(Segunda parte)
“Así como en un país de caníbales el canibalismo es moral, así en un país de corruptos la corrupción también lo es”
A la complejidad económica y social de Chiapas hay que sumar el cíclico flagelo de la corrupción y la impunidad. Atraviesa todas las coordenadas del poder político. Es indignante el saldo de nuevos millonarios cada tres o cada seis años. Se corrompen los bolsillos y se corrompe la palabra. Roban y mienten sin pudor. Lo dice Oakeshott, “Quien promete algo que de suyo sabe imposible, comete un acto de corrupción”. Por su parte Adolfo López Mateos, “Todo mexicano tiene las manos metidas en la bolsa de otros, y ¡ay de aquél que rompa la cadena!” Puesto en contexto, cuánto para reflexionar y polemizar sobre este fatalista dictum del ex presidente.
Educación. La educación de calidad es nuestra más grande batalla por el futuro, educación para el desarrollo, para la democracia, para la competitividad, para la sustentabilidad ambiental, para respetar y hacer respetar la ley, para formar ciudadanos conscientes de los deberes y derechos que impone el vivir en una sociedad democrática, para reafirmar los valores que nos unen… educación para la vida. La educación es, en suma, un derecho habilitante, condición sine qua non para conocer todos los derechos y deberes que como ciudadano se tienen en una sociedad democrática.
Dice el filósofo Daniel Innerarity, en un texto que amablemente me hizo llegar nuestro poeta universal Óscar Oliva, siempre alerta, interpretando realidades y nuevas expresiones: “Si a finales del siglo XX nos vanagloriábamos de vivir en la sociedad del conocimiento, ahora nos percatamos de que vivimos en la sociedad del desconocimiento. Nuestra irreductible ignorancia se debe a la complejidad de los problemas políticos y sociales, a la deslegitimación de las instituciones de mediación (la prensa, la academia, la ciencia, los partidos, los sindicatos) y a los riesgos ocultos de las tecnologías, entre tantas otras cosas”.
La relación es de causa y efecto, un insuficiente y deficiente capital humano impide, aún más que la inversión física, el que Chiapas se aproxime siquiera a los niveles de desarrollo de entidades del centro del país. En un mundo globalizado donde las fronteras ya no son geográficas sino culturales y el máximo valor es el conocimiento, la educación de calidad es el epicentro del progreso humano. Invertir en educación de calidad es la fórmula más barata para salir del subdesarrollo. Nuestro capital intelectual es, en términos generales, insuficiente y de baja calidad. El subdesarrollo material está precedido del subdesarrollo intelectual. Hay que asumirlo como dogma, hay que fortalecer capacidades para ampliar oportunidades. Chiapas es la entidad educativamente más atrasada del país y con los más desfavorables índices de analfabetismo, deserción escolar, eficiencia terminal y promedio de escolaridad (7.8%, poco menos de segundo año de secundaria). De ahí deriva una ciudadanía con una débil cultura política, muy a tono con la práctica indignante del acarreo y el voto clientelar por tortas y refrescos y, en muchos casos, por programas sociales improductivos y de claro sesgo electoral. Hay otros programas que teniendo un uso electoral son, a mi juicio, justos y necesarios, como los apoyos a la Tercera Edad, las Becas Benito Juárez y Jóvenes Escribiendo el Futuro.
En Chiapas es imperativo un acuerdo amplio para una revolución de la enseñanza, impostergable por exigencias del desarrollo, por las obligaciones impuestas por el T-MEC y el tan comentado Nearshore. Sentar las bases de la gobernabilidad del sistema, construir acuerdos básicos sobre los grandes objetivos, alentar la meritocracia, la evaluación de alumnos y maestros considerando las diferencias regionales, mejorar la infraestructura y pagar sueldos atractivos a maestros de excelencia. No hay otro camino. El sistema educativo es hoy una fábrica de desempleados, abundan las universidades “patito”, y los títulos profesionales se expiden sin rigurosas evaluaciones y estándares mínimos de calidad educativa. A nivel nacional no estamos mejor, el 39% de jóvenes mexicanos entre 15 y 29 años son incapaces de entender o interpretar un texto básico. ¡Qué tragedia! Los analfabetos del siglo XXI ya no son sólo los que no saben leer y escribir sino los incapaces de aprender, desaprender y volver a aprender, por la velocidad del conocimiento.
Economía de guerra, sin guerra. Hay que movilizar todos nuestros recursos, como una economía de guerra pero sin guerra, hacerlo con un amplio pacto social, con planeación del desarrollo y adecuados incentivos, estímulos fiscales, financieros, crediticios; planear por dónde empezar con un atlas de sectores productivos, identificar e incentivar aquéllos con un efecto multiplicador, generadores de círculos virtuosos. Los recursos financieros son escasos para la magnitud de los rezagos, de ahí la importancia de consensuar prioridades y actuar en consecuencia, con visión de largo plazo.
2024 . Se nos pide optar por uno de dos punteros. ¿y el proyecto? Chiapas demanda, exige en los años por venir, un liderazgo firme, con proyecto incluyente y genuino ánimo de aprovechar potencialidades y fortalezas. Un líder apasionado de su tierra, que atienda a las evidencias antes que a sus creencias, capaz de generar confianza y renovar la esperanza de cientos de miles de chiapanecos hundidos en la desilusión y la impotencia. Un líder que resista la seducción del dinero fácil y la soberbia del poder. Sí, un líder que vea en la crisis un reto a su imaginación e inteligencia, con humildad para reexaminar convicciones y reconocer realidades que lo desmientan y no encajan con sus teorías. ¿Ingenuidad? ¿Utopía? Recojo dos frases de Scott Fitzgerald: “O piensas o los demás tienen que pensar por ti y quitarte el poder, pervertir y disciplinar tus gustos naturales, civilizarte y esterilizarlo”. La otra, en lo más alto de su depresión alcohólica y literaria, “La prueba de una inteligencia superior es saber que las cosas no tienen remedio, y sin embargo mantenerse decidido a cambiarlas”.