Los dados del poder
Cuando Julio César cruzó el río Rubicón en el año 49 a.C., no hubo discursos grandilocuentes, solo un gesto silencioso que cambió para siempre el destino de Roma. Así ocurre en política: basta un movimiento anticipado para alterar todo el tablero, incluso cuando parece que falta tiempo para la batalla decisiva.
En la política chiapaneca siempre hay mensajes con jiribilla que conviene leer entre líneas. El reciente posicionamiento del senador Luis Armando Melgar en un diario de circulación nacional no fue casualidad: reafirma la línea que Arturo Escobar ha venido marcando desde el Partido Verde, ese afán de jugar solos en varias gubernaturas —quince, se dice— y de reposicionarse como fuerza con autonomía propia. No es un simple pronunciamiento; es una advertencia de que la sucesión, aunque parezca lejana, ya comenzó a moverse en los tableros.
EL PESO DE LOS ACTORES
Aunque no levante la mano, nadie puede ignorar a Roberto Albores. Su presencia pesa, incluso desde la discreción, porque su apellido y su trayectoria lo colocan como referente obligado en cualquier conversación de futuro. En ese mismo carril, el Partido del Trabajo, a través de su dirigente Amadeo Espinosa, ha dejado en claro su respaldo a Albores, lo que refuerza la idea de que las alianzas se tejen desde ahora. Otro personaje que, aunque dejó colgados de la brocha a muchos chiapanecos, podría intentar resurgir de sus cenizas es Zoé Robledo, cuya figura todavía despierta comentarios encontrados.
EL PRESENTE: DEJAR GOBERNAR
No obstante, conviene no perder el piso. A Eduardo Ramírez apenas le ha corrido el primer tramo de su mandato y lo responsable es dejarlo trabajar. Su capital político depende de resultados tangibles y no de especulaciones futuristas. En el plano estatal, todavía tiene por delante retos inmensos: consolidar la seguridad —donde se ha avanzado, pero no hay que ceder terreno— y, sobre todo, traducir los anuncios de su gobierno en políticas concretas de desarrollo.
ESCENARIOS 2027
Ahí sí la cosa se mueve más rápido. En 2027, Tuxtla tendrá que elegir nuevo alcalde y ya se perfilan nombres con claridad. Uno es Francisco “Panchito” Chacón, querido por propios y extraños, hombre decente, con arraigo familiar y una trayectoria limpia que incluso le reconocen expanistas como Enoc Araujo. La otra carta fuerte es María Mandiola, muy activa en redes sociales, con visibilidad, fuertes vínculos con el sector empresarial y con la sociedad tuxteca, además de un perfil que encajaría si Morena decide inclinarse por una candidatura femenina bajo su política de paridad. La contienda municipal, a diferencia de la gubernatura, ya comienza a tomar forma.
EL CÍRCULO ÍNTIMO
La gran pregunta es quién, dentro de los cercanos a Eduardo, tendrá la capacidad suficiente para construir un liderazgo sólido y hacer los amarres a nivel nacional, sin quedarse solo mirando la loma. En su gabinete hay de todo: improvisados, relleno político y piezas circunstanciales. Pero también existen figuras de confianza absoluta que la sociedad identifica sin necesidad de listas oficiales. Si hay una herencia política que repartir, saldrá de ahí.
SEGURIDAD Y DESARROLLO
El reto inmediato es no perder lo ya recuperado en seguridad. La paz social es frágil y la delincuencia espera cualquier resquicio para reinsertarse. Pero igual de importante es abrir oportunidades de desarrollo real. Chiapas sigue encabezando las estadísticas de juventud en proporción poblacional, y esos jóvenes no pueden vivir solo del asistencialismo. Después de casi treinta años de transferencias y subsidios, el estado permanece en los últimos lugares de pobreza. Regalar dinero alivia, pero no resuelve. Urge una estrategia de crecimiento productivo que abra horizontes de empleo, educación y movilidad social.
UN FUTURO POR ESCRIBIR
Eduardo sabe lo que significa construir desde abajo. Su escenario cambió cuando se fue al Senado y desde ahí jugó en las grandes ligas, al tiempo que consolidaba su base política en Chiapas. Esa candidatura le costó sudor y lágrimas, y lo colocó en la posición que hoy ocupa. De ahí que, aunque falte mucho para el 2030, lo fundamental no es especular con nombres, sino garantizar que su gobierno tenga rumbo. Porque sin resultados en el presente, no habrá futuro que aguante.