Presentan el estudio «Madres trabajadoras y Covid-19 efectos de la pandemia en circunstancias de teletrabajo en México», elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en México
Aline Espinosa Gutiérrez / Cimac Noticias
Ciudad de México. Con la llegada de la pandemia, la carga de trabajo de las mujeres aumentó de manera doble o triple. Ellas se ven obligadas a repartir su tiempo entre: las tareas del hogar, los pendientes de la oficina y el cuidado y atención de su familia, lo que les ha provocado un agotamiento crónico que demuestra la falta de reconocimiento de ellas como seres humanos y de sus derechos.
Así lo asegura el estudio «Madres trabajadoras y Covid-19 efectos de la pandemia en circunstancias de teletrabajo en México», elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en México, en el que se entrevistó a 57 mujeres con al menos un hijo o hija menor de 12 años con el fin de visibilizar cómo la pandemia ha afectado a las mujeres que laboran.
Antes de la pandemia, señala el estudio, las mujeres dedicaban 20 horas a la semana a labores no remuneradas y 12.3 horas de trabajo no remunerado de cuidados a integrantes del hogar mientras que los hombres destinaban 5 horas a la semana para los mismo apartados.
Cifras que la pandemia, específica el estudio, agravó e hicieron más evidentes las brechas de desigualdad que afectan a las mujeres debido a la presencia de los roles de género en los hogares y en las empresas: sobrecargas de trabajo, despidos injustificados, exclusión del mercado laboral, violencia en los hogares, y muchas otras agresiones.
De acuerdo con el estudio, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) registró que 56.60 por ciento de las mujeres se encontraba sin trabajo, 24.78 por ciento trabajaba fuera de su hogar, 4.10 por ciento ya trabajaba desde casa, incluso antes del Covid-19, y sólo 12.21 por ciento trabajaban fuera de su hogar con posibilidad de teletrabajo antes de la llegada de la pandemia a México.
Con el cierre de las escuelas y las guarderías, que antes era una ayuda, las mujeres se vieron en la necesidad de enseñar y supervisar las tareas y clases de sus hijos mientras realizan más actividades, lo que para algunas ha resultado bien, pero para otras ha sido fatal, pues ha reducido sus espacios de participación en el mercado laboral.
«Algunas de ellas tuvieron que dejar de lado la actividad laboral. Ello tuvo como consecuencia que en un año se han perdido 1.3 millones de empleos formales de mujeres en condición de teletrabajo», específica el estudio.
Así, sin empleo, sin ingresos, y con sobrecargas de labores, las mujeres han vivido un retroceso en el ejercicio de sus derechos. Ejemplo de ello, son las trabajadoras del hogar, quienes para mantener a su familia han sido obligadas a laborar más de 12 horas, por más días, sin mejoras salariales, sin medidas sanitarias para no contagiarse y siempre bajo el riesgo de ser despedidas sin previo aviso.
Otro sector muy afectado, describe el estudio, son las mujeres que pertenecen al ámbito de la salud. Al estar en la primera línea de atención de la pandemia, ellas se han expuesto a largas jornadas de trabajo sin descanso, incluso se han tenido que aislar de sus familias y hogares, pues todos los días corren el peligro de contagiarse. Según el estudio, estas mujeres representan 72.8 por ciento del sector de salud.
Los testimonios recolectados por el estudio revelaron que las mujeres han sufrido de políticas estrictas que no contemplan el cuidado de sus hijos como algo que puede interferir con su trabajo. Mucho menos el que ahora ellas debían desempeñar un acompañamiento en la educación a distancia de sus hijos, por lo que la mayoría tuvo que apegarse a las condiciones que se les dictaron.
En pocos casos, resalta el estudio, se implementaron protocolos que atendieran las necesidades familiares, sin embargo, esto no se ha traducido en medidas institucionalizadas para atender dicha cuestión en lo que va de la pandemia.
Por su parte, las mujeres que estuvieron embarazadas con hijos y realizaron las mismas actividades que las que no, sólo se les permitió cuidar de su gestación y cuidados de sus hijos según el tiempo destinado por la ley. Muy pocas fueron las que tuvieron la posibilidad de tener un permiso de maternidad más prolongado con goce de sueldo, otras debido a la carga de trabajo decidieron no tomar su permiso de maternidad por el miedo de perder su sustento económico.
