Caso MVS-Aristegui, ejemplo del Mexico real / Hector Estrada

El complicado balance entre el ejercicio periodístico y la administración de los medios de comunicación como empresas supeditadas a los presupuestos o presiones gubernamentales tienen en el reciente rompimiento laboral entre la periodista Carmen Aristegui y la empresa MVS un claro ejemplo de lo que sucede a menudo en todo México.
Más allá de los valores éticos con los que popularmente se enjuicia a muchos medios de comunicación, la triste realidad en México -como en gran parte del mundo- es que los medios no gubernamentales son empresas y como tales tienen en su necesidad de supervivencia y crecimiento su más contradicción de principios.
La dura realidad en México es que financieramente los medios no viven de sus lectores, radioescuchas o televidentes. Quienes se sustentan como empresas de comunicación de mediano o gran alcance requieren del pago de cuantiosas nóminas, gastos de producción y pagos de mantenimiento permanente.
Como dirían un buen amigo investigador en la materia, aunque duela reconocer, ningún periodista, administrador, técnico, personal de distribución, directivo o empleado de apoyo que trabaje en cualquier medio de comunicación puede vivir del puro aplauso; al menos si ha decidido asumir dicha labor como principal medio de manutención.
Es una premisa que ni siquiera las empresas que se asumen críticas al poder en turno pueden evadir. El financiamiento de subsistencia es una necesidad que llegará en algún momento para estas empresas. Así, mientras algunas minuciosamente seleccionadas logran el financiamiento de los poderosos opositores, otras tantas (la mayoría) sucumben a los presupuestos gubernamentales como el más jugoso cliente de las empresas mediáticas.
Este es el crudo escenario real del que pocos hablan y que muchos menos admiten. Son las añejas formas en que los gobiernos operan, se mueven y establecen relaciones casi extorsionantes. Con presupuestos de censura y manipulación mediática disfrazados de convenios de publicidad que, aparatosamente, significan más del 70 por ciento de los ingresos mensuales para las empresas de comunicación.
Aunque la situación se adorne con formas diplomáticas en el caso de MVS, es justamente lo que ha sucedido con Aristegui. Una situación de intereses a la que seguramente ella ya debe estar acostumbrada, pero que no deja de indignar y doler; que muestra las entrañas podridas del poder acostumbrado «ahorcar» a las empresas para demostrar su control autoritario.
Pese a las enloquecidas acciones de los poderosos por censurar a los incómodos; Aristegui sigue ganando, continúa obteniendo lo que más desea: la credibilidad a sus dichos y el respaldo de quienes ven ratificado en los hechos lo que acusa la periodista. Es la vitrina más popular de lo que sucede a diario con muchos periodistas anónimos en todos los rincones del país.
Por eso Aristegui es tan popular. Por eso Carmen parece convertirse en una bandera que cada vez más personas empuñan y respaldan. Sus detractores sólo la han fortalecido como un líder de opinión que, más allá de los intereses ocultos que respaldan su proceder, se ha convertido sin duda fuerte referente del periodismo crítico en México.

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