Acoso, insultos y vejaciones, el diario vivir de estudiantes LGBT

La violencia homofóbica y transfóbica en las escuelas todavía es una realidad, particularmente para las personas transexuales, de acuerdo con organizaciones civiles

Portavoz / Agencias

[dropcap]I[/dropcap]nsultos como «puto» (maricón) o «hazte mujer», ridiculizaciones y golpes son el común denominador de muchos estudiantes LGBT en México, donde el 49,75 por ciento de los jóvenes padece acoso escolar y el 55 por ciento dice sentirse inseguro en las escuelas.
Brenda Sandoval es estudiante de Filosofía y tiene 21 años. Guarda un recuerdo un tanto amargo de su adolescencia, cuando a menudo fue cuestionada por tener una actitud masculina en clase.
Con 14 años, un compañero de salón comenzó a acosarla. «Primero solo eran chistes y algunos insultos, luego empezó a esconderme cosas, hasta que un día me pegó», explicó a Efe Sandoval.
Un profesor vio el suceso, pero no tomó cartas en el asunto y ella, por miedo a que su familia descubriera su orientación sexual, calló.
Años más tarde, con 17 años, fue una profesora la que incentivó la homofobia en clase, cuando en medio de las lecciones hablaba de lo «mal» que era ser lesbiana. «No deben sentarse en las faldas de la amiga, porque van a pensar que eres de esas», aleccionaba a las pupilas.
Ya habiendo hecho pública su sexualidad, Brenda no tuvo miedo y fue a denunciar la situación al director, que «no hizo nada», y en un trabajo de clase leyó la Constitución mexicana, que insta a la no discriminación.
«Así la maestra paró», aseguró hoy la muchacha, que durante la etapa escolar tuvo el apoyo de varios de sus compañeros y de un profesor homosexual.
Su historia se reproduce a lo largo de las escuelas mexicanas, un país al que matan seis miembros del colectivo LGBT al mes en crímenes de odio, de acuerdo con un monitoreo a medios de la ONG Letra S dado a conocer este 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia.
Según una encuesta publicada recientemente por varias organizaciones civiles, un 55 por ciento de los alumnos de secundaria y bachillerato (12 a 19 años) se sintieron inseguros en su centro educativo por su orientación sexual, y el 41,7 por ciento a la hora de expresar su género.
Elaborada en el verano pasado a partir de 1.770 personas contactadas por redes sociales, el 61 por ciento de las mujeres transexuales son víctimas de «bullying» regularmente, así como el 55 por ciento de los hombres transexuales, el 43 por ciento de las lesbianas y el 40 por ciento de los gays.
De estos, el 75 por ciento padeció violencia verbal, y más del 25 por ciento violencia física.
«La violencia homofóbica y transfóbica en las escuelas todavía es una realidad para la mayoría de los estudiantes, particularmente para las personas transexuales», dijo a Efe Ricardo Baruch, investigador encargado del informe.
Muchos jóvenes padecen desde golpes a vejaciones. A menudo son chicos que golpean a chicos, solos o en pandilla, y lo mismo pasa con las chicas.
En este contexto, sobresale el temor al rechazo y solo el 54 por ciento de los estudiantes del colectivo lésbico, gay, bisexual y transgénero (LGBT) han dado a conocer su orientación sexual a sus compañeros, y uno de cada tres al personal de la escuela.
Un tercio de los estudiantes encuestados afirmó que nunca se ha hablado de diversidad sexual en clase, un 30 por ciento de manera positiva, y un 24 por ciento de manera negativa.
Luis Ladrón tiene 26 años y también sufrió acoso escolar por ser bisexual.
«Me llamaban ‘puto’ y ‘maricón’, y eso que no exteriorizaba que sintiera atracción por otros chicos», comentó a Efe este joven sobre un largo y oscuro periodo de su vida que se prolongó desde los 9 hasta los 18 años.
Varios alumnos le insultaban a menudo o, por ejemplo, jugaban a lanzarle besos para reirse de él, y los profesores desatendían cualquiera de las actitudes de los compañeros de pupitre.
«Llegué a sentirme tan mal con todo lo que me rodeaba que tuve pensamientos un tanto suicidas», recuerda hoy el joven, trabajador de una ONG que atiende a la comunidad LGBT y defiende los derechos sexuales y reproductivos.
Dos veces, una con una navaja en la mano y la otra desde un puente, estuvo a punto de poner fin a su vida.
En esos instantes, algo cambió. «Fue cómo decir: ‘Rayos, lo único que tengo es lo que yo soy y aspiro a ser, y me dije, qué clase de hombre puedo ser si tomo la salida fácil, y esto fue lo que me detuvo'», explica Luis, que contó con amigos que lo aceptaban tal y como era y el apoyo de un psicólogo.
En la familia, lo vieron como un «bicho raro» al dar a conocer su orientación sexual, y la relación que mantiene con ellos es todavía «incómoda», si bien ha mejorado con los años.
A su yo adolescente, ese joven asustado y solitario tiene muy claro cómo lo trataría: «Lo abrazaría, dejaría que él se desahogara todo lo que trae dentro y le diría que todo va a estar bien y las cosas cambian y van a ser siempre mejores. No importan qué tan oscuras sean, siempre hay cosas buenas cerca», concluyó.

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