Amalia de Castillo Ledn / Jose Antonio Molina Farro

«Nadie es más arrogante, violento y agresivo contra las mujeres que un hombre inseguro de su propia debilidad»
Simone de Beauvoir

El 17 de octubre de 1953 el Presidente Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales para que las mujeres gozaran de ciudadanía plena. Hace 65 años, en las elecciones federales de 1955 las mujeres acudieron por primera vez a las urnas para emitir su voto. Este derecho ya existía en elecciones municipales desde 1947. Pasaron 24 años para que en 1979 México tuviera la primera gobernadora estatal (Colima), Griselda Álvarez (q.e.p.d.) entrañable amiga con quien tuve la oportunidad de compartir responsabilidades con los también ex gobernadores de Sonora y Yucatán Samuel Ocaña y F. Luna Kan en el INEA, que a la sazón dirigía Javier López Moreno.
En esta importante conmemoración quiero rendir un homenaje a una  mexicana ejemplar, de incalculable valor, quien desempeñó un papel muy relevante en este gigantesco paso democrático, con un grupo de mujeres de la época, doña Amalia de Castillo Ledón (1898-1986), cuyos restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres. Primera mujer embajadora de México (Suecia, Finlandia, Suiza y Austria), primera mujer miembro de un gabinete presidencial como Subsecretaria de Asuntos Culturales con Ruiz Cortines y López Mateos, primera mujer en dar el Grito de independencia en Dolores Hidalgo, fundó el Ateneo Mexicano de Mujeres y el Club Internacional de Mujeres en 1932. Alimentó y moldeó el «feminismo de Estado», fue la mujer con mayor poder y visibilidad dentro de la élite política de mediados del siglo XX mexicano. Ganó espacios de influencia política con E. Portes Gil, Lázaro Cárdenas, Ávila Camacho, Miguel Alemán, López Mateos, Díaz Ordáz, Echeverría y, de manera tangencial, con López Portillo. Combatió el falso paradigma de que el ejercicio electoral de las mujeres y la defensa de sus derechos llevaría al abandono del hogar y la familia, creencia que aún hoy día prevalece en algunos sectores de la sociedad mexicana. Subrayó enfáticamente que la lucha no era contra el hombre sino contra un sistema opresor y machista, una referencia a que nuestras diferencias nos hacen fuertes en la lucha común por un México más justo. «El día que las mujeres ocupen puestos de altura en la administración pública, respaldadas por una mayoría  de mujeres y apoyen con su esfuerzo el bienestar común, ese día y sólo ese día, podemos decir que la mujer mexicana ocupa un sitio de dignidad social…Las mujeres integran la invisible mayoría en inferioridad. La mujer de hoy es un ser nuevo, actora del drama de los tiempos, testigo y víctima que demanda responsabilidades compartidas en el mundo dinámico del presente. Su hondura y su importancia como ser social, radica en su número, en su actividad, en su peso sobre la economía y la educación».
En lo personal abrigo la certeza de que los años por venir estarán definidos por el ascenso de las mujeres. Hoy día quién puede dudar que los países que mejor han combatido la pandemia y mitigado sus impactos negativos en sus economías están gobernadas por mujeres. Ni duda, las sociedades que han aprovechado el talento de hombres y mujeres son las más exitosas. En China el 40% de las compañías pertenecen a mujeres. En nuestro país estamos aún muy lejos, pero la tendencia al empoderamiento ahí está. No faltará quien me cuestione, pero cuando la fuerza física se vuelve un factor secundario de éxito, las mujeres han demostrado ser inteligentes, imaginativas, responsables y confiables. Su estilo de liderazgo tiende a ser más incluyente y consensual. La OCDE nos dice que mientras más grande sea el poder de las mujeres, mayor será el desarrollo económico. Mientras más grande sea la presencia femenina en la fuerza de trabajo, mayor será la capacidad de crecer y competir exitosamente. Hay una bella metáfora que nos recordó hace varios años Denise Dresser, «Van  a hacer lo que la bailarina Ginger Rogers le dijo a Fred Astaire: lo mismo que tú, pero con tacones altos».
«La mujer que inspira amor es una diosa, y merece culto como tal». Robert Graves

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