AMLO: Primer acto

Por Mauricio Sosa Lievano

En la historia política de México hay un patrón que se repite como una norma no escrita. La mayoría de los expresidentes terminó su retiro lejos del país, en un exilio obligado que funcionó como castigo silencioso por los excesos, errores o ruinas que dejaron detrás. Irse para no incomodar, irse para no enfrentar el juicio de la historia. Pocos, muy pocos, han tenido la legitimidad y la fuerza moral de permanecer en su tierra o volver a ella cuando así lo deciden. Ese solo hecho habla más que cualquier análisis público, revela la influencia que Andrés Manuel López Obrador conserva en la vida nacional y el arraigo profundo que mantiene con una base social que no lo ha soltado ni un día, incluso después de dejar el poder formalmente.

Con esa legitimidad como telón de fondo, López Obrador reapareció para presentar Grandeza, un libro que escarba en el corazón de nuestras culturas originarias, su legado arquitectónico, su cosmovisión, su sentido comunitario y la raíz más antigua de lo que somos. También desnuda el proceso de distorsión y violencia impulsado por los españoles durante la conquista, una herida histórica que se volvió narrativa dominante durante siglos y que aún hoy marca nuestra identidad.

Entre los hallazgos centrales del libro, sustentados en investigaciones de antropólogos e historiadores, destaca cómo los españoles manipularon deliberadamente la imagen de los pueblos originarios para justificar el exterminio y legitimar la imposición cultural. Tomaron hechos aislados y los transformaron en historia oficial, presentaron como “habituales” los sacrificios humanos y difundieron la idea de corazones arrancados como práctica dominante. Grandeza demuestra que esa versión fue profundamente exagerada y utilizada para sostener el argumento de que venían a “civilizar” a pueblos supuestamente sanguinarios y desalmados. Una falsedad que perduró durante siglos.

A partir de esta revisión crítica del pasado, López Obrador traza un puente hacia el presente; vincula los valores que regían a las civilizaciones prehispánicas con los principios que defendió durante su sexenio. Resalta uno en particular, la fraternidad como el hilo que conecta esa historia profunda con el “humanismo mexicano”, la filosofía política que estructuró su administración. Y más allá de la discusión pública, un dato permanece como evidencia de esa visión: más de 12 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza. Un cambio que no se presume, se vive.

Pero la reaparición de López Obrador no fue únicamente literaria. Fue un movimiento político calculado con precisión, diseñado para posicionar mensajes hacia los escenarios que podrían configurarse en los próximos años, marcados por tensiones económicas internas e intereses internacionales que buscan influir en las decisiones del país.

En ese tono, cuando comenta que se mantiene informado desde un celular sencillo al que solo le pone “recargas”, envía un doble mensaje. Reafirma la austeridad personal que ha defendido por décadas y, al mismo tiempo, deja claro que no necesita más de un par de días para identificar a quienes intentan desestabilizar al país. Es ironía pura, un dardo disfrazado de anécdota que exhibe a sus adversarios con sutileza y precisión.

Sin embargo, el núcleo de su intervención está en los tres motivos por los cuales rompería su retiro político. Tres líneas que, más que advertencias, son misiles dirigidos con coordenadas específicas:

1. Si la democracia está en riesgo.

2. Si persisten los ataques y el acoso mediático contra la presidenta Claudia Sheinbaum.

3. Si intereses extranjeros amenazan la soberanía nacional.

Son mensajes que solo puede emitir un liderazgo con arrastre real y fortaleza probada. Y los destinatarios están a la vista.

Por un lado, quienes desde las cúpulas económicas financian campañas mediáticas con el apoyo de poderes fácticos para generar una desestabilización interna al estilo de un golpe de Estado blando.

Por otro, los personajes que orbitan alrededor de Salinas Pliego, influenciados por figuras como Milei, Noboa o Bukele, que enarbolan el discurso del “orden” mientras normalizan la violación sistemática de los derechos humanos.

Y, finalmente, el mensaje más directo: Donald Trump, empeñado en justificar una intervención “necesaria” en México bajo el argumento del combate al crimen organizado, aunque detrás se asome la intención histórica de controlar territorios estratégicos y recursos naturales.

Nada de esto tomó por sorpresa a quien conoce el ritmo político de López Obrador. Desde junio, en una entrevista realizada durante el proceso de elección del nuevo Poder Judicial, ya había adelantado que presentaría un libro hacia finales de año. Como quien mueve una pieza de ajedrez exactamente en el momento indicado, recompuso en menos de cincuenta minutos la narrativa que la oposición intentó imponer.

Y este fue apenas el primer acto.

El segundo llegará el próximo año, con un nuevo libro dedicado a la historia política del país. Con esta reaparición milimétricamente calculada, quedó claro que su retiro no es retiro, es pausa estratégica, condicionada y consciente.

Lo que algunos quisieron presentar como alternativa, una coalición MCPRIAN debilitada y sin proyecto, quizá termine siendo apenas puntos suspensivos en el escenario nacional.

Para las nuevas generaciones queda una lección contundente: conocer la historia no es nostalgia, es estrategia. Es brújula. Es raíz y origen, pero también es visión futura. Es entender dónde se está parado para poder ir tres pasos adelante de los adversarios.

Por ahora, solo queda esperar el segundo acto de Andrés Manuel López Obrador.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *