A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Un informe sobrio, un reto mayúsculo

Acudí como invitado al primer informe de gobierno de Eduardo Ramírez. El evento, impecablemente organizado, mostró una producción sobria pero moderna: una gran pantalla con imágenes generadas en IA, un resumen conciso de las acciones y un escenario minimalista propio de los tiempos actuales. Chiapas comienza, por fin, a contarse a sí mismo con una narrativa visual más acorde a su potencial.

Antes del acto, la secretaria de Gobierno había entregado el informe pormenorizado ante el Congreso, como lo marca la Constitución. El gobernador, por su parte, optó por un mensaje breve y directo. Y aunque duró poco, dijo mucho.

Como era de esperarse, el tema de la seguridad se llevó las fanfarrias: en un entorno nacional sin señales claras de mejora, Chiapas ha avanzado. No es un asunto resuelto, pero sí encarrilado. Y esa era la condición indispensable para poder hablar de todo lo demás.

Eduardo destacó su programa emblemático: la alfabetización. Si logra sacarnos del último lugar nacional, no solo será un logro educativo, sino un mensaje político y social de gran calado: Chiapas puede romper inercias históricas. Pero alfabetizar en una geografía dispersa, donde por décadas no llegaron caminos ni escuelas, es una tarea monumental.

En materia de obra pública, mencionó avances que quizá no recibieron los aplausos que merecían. El más relevante: el progreso en la carretera Palenque–Ocosingo y el anuncio de concluir el tramo hacia San Cristóbal. Esa vía es estratégica para el turismo, la conectividad y la economía. A ello se suma la construcción de troncales nuevas, el tramo de Teopisca y el compromiso de reparar más de 2,000 kilómetros de caminos locales. No es poca cosa. Y políticamente pesa el hecho de que el gobernador ya recorrió los 124 municipios en su primer año, escuchando directamente lo que allá afuera pocas veces llega al escritorio.

Hubo, además, un detalle político que debe decirse sin rodeos: aunque hizo —quizá por obligación— un par de menciones a la presidenta y otra más al obradorato, los aplausos no fueron precisamente efusivos. La tibieza fue evidente. Y eso confirma algo que muchos saben pero pocos dicen: hasta ahora, la popularidad la encarna él, la legitimidad la tiene él y el reconocimiento lo tiene él, no el gobierno federal. Aun así, se entiende que no puede darse el lujo de pintar la raya de manera abierta. Pero lo que sí deben entender los de aquí es que en Chiapas se gobierna para todos y con todos. Aquí no caben los discursos polarizantes.

Los grandes retos siguen ahí: el desarrollo económico, la movilidad social, la agenda ambiental y la capacidad de atraer inversión más allá del presupuesto estatal. Ese será el verdadero legado. Chiapas no puede seguir apostándolo todo a las transferencias federales ni al gasto público como única palanca.

Lo más valioso del informe, sin embargo, fue el tono. Un discurso sobrio pero no triunfalista, sin soberbia ni autoelogios desmedidos. En tiempos de estridencia y propaganda, tener a un gobernador con los pies en la tierra es, al menos por ahora, una buena noticia.

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