Nos enteramos el 9 de junio. La noticia fue reproducida por portales noticiosos; representantes de universidades, asociaciones profesionales y algunos gobiernos expresaron su pésame. Quienes hemos leído su obra, lamentamos su muerte. Alain Touraine examinó, con paciencia y rigor, algunos de los grandes problemas de la sociedad. Vinculado a Europa y a América Latina, por razones de origen, intelectuales y afectivas, sus análisis ayudan a identificar y comprender –a escuchar– parte de los cambios de la segunda mitad del siglo XX como también procesos de más largo aliento.
Recipiendario, junto con Zygmunt Bauman, otro agudo sociólogo, el Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades en 2010, propuso pensar a la sociedad industrial dándole voz a sus actores, más allá del aspecto económico, que limitaba, según él, su comprensión cabal, con sus conexiones y contradicciones, por lo que era necesario estudiar a sus grupos, muestra de ello son sus estudios acerca de Solidarność, el sindicato obrero polaco que contribuyó al fin del comunismo en Europa, y de los movimientos de trabajadores, en general.
Interesado en los cambios globales, es considerado, en compañía de Daniel Bell, uno de los autores del concepto sociedad posindustrial. Como se puede apreciar, refiere a un estadio posterior a la industrialización en donde ha ocurrido una transición de carácter integral, ubicando a la mayoría de empleados en el sector terciario, haciendo protagonistas de esta nueva etapa a los grupos sociales con educación. Esto no significa que las desigualdades o las relaciones de opresión dejen de existir.
Así como en la vieja fábrica los conocimientos son importantes, en la política también cobran relevancia, dándoles un lugar significativo a sus poseedores para atender los asuntos públicos. Los administradores púbicos son sustituidos por los tecnócratas; incluso, los políticos “tradicionales”, corren la misma suerte.
De izquierda, pero sin dogmas. Se fue, a tres años de cumplir un siglo de vida, Alain Touraine, cuyo legado no sólo está en la reflexión sino en la inmersión en el campo. Sus trabajos in situ le ayudaron a construir la sociología de la acción.
Sus ideas enriquecieron –y lo seguirán haciendo en la medida que sigan siendo leídas y debatidas– a las ciencias sociales de este nuestro tiempo, uno convulso y confuso.