Más de la hipocresía panista
• Agredirían sexualmente hasta a su madre
• Comisión de la Verdad para atacar corrupción
Me avergüenzo de que mis antepasados hayan decidido anexarse a un país, en donde lo menos que se respeta es la dignidad humana (y eso que he aprendido a amar a este país llamado México), donde la violación de los derechos humanos, el atraco del erario, el robo a las arcas nacionales, la discriminación, el racismo, la abismal desigualdad sean parte fundamental de la filosofía de vida del mexicano. Ah y la violencia en contra de las mujeres, auspiciada desde las cúpulas.
Causa indignación a cualquier bien nacido. Yo a veces creo que, como periodista que ha visto mucha agua putrefacta correr por las venas de México, he perdido la capacidad de asombro. Sin embargo, cuando miro que la policía, el más bajo escalón de la escalera humana, se ensaña contra manifestantes, y particularmente mujeres, y hasta las desnudan y muchas veces las violan, se me revienta el hígado, se me salta el corazón, físicamente, materialmente, no es ninguna figura literaria.
Así me ha ocurrido desde que tengo memoria y más ahora que ya friso las tres terceras partes de un siglo, un año más viejo que el inolvidable Raúl Moreno Wonche, doctor de profesión, pero dirigente obrero y periodista por vocación, que acaba de partir a la gran terminal. Así que biológicamente estaría yo a las puertas de dejar este mundo matraca.
A esta esta edad me sigo encabritando cuando veo a un genízaro golpear a un manifestante, sea mujer o varón. Pero cuando veo a una mujer vejada en plena calle, a la luz del día, recuerdo a mi madre, a mis hijas, a mis amigas que han tenido que soportar la violencia feminicida de los cuerpos policiacos, ejercitados, entrenados para reprimir a quien levante la cerviz y grite su dolor, su inconformidad ante la injusticia de quienes deben de ser sus aliados porque son sus empleados: las «autoridades».
Lo que ocurrió el sábado 22 en la cosmopolita ciudad de León, tierra de mi amiga y admirada colega Angélica García, es digno de la condena generalizada e inclusive de la renuncia de las autoridades municipales, que no tienen la capacidad ni de controlar a sus cuerpos policiacos que, supuestamente, tienen que reaccionar (no responder porque no son seres racionales) a una sola palabra, una orden del superior.
Pues ese día, un grupo de mujeres jóvenes marchó por las calles leoneses (de autoridades ¿leoninas?) con el objetito de poner a la vista de todos la violencia sexual ejercida por policías municipales en contra de una joven, precisamente no en lo oscurito, sino en las inmediaciones de la caseta de policía de la Plaza del Expiatorio, en el mero centro de la ciudad, a la vista de todo transeúnte que caminaba enfrente de donde los esbirros de Héctor López Santillana, esbirro mayor que encabeza el «H. Ayuntamiento», reprimían a la mujer.
Pues como lo denunció la senadora Malú Mícher, la reacción de la policía ante la marcha fue actuar con más violencia sexual, con más detenciones arbitrarias e, incluso, con uso desproporcionado de la fuerza, ya que se realizaron 23 detenciones arbitrarias bajo el argumento de que las manifestantes habían «cometido infracciones al Reglamento de Policía y Vialidades». Púchales, ese reglamento debe de ser la palabra de Dios escrita en los libros sagrados de las grandes religiones.
La senadora recogió testimonios de violencia sexual e incluso de tortura sexual en contra de algunas jóvenes manifestantes por parte de los changos vestidos de policías.
Y de nuevo la hipocresía de los panistas. Guanajuato está desgobernado por uno de ellos. Son realmente falsos estos panistas de la actualidad. Ya los viera don Manuel Gómez Morín o el profe Alejandro Avilés Inzunza y otros preclaros varones que, siendo conservadores de ideología, fueron humanistas respetuosos de sus alteridades. Pues hablando de hipocresías, el pasado 8 de marzo, los gobiernos encabezados por el PAN se sumaron a las protestas feministas para denunciar la violencia contra las mujeres y niñas en el país. Dicen una cosa y hacen todo lo contrario. Si los conoceré. Tiran la piedra y esconden la mano.
A desfondo: En verdad no sería nada descabellado crear una Comisión de la Verdad para vigilar las investigaciones de corrupción, como lo ha sugerido el zacatecano Ricardo Monreal Ávila. Y yo digo que habría que comenzar con exigir que se haga transparente la investigación de la Fiscalía en torno del comportamiento del hermano presidencial, pillado recibiendo un sobre amarillo, presuntamente cargado de una bomba de, dicen, un poco más de un millón de pesos, de parte de un empleado, en aquel entonces (2015), del desgobernador corrupto, Manuel Velasco Coello que parece dedo chiquito de don Andrés. La tal comisión de la verdad serviría, también, para cumplir con las exigencias ciudadanas de profundizar y acompañar las investigaciones sobre corrupción y otros delitos en el país.