Alvarado, cmo hemos cambiado… / Ruperto Portela Alvarado

+ Después de 64 años, ya no soy el mismo
+ Quiero que me esperes algún día

Como dice la canción: ¡cómo han pasado los años…», y parafraseando al ex gobernador de Veracruz, Rafael Hernández Ochoa: «estamos y ya es ganancia». Cierto y veraz, ya que lo que venga tendrá que ser parte del complemento de lo que «bien» hemos vivido y tendremos que concluir con dignidad.
Por lo que a mí se refiere, nací un día –habrá de haber sido domingo porque para mí, todos los días son domingo—27 de marzo de 1951 y ya por este puente ha corrido mucha agua, al comenzar el medio siglo pasado. Fue en la casa número 33 que después fue 69 y ahora ni siquiera se su nomenclatura de la calle Francisco I. Madero de la Heroica, Generosa, Ciudad y Puerto de Alvarado.
Antes las mujeres no parían en sanatorios ni atendidas por «médicos especializados», sino por parteras y a mi madre Gregoria Alvarado Valerio la asistió en ese domicilio la inolvidable Socorro Palencia. Fui el quinto hijo de la familia Portela Alvarado que luego pasé a ser el «cuarto bat» del equipo y eso seguramente me dio la fortaleza para lograr algo en la vida.
Por todo eso me ha tocado ser testigo de los contrastes que se han dado –en el devenir del tiempo—en Alvarado. Ya no tenemos tren que «tomaba agua» en el barrio de la Fuente; tampoco panga ni ferry que cruzaba los ríos Blanco y Papaloapan desde Alvarado a Paso Nacional y, viceversa. Se acabó el Puerto Piloto que era base laboral y sustento de los alvaradeños. Se murieron mis personajes favoritos que recuerdo con mucha estima.
Erase por ejemplo el viejo Sareo que no sé si estaba tan viejo como lo veía con sus barbas blancas o yo era apenas un niño cuando lo conocí. Decían que Sareo con su báculo caminaba por las calles y vivía como ermitaño al final del barrio del Tigrillo.
Cuentan que un día, caminando por las calles de Alvarado, un perro le ladró y mordió a Sareo. Le dijo entonces: «el que tiene enemigo no duerme» y, precisamente alguna vez, Sareo sorprendió al mismo echado y dormido a la vez que le sorrajó un ladrillo en la cabeza, repitiéndole la frase: «te lo dije, el que tiene enemigos no duerme».
En otra ocasión, le dijeron a Sareo: –a que te adivino que comiste hoy. Dime, le respondió el aludido: –fideo, le respondió porque las señas las traía en las barbas. A lo que Sareo le contestó: ¡te equivocaste!, esos fue la semana pasada.
Ya no somos los mismos; pero el amor por la madre y la tierra que nos parió sigue igual en la cercanía o la distancia; aunque hayan terminado con el parque deportivo y acabado con el deporte tradicional de los alvaradeños, el béisbol. Ya no está Tobías Zamudio «El Campeón», para promover la selección Alvarado que jugaba en la Liga del Bajo Papaloapan. Ya no existimos en este deporte donde hubieron destacados representantes que ya habré de mencionarlos en comentario aparte y especial.
Cambiaron la cancha de básquetbol por una biblioteca a la que pocos asisten y menos ahora con la tecnología y el internet, pero que sin lugar a dudas todavía es necesaria. Ya no hay competencias atléticas inter primarias ni está el maestro Héctor Ruiz «Chical» que fue el gran hacedor de campeones alvaradeños como hace 40 años. El entusiasmo por el deporte pasó a ser un asunto de política.
Se acabó la pesca y como dijo una vez Pablito Coraje, «ya no queda ni la pepesca». Las márgenes del Papaloapan por el lado de Paso Nacional –donde antes era un regocijo nadar– son un lodazal y la contaminación acabó con las especies, inclusive con las almejas, la mojarra plateada y el chucumite que se pescaba a medio río. Y nadie hace nada por resolver el problema.
Ya nada es igual, pero como el amante ardiente, Alvarado, te seguiré queriendo y añorando los tiempos idos, que ya no volverán; solo espero y quiero que me esperes. RP@

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