A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

¿Por qué no Salinas Pliego?

En la historia política de México pocos empresarios se han atrevido a desafiar de frente al poder. La mayoría prefiere la discreción: negociar en lo oscurito, alinearse con el gobierno en turno y cuidar sus privilegios. Ricardo Salinas Pliego ha hecho lo contrario. Con un estilo irreverente, a veces brutal, ha utilizado sus medios y su propia voz para decir lo que piensa sin pedir permiso ni disculpas.

UN MAGNATE QUE NO SE ESCONDE

Salinas no es un improvisado. Es un magnate con todos los recursos económicos y mediáticos para competir en un terreno donde el dinero y la exposición pública son la base del éxito. Sabe comunicar, sabe provocar y, sobre todo, sabe conectar con una audiencia cansada de la corrección política y de la mediocridad de los políticos. Su estilo, tan criticado por corrosivo, es justamente lo que le da autenticidad frente a un electorado harto de discursos vacíos.

COMUNICAR ES PODER

Lo interesante es que no se presenta como un mesías ni como un salvador, sino como alguien que logró hacer fortuna sin vivir del erario, que entiende de negocios y de resultados. Mientras otros empresarios callan para no incomodar, él convierte cada tuit en un misil contra la hipocresía del sistema. Y en tiempos donde la política se juega más en las redes que en las plazas, esa capacidad de generar conversación puede pesar tanto o más que cualquier estructura partidista.

EL ARTE DE LO POSIBLE

Muchos se preguntan si un empresario como él podría realmente llegar a la presidencia. La respuesta es simple: ¿por qué no? Tiene dinero, tiene pantalla, tiene la osadía de enfrentar a sus adversarios sin temblarle la mano. Y, sobre todo, tiene lo que más vale en política: la atención de millones. La política, al final, es el arte de lo posible dentro de lo deseable; y si algo ha demostrado Salinas Pliego es su capacidad para convertir lo improbable en inevitable.

UN PAÍS AL BORDE DEL HARTAZGO

Por supuesto, que muchos ven a Salinas Pliego con reservas. Quizás no tenga el perfil de un gran estadista, pero lo que tenemos enfrente es un desastre: un país que se está yendo por la borda mientras el gobierno administra la crisis y la violencia con ocurrencias, improvisaciones y enemistad hacia todo lo que produzca, invierta o emprenda. En un escenario así, el hartazgo se vuelve combustible político. Y él, más que nadie, sabe capitalizarlo. A cómo van las cosas, Salinas Pliego no tiene escapatoria: un Estado dispuesto a destruirlo por todos los medios lo empuja, casi lo obliga, a dar la batalla en el terreno político. No le queda otra que encararlo. Quizás ahí esté la respuesta ante el vacío de poder de una oposición apabullada, sin rumbo y sin voz.

LO SUBESTIMAN A SU PROPIO RIESGO

La clase política lo subestima. Piensan que es un bufón multimillonario jugando a ser tuitero. Pero detrás de cada exabrupto hay cálculo, detrás de cada polémica hay una estrategia, y detrás de cada “ocurrencia” hay alguien que entiende que el poder no se hereda ni se mendiga: se conquista.

Salinas Pliego es, para bien o para mal, la única voz empresarial que ha decidido plantarle cara al sistema. Y en un México sediento de personajes disruptivos, no habría que sorprendernos si un día amanecemos con él encabezando las encuestas.

PRESIDENTE LIBERTARIO

Porque, al final, lo que encarna no es un político más, sino la posibilidad de un presidente libertario, un outsider, un enemigo del Estado parasitario que asfixia la iniciativa individualy esta endeudsndo sl país a niveles insospechados. México necesita presidente que piense en economía para hacer crecer a México, no en subsidios para administrarlo en la pobreza. La consigna sería clara: Estado mínimo, mercado máximo. Y aunque esa idea asuste a muchos, también podría ser la sacudida que este país necesita para dejar de administrar carencias y empezar a multiplicar oportunidades.

UN ERROR QUE YA VIVIMOS

Y algo más: la presidenta y Morena lo están victimizando. No dejan de hablar de él y no parece que midan el costo político de esa estrategia. A lo mismo jugó López Obrador: lo lminimizaron, lo subestimaron y lo convirtieron, sin querer, en la figura que terminó capitalizando el hartazgo nacional hasta llegar, por fin, a la presidencia. Si no aprenden la lección, podrían estar fabricando —una vez más— al próximo ganador.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *