La reconstrucción del país después del movimiento revolucionario de 1910 significó acometer una tarea excepcional. Se trataba de rehacer un pacto social basado en la confianza mutua y la fe en un promisorio futuro. Ante ello, mujeres y hombres, con una voluntad firme y la ambición de un país mejor, decidieron edificar instituciones. La primera, fundadora, la Constitución de 1917, piedra de toque de la nueva sociedad.
De esta forma, la Revolución puede ser considerada como el segundo parto de México en la medida que cimbró el orden establecido, emancipó a las masas y permitió crear un horizonte con derechos y dignidad. Para materializar tales, las instituciones de la posrevolución resultaron determinantes.
Fue en 1943 cuando, en un contexto de guerra mundial, durante el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, se publicó la Ley del Seguro Social. Con dificultad, el proyecto empezó a levantar el vuelo para cumplir con su destino: la protección de la población. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) empezaba a escribir su historia que, después, sería una historia compartida con cientos de miles de personas.
En la actualidad, el instituto es motivo de memes, videos en TikTok, chistes y críticas, pero también objeto de reconocimiento y gratitud. Es más que un ente gubernamental. Significa uno de los mejores proyectos en la historia mexicana –el otro es, me parece, la Universidad Nacional, además, están íntimamente ligados– que, desde su fundación, nunca se ha detenido y cuyo personal, fácilmente identificable por el verde y blanco de su uniforme y por su escudo –que abraza y protege a las familias–, va hacia donde nadie quiere ir, llevando los servicios médicos, así sean básicos, a la población.
El IMSS ha enfrentado las expansiones demográficas y las transiciones epidemiológicas y los problemas derivados de ambos. Además, ha padecido a ratos, sin justificación y pareciera que con dolo, incertidumbre en su viabilidad. En la inmensa mayoría de estas coyunturas, por no decir todas, ha salido victorioso, aunque, ciertamente, debilitado.
Una institución como esta, por su historia y envergadura, no puede quebrar ni privatizarse. Al contrario, es obligación y compromiso del Estado asegurar su permanencia en las mejores condiciones. Requiere de todo el apoyo de los gobiernos y de la sociedad. Ésta última debe aquilatar sus servicios y defenderla de aquellos que busquen destruirla.
La celebración de un aniversario más nos recuerda que el instituto no sólo es medicina, es investigación y docencia, arte, vivienda, pensiones, centros de desarrollo y convivencia, campos deportivos; en fin, la seguridad social en el sentido más amplio.
El IMSS cumple 80 años. Las mexicanas y los mexicanos debemos sentirnos orgullosos de una institución tan noble al servicio de la patria.