Después del parto, estas mujeres dijeron que pasaron por más dificultades. La llegada de un nuevo bebé a sus vidas, sumó más trabajo. A algunas de ellas no se les proporcionó horarios de trabajo flexibles, por lo que optaron llevar a sus hijos a guarderías privadas cercanas a su domicilio mientras que las que no pudieron solventar este gasto acudieron por ayuda con sus familiares o de trabajadoras del hogar.
Frente a la falta de políticas claras sobre teletrabajo, casi todas las mujeres con hijos y embarazadas con más hijos, decidieron renunciar a puestos de mayor responsabilidad con mejores salarios, no participaron en proyectos simultáneos, se negaron a capacitarse o de subir de puesto con tal de poder conciliar mejor el tiempo laboral, familiar y personal.
La carga de trabajo, revela el estudio, aumentó el triple para las mujeres con hijos y fue aún mayor para las mujeres que ya tenían hijos, pero estaban embarazadas. En suma, en algunos trabajos, se les hizo firmar cartas compromiso o establecieron reglas para regular cómo debían comportarse ellas en sus casas, por ejemplo: se les exigió que no se escucharan ruidos o no tuvieran distracciones cerca.
«Nos hicieron firmar una carta responsiva sobre el home office… donde decían que tú te estabas comprometiendo a destinar un lugar específico para poder realizar tus actividades laborales, sin la interrupción de mascotas o menores de edad», dijo Tamara, madre de un hijo, quien participó en la encuesta.
Ante este contexto, el total de las mujeres muestra una alta frustración por el hecho de que el trabajo doméstico se haya incrementado tanto, sobre todo las labores de cocina, lavar trastes y la limpieza en general; y muchas no cuentan con redes de apoyo ni están contratadas, por lo que llevan solas la carga de trabajo no remunerado.
El resultado, las mujeres no cuentan con espacios ni tiempo propio. Muchas de ellas dejaron de practicar deporte o hacer actividades que les producían placer, su alimentación ha empeorado, y, en algunos casos, han sido agredidas por sus parejas, esto ha provocado que ellas padezcan de depresión, ansiedad, insomnio y cansancio crónico por el sobreuso de su cuerpo.
En la casa trabajo y en la oficina más
La rutina antes del Covid-19 de Juana Morales, madre de un niño de 5 años, era levantarse temprano, preparar el desayuno, llevar a su hijo a la guardería y llegar al trabajo. Actividades que le tomaban 3 o 4 horas, pues vivía muy cerca de su oficina, por ello prefería caminar antes que tomar el transporte público.
Cuando el virus llegó y empezó el confinamiento, la mandaron a casa con un bonche de trabajo, sin preguntarle si tenía una computadora o un espacio para hacerlo. Por su hijo aceptó, no quería exponerlo al contagio. A los 2 meses presentó un embarazo.
En los primeros meses de la pandemia intentó conciliar sus tiempos pero no pudo, las clases de su hijo tomaban mucho tiempo y no tenían un horario fijo, el trabajo de su oficina era mucho, incluso en su área hicieron un grupo de WhatsApp, y los síntomas del embarazo la aquejaban. Juana pasaba más de 8 horas sentada, en consecuencia, sus piernas comenzaron a hincharse.
«Se me hizo muy pesado porque tus jefes parten de que tú estás en tu casa y que no tienes otra cosa que hacer que trabajar, pero la carga de trabajo para las mujeres de por sí ya tienen una extra que es la casa. Sentí que el trabajo subió 4 niveles. Tenía que hacerme cargo de mi trabajo, de las clases de mi hijo, de la comida y del embarazo», explicó la mujer de 34 años en entrevista con Cimacnoticias.
En un momento de su embarazo decidió que la mañana y la tarde no era suficiente y comenzó a trabajar de noche porque así podía concentrarse más en sus tareas de oficina, sin embargo, eso la afectó aún más, sufrió de insomnio, ansiedad, el cuerpo le dolía y en las tardes se la pasaba somnolienta. «Me sentía mal, no dormía lo suficiente para estar embarazada», dijo.
En una ocasión, se sintió mal de ver y escuchar que de manera constante llegaban muchos mensajes del trabajo a su celular, su jefe le pedía que resolviera un pendiente de manera urgente, ella sólo le pudo avisar que iba camino al hospital. Para Juana su cuerpo no ha descansado desde marzo de 2020, fecha en que inició la pandemia.
