Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

Buena compañera, la soledad

• Más vale solo que envirulado
• Lo bueno que la muerte avisa

Parece que nos hubieran alcanzado los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, en esta historia de inconciencia, irresponsabilidad, ligereza, injusticia, egoísmo, destrucción de la Madre Tierra, contaminación del agua, de la tierra, del aire, entre otras injusticias perpetradas por los seres humanos.
Llamémosle La Peste, concretada en un minúsculo asesino que arrasa, como si fuese una bomba atómica, con ricos y pobres, con blancos y prietos, con varones y mujeres, con todo ser humano descuidado, especialmente con ancianos que sufren del corazón, de los pulmones, de la presión arterial, de concentración o disminución de glucosa, con enfermedades que son terminales.
La Peste o el Nuevo Coronavirus COVID-19, misterioso justiciero que ha hecho estragos entre los seres humanos en este fatídico año de 2020, les ha hecho ver a quienes en estado consciente precisamente que están vivos aún.
Las minorías privilegiadas andan empavorecidas, traumatizadas, empanicadas, aterrorizadas.
Las clases medias, asaltando materialmente los supermercados y almacenes, comprando todo lo que ellos creen que se va a acabar con la bomba nuclear del coronavirus.
Los trabajadores, los pobres, los miserables, la inmensa mayoría de la población, buscando qué comer, como siempre, acostumbrados a la mala vida. A no comer o, si acaso, a malcomer. A no curarse. A vestir hasta donde les da el retazo. A morir de lo que sea, principalmente de enfermedades curables. Que mueran de coronavirus no es noticia para ellos.
Y nadie sabe que la muerte por coronavirus depende de nosotros. Hasta eso. La naturaleza no una asesina despiadada. Pide permiso para matar.
Y en esto tiene mucha responsabilidad la aceptación del ser humano de apartarse, de andar solo, de encerrarse en casa, si es que tiene casa, para no contagiarse; de trabajar en casa; de no abrazar (y menos abrasar), de no besar porque en cualquier momento puede estar en sus brazos alguien que está infectado de coronavirus y, en ese momento, comenzará la multiplicación de los virus y todo el mundo, más si son de la llamada tercera edad con todos los hándicaps en contra, será puesto in artículo mortis.
Pero la soledad no es mala compañera. Les cuento. Esta mañana desperté a las 5 y media. Me puse a meditar, a tomar conciencia del lugar, del momento, de la soledad, de mí, de quienes me rodean, de quienes me aman, de quienes yo amo. Luego revisé, en el celular, las primeras noticias de la jornada; me paré; puse a hervir agua para el te que me trajo de China mi hijo (él no estuvo en Wuham); puse a freír cuatro tiras de tocino (tocineta, le dicen algunos) y, luego, a freír un par de huevos. Les eche salsa de tomate verde sin pecante. Desayuné. Y me senté a editar la página de noticias y a planear el tema de la columna de mañana martes. Íngrimo y solo. Sólo yo y mi alma. Muy bien acompañado por la soledad. Solidaria compañera porque hace que me dé cuenta.
Es muy importante para nuestra suerte, la nuestra y la de los otros, que dejemos el egoísmo a un lado del camino; que pensemos en nuestras alteridades. En esto, qué bueno que apareció el Nuevo Coronavirus COVID-19. Para hacernos despertar de la inconciencia en que vivimos desde que nacemos.
El otro día les conté cómo veo a los ríos de personas que caminan por la avenida más populosa de la Ciudad de México (Eje Central), que no dejo de llamarle San Juan de Letrán. Van como autómatas, como ausentes, caminan sin saber dónde pisan sus pies; no escuchan a nadie, van con las orejas tapadas como mulos; no oyen a nadie y pareciera que vagan sin rumbo ni destino. El coronavirus los ha puesto alertas, si no a todos, sí a la mayoría.
Ahora, con la espada del coronavirus amenazando nuestra cabeza, tenemos que hacer cambios profundos en nuestra vida.
En fin, como dice el colega español Francisco Rafael Pascal, de Religión Digital: Al margen de consideraciones «conspiratorias» y demás incidencias sociales y políticas a nivel global, que el tiempo se encargará de analizar, este «virus global» es otro, o uno, de los «jinetes del Apocalipsis», que llama a los humanos a despertar del sueño (bien se denomine americano, tecnológico o económico) y un estímulo a trabajar juntos y colaborar para compartir proyectos para sobrevivir y mejorar la calidad de una vida integral humanamente hablando.

Crédito del cartón: Agustín de la Torre

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *