A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

El legado y la ilusión

La historia de Chiapas ha estado marcada por un mismo dilema desde su anexión a México en 1824: la abundancia natural frente a la pobreza estructural. En el siglo XIX, los viajeros describían una tierra fértil y exuberante, capaz de alimentar a su gente y exportar riquezas; pero también señalaban la falta de caminos, escuelas y administración eficaz. Dos siglos después, la paradoja persiste. Chiapas sigue siendo un estado rico en recursos, cultura y biodiversidad, pero empobrecido por la desigualdad, la mala gestión y la dependencia del presupuesto federal.

Hoy, Chiapas es el quinto estado que más recursos recibe de la federación. No lo decimos nosotros, lo dicen los números. En proporción al PIB estatal, los ingresos por participaciones y aportaciones son de los más altos del país. Y dentro de ese presupuesto, una porción muy significativa se destina a la educación, como dicta la Ley. Entonces, ¿por qué seguimos viendo los mismos rezagos, las mismas carencias, los mismos resultados desalentadores?

La pregunta incómoda es si el presupuesto es realmente insuficiente o si el problema está en la forma en que se ejerce, en la falta de visión de largo plazo, en las inercias del pasado y en los intereses que operan por debajo de la superficie. Porque pareciera que todo ese gasto no se traduce ni en mejor calidad educativa, ni en oportunidades reales de desarrollo, ni en infraestructura estratégica que saque a Chiapas del abandono.

MAQUILLAJE Y PROPAGANDA

Es legítimo que un gobernante quiera construir un legado, como lo ha dicho —una y otra vez— Eduardo Ramírez. Lo que no es legítimo es apostarle todo a la narrativa, al maquillaje de la realidad, a la producción de tik toks, eventos improductivos, fotos y eslóganes que venden una historia que no se vive en las calles.

Las obras efímeras, los eventos fugaces, los anuncios que no se concretan… todo eso puede llenar los espacios noticiosos, pero no cambia la vida de la gente. Una política pública que solo busca likes no transforma; entretiene. Y mientras tanto, los problemas estructurales siguen ahí, sin atenderse, como si el tiempo y la propaganda pudieran resolverlos por sí solos.

Con un bono demográfico que se desperdicia, con una explosión de natalidad adolescente, con migración forzada por falta de oportunidades, con el campo abandonado, con una deficiente calidad educativa y los servicios públicos de salud colapsados, lo que queda es un estado que sobrevive gracias a las remesas, las transferencias federales y los programas clientelares. Una administración que se enfrenta no a uno, sino a múltiples desafíos estructurales, y que corre el riesgo de elegir el atajo de la propaganda en lugar del camino difícil de la transformación real.

¿EL LEGADO QUE QUEREMOS?

Eduardo Ramírez, como cualquier gobernante, quiere dejar huella. Pero las verdaderas transformaciones no se logran repitiendo discursos ni envolviendo la gestión en celofán. Se logran escuchando, corrigiendo, invirtiendo con precisión y enfrentando la realidad con valentía. El presupuesto ahí está. El Capitán tiene la voluntad y la experiencia. Lo que hace falta es un equipo mas eficiente, con claridad de rumbo, firmeza técnica y voluntad de dejar algo más que un recuerdo agradable que se borra apenas concluye un gobierno y arriba otro.

El tiempo corre, y la historia —esa que pone a cada quien en su sitio— no se deja engañar por la publicidad. No juzga las apariencias, sino los resultados. Y será mucho más dura que cualquier boletín de prensa.

Chiapas necesita menos ilusión y más resultados. Porque el verdadero legado no se pinta en espectaculares ni se graba en jingles: se construye con hechos, con decisiones que cambian vidas y con una visión que perdure más allá del aplauso momentáneo.

La ilusión se gasta con el aplauso; el legado permanece en la memoria de los pueblos.

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