se estima que ocupa aproximadamente 2.9 millones de hectáreas, lo que representaría cerca del 33 % del territorio estatal. En el Censo Agropecuario 2022 para Chiapas se reportan 492,046 unidades de producción agropecuarias en total, que incluirían agricultura, ganadería y actividades mixtas y de las cuales unas 200,000 podrían corresponder a productores ganaderos. En algunas fuentes se cita que Chiapas tiene alrededor de 2.5 millones de cabezas de ganado bovino.

Buena parte de ellos libran hoy la batalla más costosa y dolorosa contra el gusano barrenador. Desde que Estados Unidos cerró la frontera al ganado mexicano, el golpe se ha sentido con toda su crudeza en ranchos y comunidades que dependen de la venta de becerros para sobrevivir. La plaga ha convertido en tragedia lo que antes era un oficio de orgullo y herencia familiar.

El drama no se mide solo en cifras, sino en escenas cotidianas de dolor. Un reportaje de CNN en español se cita que: Fidel Gutiérrez, pequeño productor de Ángel Albino Corzo, ha visto morir a sus vacas y a sus crías infectadas. Sus hijos lo ayudan a amarrar becerros recién nacidos para extraer, con cuchillos y pinzas, cientos de larvas que devoran la carne viva del animal. El procedimiento debe repetirse tres o cuatro veces por semana, en un suplicio que termina en lágrimas y cansancio. “No estamos acostumbrados a ver esto… el gusano barrenador ha acabado con todo”, lamenta Fidel, consciente de que su rancho de 40 hectáreas, donde antes pastaban animales sanos, hoy se ha convertido en un campo de batalla.

UNA FÓRMULA PERDEDORA

La plaga, cuyo agente es la mosca Cochliomyia hominivorax, se ensaña con los becerros recién nacidos. Su ombligo, aún abierto, es el lugar perfecto para que las larvas se instalen y crezcan a gran velocidad. En cuestión de días, el animal puede morir si no se le atiende. Pero curar ya no es sencillo ni barato. El producto veterinario recomendado, conocido como Negasunt, triplicó su precio desde la llegada de la plaga: pasó de 50 a 150 pesos.

Ese encarecimiento ha empujado a muchos ganaderos a recurrir a remedios caseros que combinan cloro, gasolina, aceite quemado o tiner. Mezclas corrosivas que, lejos de curar, provocan más dolor y sufrimiento. El círculo vicioso es evidente: más gasto, menos eficiencia y menor valor del ganado, justo en un momento en que la exportación a Estados Unidos está suspendida. El resultado es una fórmula perdedora que mina la economía y la moral de los productores.

EL CONTRABANDO QUE NADIE QUIERE VER

La pregunta inevitable es cómo entró esta plaga a México. La respuesta, repetida por líderes ganaderos, es clara: por el contrabando de bovinos desde Centroamérica. El río Usumacinta, frontera natural entre México y Guatemala, es testigo diario del cruce ilegal de ganado en lanchas improvisadas. Del lado mexicano esperan traileres para trasladar las reses como si fueran mercancía legal. La presidenta Claudia Sheinbaum tuvo que reconocerlo públicamente: “a veces es difícil controlar el paso del ganado que viene de Centroamérica a nuestro país”.

La confesión evidencia lo que todos saben: los controles fronterizos son insuficientes y la corrupción permite que la plaga haya cruzado sin obstáculos. De hecho, no tardó en expandirse. El primer caso en Chiapas se registró en Catazajá en noviembre de 2024. Hoy, Chiapas concentra más de la mitad de los animales infectados en México. Y el 21 de septiembre pasado, el gusano ya fue detectado en Nuevo León, uno de los principales estados exportadores de ganado al mercado estadounidense.

UNA SOLUCIÓN TARDÍA

Frente a la emergencia, los gobiernos de México y Estados Unidos firmaron un protocolo conjunto que incluye la construcción de una planta de moscas estériles en Chiapas, con capacidad para liberar cien millones de ejemplares al día. Es una estrategia probada desde hace más de 40 años en Chiapas: las moscas estériles compiten con las fértiles, frenando así la reproducción de la plaga. Sin embargo, la planta apenas se proyecta para el verano de 2026. Mientras tanto, los ganaderos del sur y del norte deberán enfrentar solos las pérdidas y el dolor cotidiano en sus ranchos.

El costo para la economía mexicana ya supera los mil millones de dólares. Pero detrás de esa cifra hay rostros concretos: familias que no tienen otra fuente de trabajo más que la venta de becerros. Como dice un productor de la región: “no hay otro más, solamente en la ganadería tenemos ese apoyo y el dinero para mantener a nuestra familia”.

¿Y EL SECRETARIO DEL CAMPO?

Lo que nadie entiende es el silencio del Secretario del agricultura, ganadería y pesca. La crisis ya no es un asunto de técnicos ni de oficinas: es un problema de Estado, de dignidad, de economía y de salud pública. La Presidenta lo reconoció abiertamente en la mañanera, pero en Chiapas nadie escucha ni una palabra del responsable directo del sector. El gobernador ha hecho lo propio.

Aún así, en medio del dolor de los productores, el funcionario que debería dar la cara parece invisible. Y eso, quizá, duele más que las larvas del gusano barrenador.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *