Aprenden mujeres a rastrear a sus familiares desaparecidos ante la ausencia del Estado

Ellas comprendieron de los espacios que se usan como fosas, aprendieron de leyes para otorgarle seguridad y justicia mediante lo legal a sus familias, exigieron esa misma justicia para la permanencia de la memoria de sus familiares

María Esparza Quintana / Cimac Noticias 

Ciudad de México. Desaparecer en el contexto actual, es un acto público, nunca es una acción autodeterminada. Cuando sucede, es por mano de otros y en forma obligada, con motivación de sometimiento, e impunidad. Desaparecer en este país muestra un total ejercicio de poder como históricamente es siempre, a través del miedo y la violencia.

La desaparición es una de las problemáticas más importantes en el país y parte de la agenda gubernamental del actual sexenio. Para el Estado, la desaparición tiene un rostro masculino, el informe nacional de fosas y personas desaparecidas y no localizadas, muestra que, desde la década de los 60 hasta diciembre del año pasado, el número incrementó de 40 mil 180 a 61 mil 637 personas en calidad de desaparecidas, donde 15 mil 835 son mujeres.

Quienes buscan y encuentran mayoritariamente, son las madres, hijas y las esposas. Ellas comprendieron de los espacios que se usan como fosas, aprendieron de leyes para otorgarle seguridad y justicia mediante lo legal a sus familias, exigieron esa misma justicia para la permanencia de la memoria de sus familiares. Se enseñaron unas a otras a buscar y encontrar. Lideraron férreamente y algunas, lograron hacer una estructura de cómo es la búsqueda en México de personas desaparecidas.

Las primeras mujeres que rastrean

Mirna Nereida es la cabeza de uno de los grupos de búsqueda reconocidos del país y el extranjero: Las rastreadoras del fuerte de Sinaloa. La vida de defensora, experta en rastreo y búsqueda comenzó el 14 de julio de 2014, cuando su hijo, Roberto Corrales fue llevado de manera forzada, en su trabajo y sin motivación alguna.

Desde las redes sociales se movilizó y logró formar alianzas con medios de comunicación y otras mujeres que tenían familiares desaparecidos, formando primero el grupo «Desaparecidos de El fuerte, Sinaloa».

Los procesos de las mujeres en la búsqueda se construyen primero desde su familiar ausente, conforme el tiempo pasa y las colectividades se crean, la fuerza y permanencia en su búsqueda les da un sentido de identidad. Muchas crearon grupos de lo impersonal para después nombrarse y reconocerse a sí mismas como las que rastrean, buscan, caminan o luchan; como las madres, hijas o esposas unidas. En el caso de Sinaloa, las mujeres de El fuerte, serían llamadas por Javier Valdez por su manera de buscar, «Las rastreadoras».

Nereida se hizo conocida en la región y después en todo el país. La forma de contactarla es pública, gracias a ello, desde que comenzó su búsqueda, recibe llamadas anónimas sobre fosas clandestinas o cuerpos expuestos.

Así es como se busca en Sinaloa, ante la llamada anónima. Mujeres del grupo salen a identificar la zona, después un domingo o miércoles, rastrean y en la mayoría de sus casos; encuentran. Cuando no hay llamada alguna, las integrantes salen aún así a revisar zonas donde hay posibilidad de encontrar alguna osamenta.

«Vamos y buscamos. Si no encontramos no importa, porque eso significa que ya marcamos un lugar menos para buscar.»

Nereida, madre de desaparecido

Sinaloa también ocupa uno de los lugares con más personas difuntas identificadas. Tras pláticas con el gobierno, las rastreadoras propusieron un laboratorio genético para el estado, en 2016, tuvieron ese mismo laboratorio y Mirna, asegura que es una condición obvia la identificación de personas gracias a los grupos de búsqueda y la presión política. Al encontrar a su hijo Roberto, no dejó el grupo, siguió buscando a lado de sus compañeras.

«Creo que es mi deber buscar y también acompañar a mis amigas porque ellas me ayudaron a encontrar a mi hijo y lo menos que podría hacer es ayudarle a encontrar los suyos».

La memoria como lucha

Para los grupos, lo más preciado es conservar a la persona ausente, aunque sea solo en la imagen. La permanencia de la memoria en lo artístico, brinda un recuerdo más humano a las familias.

Así, por medio de los murales, la proyección de fotografías en espacios públicos y el bordado, las mujeres que forman los grupos de búsqueda exigen justicia y el no olvidar que aquellas y aquellos que no están no son solo cifras.

El colectivo «Hasta encontrarles CDMX», vio necesario impregnar los rostros de las hijas y madres desaparecidas en murales, como forma de denuncia visible y precisa para informar a cualquiera que pase por esos lugares.

