La leyenda maya que nos recuerda que la sanación y el dolor siempre caminan de la mano
Primer Plano Magazine/Noé Juan Farrera Garzón
En pleno corazón de la Selva Lacandona, entre árboles centenarios y ríos cristalinos, florece una de las leyendas más conmovedoras del mundo maya: la historia del Chechén y el Chacá. Esta antigua narración, profundamente enraizada en la cosmovisión de los pueblos originarios del sureste mexicano, explica no solo el misterio botánico de dos árboles que siempre crecen juntos, sino también una poderosa enseñanza sobre el amor, el sacrificio y el equilibrio entre fuerzas opuestas.
Cuenta la leyenda que Tizic y Kinich eran dos hermanos guerreros muy distintos. Tizic, de alma tormentosa, y Kinich, bondadoso y luminoso, se enamoraron de la misma mujer: Nicté-Há, símbolo de pureza y armonía. Su disputa por su amor desató una batalla tan feroz que enfureció a los dioses, quienes oscurecieron el cielo y vieron morir a ambos hermanos, abrazados en el último aliento.
Los dioses, conmovidos por el dolor y el arrepentimiento de sus almas, les dieron una segunda oportunidad. Tizic renació como el árbol de Chechén, cuya savia es venenosa y provoca dolor al tocarla. Kinich volvió como el árbol de Chacá, que crece siempre cerca del Chechén y cuya corteza tiene el poder de sanar sus quemaduras. Nicté-Há, por su parte, murió de tristeza y fue transformada en un lirio acuático, floreciendo en los espejos de agua de la selva.
Más que una simple fábula, esta leyenda maya refleja la visión dualista de un mundo donde la luz y la oscuridad no pueden existir una sin la otra. Así como el Chechén y el Chacá se entrelazan en la selva, la vida y la muerte, el dolor y la sanación, la destrucción y la esperanza también se entrecruzan en la experiencia humana.
Hoy en día, los visitantes pueden descubrir esta y muchas otras historias en recorridos por la majestuosa Selva Lacandona, guiados por comunidades indígenas como las del Campamento Lacandones, que ofrecen experiencias de turismo responsable y profundo contacto con la naturaleza y la sabiduría ancestral. Caminar entre un Chechén y un Chacá es, en muchos sentidos, adentrarse en un relato que sigue vivo en cada hoja y en cada raíz de la selva chiapaneca.