Toda su vida la oveja tuvo miedo de los lobos. Pero se la comió el pastor
Proverbio georgiano
La línea que separa a servidores, empresarios o simples hombres útiles y responsables de las instituciones en las que trabajan es muy tenue y frecuentemente se diluye. Con su desempeño, los individuos acreditan a las organizaciones y con resultados positivos evidencian las buenas ideas y las decisiones oportunas y certeras. De esta manera las instituciones adquieren la dimensión de ser necesarias e imprescindibles, trascienden históricamente y se consolidan en la cultura de los pueblos. Ha habido hombres-instituciones. Pongo tres ejemplos.
José Vasconcelos le dio mística y señorío a la tarea de educar. Hablar de la Secretaría de Educación es hablar de ese gran mexicano. Manuel Gómez Morin concibió la creación de un partido político desde 1920. La transición a la democracia no hubiera sido posible sin la existencia de esa escuela de educación cívica. Hablar del PAN es hablar de este gran mexicano. Rodrigo Gómez hizo estudios de tenedor de libros y taquigrafía. Su vida es modelo de superación personal y de ciudadano probo. Trabajó por 38 años en el Banco de México, 18 de ellos como su director. Formó parte de la delegación mexicana que representó a México en 1944 en la Conferencia Monetaria y Financiera de Breton Woods. Junto con Adolfo Ruiz Cortines y Antonio Carrillo Flores, ejecutó la más inteligente, eficaz y oportuna devaluación en 1954. El desarrollo estabilizador, hoy recordado con nostalgia por nuestro presidente, no se podría explicar sin su participación. Hablar del Banco de México es hablar de este gran mexicano.
Hago estas referencias históricas para abordar un tema que a mi juicio constituye un inmenso peligro. Cada vez me convence menos el propósito de López Obrador de erradicar la corrupción. Sí percibo en cambio su perseverante y eficaz decisión de mandar al diablo las instituciones.
No voy a defender a mis compañeros de partido (eso es cosa de ellos) de las acusaciones que les hace un indiciado en un proceso penal, que está dispuesto a decir lo que sea para salvarse, él y su familia, de muchos años de cárcel. Pero me aterran dos posibles consecuencias:
1) Nadie va a convencer al presidente de impulsar, mediante políticas públicas claras, contundentes y atractivas, las necesarias inversiones privadas, nacionales y extranjeras, en el sector energía. El frustrado plan de negocios, la (en la práctica) anulación de la Comisión Reguladora de Energía, las prohibiciones señaladas como ilegales de muchos proyectos, la actitud repelente de los funcionarios del ramo y el ambiente de incertidumbre creado desde el inicio del gobierno, los fines se decantan con claridad.
A todo lo anterior se agrega la denuncia de que la apertura mediante la reforma se logró mediante la compra de votos. Ya se han cumplido sus órdenes y ahí están los efectos. México ha dejado de ser una opción competitiva para invertir. Nuestra deuda recibe calificaciones negativas y las posibilidades de obtener créditos se dificultan y encarecer. Peor, imposible.
AMLO confunde hacer negocios con corrupción. Apuesta por hacer de Pemex una empresa productiva, que sea detonador de la recuperación de nuestra economía. Darle viabilidad financiera y evitar la quiebra de la empresa pública requiere una inversión superior a la deuda adquirida por el Ejecutivo federal en el Fobaproa. Ni aun con esa imposible inyección de recursos, dados el desplome de precios y de producción de hidrocarburos, se podría cumplir el absurdo anhelo presidencial.
2) Busca también el presidente ganar a como dé lugar las elecciones de 2021. Se salvó el INE, pero ahora va por los partidos políticos: desfondó al PRD creando Morena; intenta demoler al PAN y al PRI, señalándolos de corruptos. En todas las dependencias designa empleados, no colaboradores. Algunos por dignidad ya renunciaron.
Ya se ha dicho, las naciones fracasan cuando fracasan las instituciones. Se decantan tiempos de compromisos y deberes.