Biden endurece su política migratoria / Claudia Sheinbaum

A pesar de ser uno de los primeros mandatarios en felicitar a la presidenta electa Claudia Sheinbaum y enaltecer el espíritu de asociación y amistad entre países, Joe Biden decidió hacer una apuesta política riesgosa que nos atañe. Cinco meses antes de las elecciones presidenciales ha anunciado el cierre de la frontera para migrantes indocumentados con tal de ganar simpatías entre votantes fuera de su partido y disputar a Trump la narrativa sobre el tema.

“No tengo opción” aseguró el demócrata al recordar que en enero había impulsado un acuerdo bipartidista en el Senado para arreglar el sistema migratorio que considera roto y que no salió adelante por consigna de Trump. Ahora ha decidido avanzar por cuenta propia. El mandatario vive uno de sus momentos más bajos de popularidad con el 39% debido al conflicto en Medio Oriente, la inflación y la crisis migratoria, un respaldo que es especialmente bajo entre votantes independientes.

A partir de este martes, se sellará la frontera sólo si se rebasan los 2 mil 500 cruces diarios irregulares durante una semana, también se limita la posibilidad de asilo y se deporta de inmediato a aquellas personas a las que se niegue esa protección, algo que me parece grave. Entre octubre de 2023 y el pasado abril la Patrulla Fronteriza reportó 2 millones de detenciones, un promedio mensual que supera las 11 mil.

Al entrar en vigor la medida, se otorgan facultades a sus agentes para decidir si rechazan o no a una persona solicitante de asilo durante una primera entrevista, cuando antes eran canalizados a un juez de migración para una audiencia que podía tardar meses. La Casa Blanca afirma que no se verán afectados los menores no acompañados o las víctimas de tráfico de personas que en su mayoría son mujeres.

Al cerrar el derecho a pedir asilo, Biden manda un mensaje político de mano dura a electores inconformes con su ambigüedad, aunque al mismo tiempo se distancia de otros; ya de por sí, el apoyo militar que ha brindado a Israel ha generado una ola de rechazo entre potenciales electores jóvenes y universitarios.

Quienes provengan de México, Cuba, Haití, Nicaragua o Venezuela y no sean admitidos, serán expulsados a nuestro país. Aquellos que lleguen de Colombia o Ecuador serán repatriados en vuelos chárter. El tapón fronterizo incrementará la presión para México y la efervescencia social que ya se vive en ciudades como Juárez, Piedras Negras y Tijuana.

Hace una década, Barack Obama cargó con el estigma de ser llamado el “deportador en jefe” por el número de personas que eran detenidas y expulsadas sin siquiera acudir a una audiencia. Ahora, el decreto de Biden viola abiertamente el derecho de asilo especialmente de los que huyen de la violencia criminal en sus países de origen.

Los demócratas se corren a la derecha con esta decisión que es de difícil pronóstico electoral. Está por verse si Trump doblará la apuesta ante el anuncio de su adversario y propone reglas más severas para agitar a sus potenciales votantes durante la campaña. En cualquier caso, el futuro gobierno mexicano tendrá que lidiar y hacer frente a un asunto que genera tensiones permanentes en la relación bilateral y retos enormes que deben ser atendidos con apego a los Derechos Humanos, en particular en la zona fronteriza.

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