Hoy Juana vive a tres horas de su trabajo con su hijo, su bebé recién nacido y su pareja. Tuvo que desalojar el departamento en el que vivía antes pues un inquilino se contagió de Covid-19. Este pequeño cambio, dice, agravó más su situación: debe pararse más temprano para dejar leche de su pecho para su bebé, ir al trabajo, regresar y supervisar las tareas de su otro hijo.
Más tarde, se dedica a hacer la comida, lavar la ropa, limpiar los cuartos, ver los pendientes que le quedaron del trabajo, darle pecho a su hijo y una serie infinita de actividades antes de ir a la cama. Hoy también ella vive con el medio de contagiar a sus hijos debido a que se terminó su licencia de maternidad se le exigió ir ciertos días a las instalaciones de su trabajo.
«Todos los días me siento muy cansada, tengo sueño, no me siento con tanta energía y estoy tomando vitaminas y pues el temor de sentirse así en medio de la situación de la pandemia es horrible. Leo, mi bebé, me quita todas esas vitaminas que él necesita a través de la leche y eso siento me deja en más vulnerabilidad», finalizó.
Alejandra tiene más de 20 años trabajando en una empresa de comunicación, pese a que su jefe ha adoptado el discurso de género muy bien pues constantemente les habla a sus empleadas de la importancia de que tengan tiempos para ellas y deben cuidarse y no todo es trabajo, la realidad de la pandemia borró este discurso.
Madre de 3 hijos, separada, ella asume el cuidado, educación, crianza y manutención de sus 3 hijos, todos en edad escolar. A sus jornadas diarias de trabajo remunerado sumó las clases de sus hijos por línea, el aseo de casa, de ropa, de trastes y elaboración y compra de alimentos, y la angustia por solamente contar con un dispositivo electrónico para todos.
«Creo que a los jefes se les hace muy fácil decirte, te conectas a tal hora, agendar reuniones todo el día si es posible, y si es los 5 días de la semana mejor, pues de otra forma parece que no trabajas, debes estar disponible casi las 24 horas porque estás en tu casa, y se supone que una está muy cómoda esperando los mensajes del jefe para atenderlos inmediatamente porque esa es otra, si no atiendes pronto los 40 grupos en los que estás de Whatsapp se toma como que eres floja y que no estás al pendiente de tu trabajo.
A veces de las propias compañeras y compañeros del trabajo no tenemos la misma comprensión ni compartimos las mismas circunstancias, algunas tienen empleadas del hogar que les ayudan y ellas están más libres, o no tienen hijos, pero muchas no tenemos esa ayuda y se vuelve interminable el trabajo, pero sobre todo la exigencia».
«Yo no tengo hijos, pero sí estoy a cargo de mis dos papás que aún viven y son adultos mayores. A mi papá le dio una embolia hace un mes y eso nos cambió la vida, ahora debo estar más pendiente de él y de mi mamá, llevarlo a sus consultas y todo lo que eso implica, y pues es tiempo. Mi jefa que dice que es muy feminista, ya ves que ahora todas lo son, me dice que no me preocupe, que puedo tomarme todo el tiempo para atenderlo e ir viendo lo del trabajo, pero yo sé por algunos compañeros, que ella se queja de los que presentamos algún inconveniente como este, o de las que tienen hijos porque dice que no vamos a sacar la chamba igual y pues hay que producir y la casa pierde, y no dudo que al cabo de un tiempo si yo me tomo ese tiempo como ella dice, me lo cobre con mi despido porque así le pasó a una compañera. Entonces esto se ha vuelto, como decirte, más estrés para una porque somos humanas y siempre hay algo que pasa en la vida que requiere nuestro tiempo y a veces eso los jefes no lo entienden; pero es muy complicado ahora tomar decisiones, o te vas al desempleo, o trabajas a marchas forzadas con todo lo emocional que eso te cuesta y desgraciadamente ¿dónde te atiendes esto?». Jimena, 40 años de edad.
Las y los especialistas recomiendan que es necesario que se incluya el trabajo de cuidado como un trabajo esencial, que se generen políticas públicas con perspectiva de género que contemplen el cuidado de la salud mental de las mujeres y que el Estado cumpla con su obligación de establecer planes para movilizar recursos que atiendan las tareas de cuidados y exigir a las empresas que desarrollen esquemas de trabajo que sean flexibles, o rotativos durante y después de la pandemia.