Aquí nos tocó vivir / Eduardo Torres Alonso

La frase demuestra una realidad, un hecho: el lugar en donde uno está y se desarrolla. Parecería una situación inmodificable, pero entraña, me parece, la energía para cambiar. “Aquí nos tocó vivir”, suena a resignación, con ecos de tristeza y sacrificio, pero también hay valentía y coraje, esperanza. Eso nos lo mostraron los que, por minutos, tuvieron un lugar en donde ser escuchados.

Cristina Pacheco, la periodista que el 21 de diciembre de 2023 falleció, hizo protagonistas a los que en los sonidos de la cotidianidad perdían su propia voz. El trabajo que ella realizó durante décadas capturó las historias, las emociones y la esencia de los habitantes de la Ciudad de México. Uno puede cuestionar que ella sólo se centrara en la capital del país, viendo a esta megaurbe como el centro del mundo, pero cómo oponerse a esa decisión si Pacheco amó las calles, las avenidas, los edificios y las plazas de la que es conocida como la Ciudad de los Palacios. El centro de su mundo era la Ciudad de México. Cada quien tiene el suyo.

Recorrió pasillos, subió escaleras, entró en vecindades, probó guisos, mas sobre todo escuchó. La gente de a pie encontró en ella a una persona interesada en saber qué hacían y quiénes eran. Lejos de pretensiones intelectuales o filosóficas, las preguntas que Cristina Pacheco formulaba abordaban la vida y las actividades diarias, las que a la gente le resulta importante porque de estas dependen. A ella, le interesaba la gente.

En los programas transmitidos por Canal Once del Instituto Politécnico Nacional, los capitalinos y los habitantes de otros lugares identificamos las narraciones que hacían los entrevistados con las historias de nuestros familiares e incluso con nuestra propia existencia. La fuerza de lo cotidiano nos arrastra y en ella nos encontramos. De repente, el panadero de la calle de República de Uruguay, era el panadero de la colonia en donde vive la tía Amelia; el taxista que tiene un sitio en la calle de Durango, era la compadre Matías que hace poco terminó de pagar su coche para el mismo fin. La cajera de Dulcería de Celaya, en el Centro Histórico, era Ana, la hija que trabaja en el Oxxo.

Ella registró y divulgó la identidad de una parte de los habitantes de la Ciudad de México; con ello, detalló los contornos de los rostros y la profundidad de las emociones, las veredas luminosas y las noches frías de la vida de unos, que somos, en realidad, somos todos. Muy pocos programas en la televisión privada y pública hay con el sello de pluralidad, empatía y respeto como el que ella encabezó durante 45 años.

Hace poco más de un mes se fue Cristina Romo Hernández, la niña que se bajó del tren procedente de San Felipe “Torres Mochas” para forjarse un futuro; la que se volvió Cristina Pacheco, doña Cristina, la entrevistadora tocó el corazón de México.

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