En numerosos países, los padecimientos mentales ocupan el primer lugar de la morbibilidad de los profesores. En el mundo preCOVID estudios mostraron que de siete a 37 por ciento de los docentes universitarios podían presentar ansiedad, y de ocho a 52 por ciento depresiones; esas cifras se incrementaron con la pandemia
Aquínoticias Staff
La docencia es potencialmente riesgosa para la salud mental, según la Organización Internacional del Trabajo. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura considera a esa profesión como una actividad ambivalente, donde se puede generar bienestar y malestar; en tanto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos señaló la importancia de atender ese aspecto si se quiere calidad en la enseñanza.
Durante el evento Día de la salud mental de las y los docentes universitarios –realizado en ocasión del Día mundial de la Salud Mental–, se estableció que en los últimos años los educadores perdieron drásticamente la ilusión en el trabajo; se incrementó la indolencia y la culpa, y aumentó la presencia del síndrome de desgaste profesional, también conocido como burnout.
En esta actividad académica –organizada por el Centro de Formación y Profesionalización Docente de la UNAM–, Melchor Sánchez Mendiola, titular de la Coordinación de Universidad Abierta, Innovación Educativa y Educación a Distancia (CUAIEED), dijo que cada vez es más aparente, y sobre todo con la pandemia, que se requiere atender la situación mental de los docentes. Hay abundante investigación que refiere que el bienestar del mentor se asocia con el del alumno.
Con el interés de promover la educación en salud mental para facilitar el autocuidado y tranquilidad del profesorado, se efectuó en la Universidad Nacional el evento, donde se contó con el apoyo del Comité Técnico para la Atención de la Salud Mental de la Comunidad de la UNAM.
Esperamos, recalcó Sánchez Mendiola, “que esta sea una chispa que detone un proceso en el cual todos nos veamos relacionados, y que tenga un efecto de bola de billar entre los docentes, muchos de los cuales sufren en silencio un padecimiento mental”.
A su vez, el coordinador de Profesionalización Docente de la CUAIEED, Guillermo Martínez Cuevas, recordó que la Organización Mundial de la Salud estableció el 10 de octubre como el Día Mundial de la Salud Mental, a fin de concientizar acerca de esta problemática: en 2019, una de cada ocho personas, es decir, cerca de 970 millones, padecían un trastorno mental. Los más comunes son la ansiedad y depresión, que en 2020 aumentaron de manera considerable debido a la pandemia, con incrementos estimados en 26 y 28 por ciento, respectivamente.
Aunque existen opciones eficaces de prevención y tratamiento, la mayoría de quienes los padecen no tienen acceso a atención efectiva y varios sufren estigma, discriminación y violaciones de derechos humanos, abundó el universitario.
“La docencia es un dar continuo: clases, conocimientos, experiencias, tiempo, a sí mismo. A veces uno encuentra eco en los estudiantes y existe satisfacción, cariño y reconocimiento; sin embargo, no suele decirse que también es potencialmente riesgosa para la salud mental. Desvelarse, preparar clase, calificar, resolver conflictos con los estudiantes y entre ellos, enterarse de las experiencias difíciles que les toca vivir a los alumnos, recibir una recompensa que no se percibe equilibrada o justa con respecto al esfuerzo empleado; todo ello produce un desgaste que afecta a los profesores”.
“Nuestro objetivo es que tomen conciencia de la necesidad de cuidarse, de integrar a su rutina diaria hábitos de autocuidado para incrementar su bienestar y así ser mejores en su actividad porque, como dice la OMS, no hay salud, sin salud mental”, afirmó Martínez Cuevas.
Condiciones de exigencia
En la conferencia inaugural, Salud mental docente, la profesora en el área de Psicología en la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza (FESZ), de la UNAM, Sara Unda Rojas, expuso que el estrés y el síndrome de burnout son antecedentes de alteraciones de la salud mental.
Aclaró que es un estado de bienestar mediante el cual los individuos reconocemos nuestras habilidades, hacemos frente al estrés normal de la vida y trabajamos en forma productiva y fructífera para contribuir a nuestras comunidades. No obstante, en los profesores a menudo se deteriora.
Algunos resultados de un estudio que he realizado en docentes, refirió, indican que las mujeres presentan mayor desgaste psicológico e indolencia; las personas sin pareja tienen menor ilusión y mayor insensibilidad con sus estudiantes. En tanto, los profesores que cuentan con mayor ilusión son los del turno vespertino; y mayor desgaste, los del matutino. Los maestros de primaria tienen más desgaste, y los de secundaria mayor desinterés.
A su vez, el profesor universitario también cambió; en ese ámbito se genera malestar y desgaste, además hay bajo reconocimiento social. Se trata de un trabajo supervisado, evaluado para lograr la calidad, pero eso puede generar dificultades para los mentores, como una relativa pérdida de autonomía. Asimismo, se incrementó la carga académica, hay modificaciones curriculares continuas, y una cantidad importante de estudiantes y grupos a cargo.
También deben ser exitosos, tener reconocimientos nacionales e internacionales, conseguir financiamiento para sus proyectos, dar clases frente a grupo y tutorías, manejar las tecnologías de comunicación e información, presentar resultados, etcétera.
Hay que responder a esas condiciones de exigencia; pero eso tiene repercusiones como generar dificultades, sobrecarga, un clima que poco favorece la solidaridad, problemas con los jefes y supervisores, etcétera. Aunado a ello, las jornadas laborales siempre rebasan la condición de lo establecido, enumeró Sara Unda.
Esta situación produce reacciones emocionales negativas, agresividad y repercusiones en la salud mental. El síndrome de burnout que sufren varios docentes es resultado de la exposición al estrés laboral crónico. No se da de un día para otro, es un proceso que supone una serie de etapas que se manifiestan en deterioro cognitivo, afectivo y actitudinal, en la pérdida de la ilusión por el trabajo, agotamiento y desgaste emocional, y la indolencia “que nos hace sentir mal, porque no somos así”.
Dichas afectaciones rompen el sentido de eficacia, esencial en la enseñanza, y generan dificultades de memoria y para procesar información. El burnout se asocia con problemas de sueño, somnolencia y fatiga, condición relacionada con trastornos ansiosos y depresivos, explicó la especialista.
Para enfrentar esta situación –prosiguió– es necesario que las instituciones promuevan un programa de bienestar sustentado en la evaluación y diagnóstico de las condiciones que propician el estrés y ese síndrome, y establecer medidas de corte organizativo, grupal e individual.
Asimismo, regresar a un clima solidario, con grupos de apoyo; fomentar la colaboración y no la competitividad, evitar el aislamiento y establecer condiciones favorables para hacer frente a casos de estrés y desgaste, aseveró en la sesión a distancia en la que también estuvo Ana María del Pilar Martínez Hernández, directora de Innovación Educativa, Desarrollo Curricular y Formación Docente de la CUAIEED.