El colectivo es el primero en la Ciudad y la mayoría de los casos son de mujeres desaparecidas. Sin embargo, buscar aquí solo puede realizarse desde la exigencia de justicia, debido a lo complejo y caótico del espacio, pero sobre todo, a que el gobierno de la CDMX conserva un imaginario pulcro de civilidad, y no afronta la desaparición ni la violencia como parte de sus problemáticas a resolver.

«La fiscal (Ernestina Godoy) dice que va a hablar con nosotros, pero cuando es así, no le interesa. Dice que hay cosas importantes también que hacer. ¿Entonces nosotros no somos importantes?» Dice Aidee Hernández, integrante del colectivo y madre de Natali Carmona Hernández, que desapareció el 27 de enero del año pasado rumbo a Puebla, con su pareja.

Aidee junto con otros integrantes, plasmó el rostro de su hija, afuera de su casa en San Lorenzo Tezonco de la Alcaldía de Iztapalapa.

Los rostros son pintados en los últimos lugares de los cuales se tiene conocimiento antes de que desaparecieran a sus familiares; fuera de sus casas, en un evento social, al salir de su trabajo rumbo a sus casas.

En la Avenida Insurgentes sur, rumbo a la Carretera Federal a Cuernavaca, está plasmada la cara de Pamela Gallardo Volante, que desapareció en noviembre de 2017, en un festival de música electrónica, acompañada de sus amigos y pareja.

María del Carmen Volante, su madre, es integrante del grupo y busca por medio de la exigencia de justicia. «Imagínate si pintáramos en todas las paredes de aquí. La Ciudad de México estaría llena de caras de personas desaparecidas», explica.

Bordar para recordar

El bordado es utilizado por las madres como una herramienta que expone y otorga un nombre y rostro de las personas que ya no están. Así, como en Latinoamérica ya se habían realizado bordados colectivos, para los grupos de búsqueda en México, es igual.

En Michoacán, el grupo «Familiares caminando por justicia», borda los días 30 de cada mes en la plaza de armas de Morelia. En retazos de tela, cosen los nombres y rostros de quienes se ausentan ahora en sus casas. Para ellas, bordar es un recordatorio a no olvidar a las y los ausentes, pero también es una manera de procesar su dolor con las demás e informar a la comunidad que la desaparición es real, existe y a cualquiera puede pasarle.

El nombre del grupo se formó gracias a Fabiola Rayas Chávez, artista plástica que mediante la fotografía y el performance, mostró junto con las madres, hijas y esposas del grupo, los recorridos habituales de sus familiares desaparecidos. Fabiola también documentó la ausencia de las personas desaparecidas en fotos familiares.

Laura Orozco Medina junto con su madre fueron parte de esas fotografías familiares. Debido a un conflicto de intereses sobre el terreno aguacatero que la familia tiene y trabaja, su padre Leonel Orozco Ortiz y sus hermanos Moisés Orozco Medina y Leonel Orozco Medina, fueron amenazados y posteriormente, desaparecidos.

José Ivan Orozco Medina, su hermano, fue parte de la búsqueda, pero en 2018 fue herido en una emboscada en auto y el año pasado, falleció.  Laura quedó a cargo del ingreso económico de su familia y de su mismo proceso legal.

Su motivación se concentra en ayudar a su familia y otorgarles seguridad y bienestar. Actualmente, atiende los casos de las madres, esposas e hijas del grupo para que puedan resolverse sin ninguna revictimización o dolor para ellas y sus familias.

Etapas de una búsqueda

Jocelyn e Irma Orgén Calderon, son defensoras y buscadoras. Fundaron la asociación «Uniendo Cristales», donde brindan acompañamiento psicosocial en el trayecto de aquellas y aquellos que buscan a sus familiares desaparecidos.

A partir de la desaparición de su padre Marco Antonio Orgén Maldonado, en noviembre de 2013 en el poblado de Huauchinango, Puebla, establecieron, junto con especialistas, las etapas que pasan las familias al buscar. Desde la desesperación, el panorama de esperanza en donde las fiscalías parecen colaborativas y activas, para luego, las familias ante el cansancio de la falta de información y participación de las autoridades, decidan buscar por su cuenta, solos o con un grupo de búsqueda.

Las hermanas Orgén trabajaron desde su dolor y a partir de ello, decidieron ayudar a otras personas para que no pasaran por las mismas situaciones revictimizantes en sus búsquedas. Se dieron cuenta de que las familias viven otro tipo de desapariciones más, cuando la ausencia de las que buscan en el círculo familiar se acrecienta, cuando las autoridades pierden los cuerpos de los familiares u obstaculizan las búsquedas.

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