Bernadette y Claudia / Eduardo Torres Alonso

“La política no es terreno de mujeres”, se decía y se creía. Eso fue realidad hasta hace poco tiempo, pero no porque ellas no tuvieran el deseo ni las capacidades para participar de y en la política, sino porque tenían frente a sí un muro difícil de superar establecido por los hombres que asumían su práctica como propia.

La historia ha mostrado –y las nuevas investigaciones con una perspectiva de género y feminista siguen revelando– las formas en que la política –en sentido amplio– fue construyéndose para rechazar y excluir a las personas que biológicamente no fueran varones y que, aun siéndolo, no adoptaran los patrones de conducta, comportamiento y pensamiento hegemónicos considerados masculinos. Los derechos sólo eran para ellos. Las responsabilidades, para ellas. Ellos dominaban. Las sumisas eran ellas. La voz para ellos. El silencio para ellas.

Pero en el transcurso del devenir del planeta han existido mujeres que, enfrentándose a lo establecido, y con estrategias y tácticas que pueden coincidir o no, han superado el muro, traspasado los linderos del mundo privado al mundo público y hecho escuchar su voz, poner en práctica sus ideas y ser un ejemplo de que también pueden hacerse cargo de la cosa pública; incluso, mejor que sus pares masculinos. Por supuesto, esta “intromisión” ha sido a contracorriente. Incluso, la familia se ha opuesto. No se diga el marido que ve en la esposa la guardiana del hogar, y no a una protagonista activa, enérgica, decidida, laboriosa, con convicciones, independiente, fuerte, con ideas propias y con voz clara.

La primera dama de Francia de 1995 a 2007, Bernadette Chirac, tuvo que hacer mucho para que su voz se escuchara y que su presencia no pasara desapercibida a pesar de haber acompañado al presidente Jacques Chirac durante su mandato, y haber contraído matrimonio con él en desde 1953.

Ella ha vuelto a estar en la conversación pública merced la película que lleva su nombre (2023), dirigida por Léa Domenach. Catherine Deneuve es la actriz que la recrea y muestra lo que tuvo qué hacer para revelarse como una política a la que nadie, ni su familia, los hombres del poder y los medios de comunicación la tomaban en serio.

Al ganar las elecciones francesas, en 1995, se ve en la película, Chirac sale al balcón para agradecer a sus votantes; ella no puede asomarse. Es relegada del brindis protocolario. Tiene que aceptar la infidelidad de su esposo. Eran las reglas de la época. La imposición de la obediencia. Sin embargo, el gobierno de Chirac y él mismo le debe mucho al agudo sentido de realidad de Bernadette que, próxima a los electores de Corrèze, departamento francés de donde fue consejera, advertía los cambios de la intención partidista de la ciudadanía y los riesgos que entrañaban algunas decisiones del gobierno de la República.

Poco a poco, con el concurso de asesores, medios de comunicación, deportistas y artista, y Karl Lagerfeld, se hizo notar con acciones de política social que pronto atrajeron la atención de la sociedad. Hoy, puede decirse que ella es la ex primera dama más influyente en la historia reciente del país galo. Dejó atrás el rol pasivo que tradicionalmente asumieron las esposas de los presidentes.

Por su parte, Claudia Sheinbaum acaba de asumir la titularidad del poder Ejecutivo federal. Por primera vez, hay una presidenta constitucional en México. A diferencia de Bernadette Chirac, ella no tiene que hacerse notar. Es el centro de la política nacional, pero es necesario que afiance su mando. En México y Francia la igualdad entre mujeres y hombres ha tomado carta de naturalización en la ley, pero aún existen resquicios de machismo. No será fácil para los hombres que aún creen que las mujeres deben estar en su casa, ver a diario a una de ellas tomando decisiones de la más alta responsabilidad.

La señora Bernadette, aunque no ocupó un cargo de primera línea en la política francesa, hizo mucho por las mujeres de su país y más allá de las fronteras: volverse autónoma y saber que tiene una voz propia fueron parte de su legado y su ejemplo. Claudia Sheinbaum, por su parte, ocupa la máxima magistratura nacional. Puede hacer mucho. Ella lo sabe, tiene presencia y voz.

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