A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

¡Ahí viene el lobo!

Por más que algunos insistan en leer el mundo con lentes de otra época, las urnas están hablando con una claridad que les incomoda: la derecha —esa derecha que tanto invocan y que muchos dan por muerta o irrelevante— está en ascenso en Europa y América Latina. Y no, no es un fenómeno aislado, sino una tendencia global que reconfigura el mapa político contemporáneo.

Ahí está Jordan Bardella, el delfín de Marine Le Pen, encabezando todas las encuestas en Francia. Ahí está José Antonio Kast, que en Chile ganaría la segunda vuelta por más de quince puntos. Y sí: Donald Trump también forma parte de este corrimiento mundial, porque su retorno —o su vigencia— es un síntoma más del mismo hartazgo planetario.

EL HARTAZGO COMO VOTO

No hay misterio: durante años, la izquierda prometió bienestar, igualdad y modernización… y entregó frustración económica, inseguridad y deterioro democrático e institucional. La clase media —la columna vertebral de cualquier democracia— se cansó de discursos sin resultados.

Cuando el bolsillo aprieta, la paciencia se acaba; cuando la violencia manda, las ideologías se vuelven irrelevantes.

MIGRACIÓN, CRIMEN Y UN ESTADO AUSENTE

La migración ilegal y descontrolada ha sido el detonante más explosivo en Europa. Allá se vive lo que América Latina conoce desde hace años: fronteras porosas, ciudades rebasadas, sistemas saturados.

Y mientras tanto, la izquierda convirtió cualquier llamado al orden en una “fobia” y cualquier intento de regular en un acto “inhumano”. Resultado: millones de ciudadanos sintiéndose abandonados por los mismos gobiernos que debían protegerlos.

El otro factor es más crudo: la incapacidad —y en algunos casos, la complicidad— de la izquierda ante la expansión del crimen organizado. Donde el Estado retrocede, la ciudadanía clama por quien prometa recuperar el orden. No es casual que Bukele tenga un 90% de aprobación en El Salvador.

ORDEN, COHESIÓN Y PROSPERIDAD

Lo que emerge no es una derecha de museo, sino una derecha que habla de lo que la gente quiere escuchar y vivir: orden y convivencia, paz social, cohesión y unidad nacional frente a la invasión cultural, respeto a la propiedad privada y la libertad económica como motor probado de prosperidad.

No es teoría. Es experiencia histórica: Singapur, Corea del Sur y buena parte del Sudeste Asiático dejaron atrás la pobreza cuando abandonaron el estatismo ideológico, se abrieron al libre comercio y apostaron por disciplina institucional. Mientras tanto, las economías cerradas, con gobiernos que demonizan al mercado, se hunden en un estancamiento crónico.

Esta nueva derecha —en Francia, Chile, Italia, Argentina, Estados Unidos y ahora tocando a la puerta en México sin ser una derecha propiamente aceptada— ofrece orden y crecimiento donde la izquierda ofreció caos y excusas.

LA GUERRA CULTURAL TAMBIÉN VOTA

Trump, Milei, Meloni, Kast y Bardella capitalizan algo más profundo: el hartazgo creciente frente al wokismo, un movimiento que ha terminado por erosionar la familia, sustituir valores por modas ideológicas y dividir a la sociedad en identidades enfrentadas. Mientras la izquierda se obsesiona con reescribir el lenguaje y borrar símbolos históricos, la derecha defiende lo que la mayoría silenciosa siente amenazado: familia, tradición, sentido común e identidad nacional.

EL GIRO MEXICANO

Y México no es la excepción. Ante el fracaso evidente de Claudia Sheinbaum para conducir al país, y su obsesión por culpar a “la derecha” de todo, lo único que consigue es fortalecer aquello que pretende debilitar. Cada acusación sin sustento, cada cortina de humo, cada intento de dividir al país refuerza la percepción de que el gobierno está fuera de control.

EL CUENTO DEL LOBO

Los populistas que se autoproclaman de izquierda han abusado tanto del cuento de “la derecha”, repitiendo una y otra vez que ahí viene el lobo, que ya nadie les cree. Señalan, culpan, inventan conspiraciones y fantasmas ideológicos para justificar su incompetencia. Pero como en toda fábula, llega un punto en el que el público se cansa de escuchar el mismo griterío histérico.
Y lo paradójico —y quizá lo trágico para ellos— es que un día de estos el lobo sí va a aparecer. No el monstruo imaginario que describen, sino uno real: una oposición fuerte, articulada y respaldada por la mayoría. Y cuando eso ocurra, no será porque el lobo acechaba, sino porque ellos mismos, con sus torpezas y arrogancia, lo invitaron a entrar.

AJUSTES

El péndulo no se mueve por moda ni por capricho: se mueve porque la gente quiere seguridad, prosperidad, identidad y un Estado que funcione. La izquierda prometió todo eso; la oposición está prometiendo recuperarlo.

Estamos frente a un ajuste histórico. Y como siempre, la historia favorece a quienes entienden la realidad, no a quienes la niegan.

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