Chiapas, con el «azúcar» elevada: se triplican casos

La tasa de diabetes se ha disparado en el sur de México, lo que ocasionó la declaración de una emergencia. Los habitantes de esa región señalan cambios en su dieta después de que las carreteras les llevaron bebidas azucaradas y alimentos procesados

Marissa Revilla / Global Press Journal

[dropcap]C[/dropcap]uando Carmela Santiz vivía en la comunidad rural de San Rafael Jolja, en Chiapas, su alimentación se basaba en calabazas, frijoles, ejotes y animales salvajes, como conejos y armadillos. Pero su dieta cambio drásticamente cuando, hace 25 años, se mudó a San Cristóbal de las Casas. Tras la mudanza, Carmela comenzó a comer pan y otros alimentos que no consumía con regularidad cuando era niña, lo que provocó que le diagnosticaran diabetes hace siete años.
El caso de Carmela es un ejemplo de cómo la diabetes llegó al sur de México, una región principalmente rural, de mano de la autopista y el desarrollo.
Antes de que se pavimentara la carretera, los alimentos ricos en azúcar, como los refrescos, solo podían conseguirse con algo de suerte y esfuerzo. «A lo mucho podían llevar una caja desde San Cristóbal», asegura Jaime Tomás Page Pliego, un cirujano y antropólogo social, al referirse al estilo de vida y alimentación de San Cristóbal de Las Casas, capital cultural de Chiapas.
«Entre más entró el camino, van entrando los negocios de enlatado, embotellado, refresco, todo lo que haya», dice Julio Jiménez Hernández, de 42 años, quien es un habitante de la comunidad rural de San José Pathuitz, también en Chiapas.
Esos testimonios dan muestra de una de las consecuencias imprevistas del desarrollo de infraestructura que creó trabajos y mejoró la movilidad: la tasa de enfermedades no transmisibles en la región sur de México se ha disparado, un cambio que algunos doctores dicen se debe a la proliferación de alimentos procesados ricos en azúcar.

Se disparan los casos de diabetes

De acuerdo con el director de Salud Pública de Chiapas, Hermilo Domínguez Zárate, los casos de diabetes se han triplicado durante los últimos 23 años.
Los funcionarios encargados de la salud pública están tan preocupados por la creciente tasa de diabetes y por la obesidad, que en noviembre declararon una emergencia epidemiológica en México, lo que marcó la primera ocasión en que se lanza una alerta por una enfermedad crónica no contagiosa.
Se estima que 3.6 por ciento de los mexicanos tenían diabetes tipo II en 1993. Siete años después, el estimado subió a 5.8 por ciento. Para el año 2006, 7 por ciento de los mexicanos tenían esta enfermedad, y, en 2016, el estimado era de 9.4 por ciento, según estadísticas del gobierno mexicano.
Este aumento en los casos de diabetes en México refleja tendencias globales. Pero, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la tasa de esta enfermedad en México es una de las más altas del mundo. En Brasil, por ejemplo, 6.4 por ciento de los adultos entre 20 y 79 años tenían alguna forma de diabetes en 2010, mientras que en México el porcentaje es de 10.8 por ciento, según estadísticas de la OCDE.
Las tasas de obesidad de México también son altas. Más de 30 por ciento de los niños y cerca de 70 por ciento de los adultos son obesos o tienen sobrepeso, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Expertos en salud dicen que hay una clara relación entre la tasa de diabetes y de obesidad y el consumo de refrescos.
De acuerdo con cifras de la OMS, los mexicanos beben más bebidas azucaradas gaseosas per cápita que los habitantes de cualquier otro país.
Tanto en Chiapas como en todo el país, este tipo de bebidas son tan baratas y abundantes que se han convertido en parte del tejido social, puesto que se ingieren como regalo o cuando se paga una deuda, como parte de rituales de curación o incluso como un sustituto del vino en ceremonias católicas.
Este aumento en la tasa de casos de diabetes se registra pese a que, en 2013, los legisladores mexicanos aprobaron un impuesto sobre las bebidas azucaradas, lo que aumentó sus precios en más de 10 por ciento.

Los genes también juegan

Además del acceso instantáneo a los refrescos creado por la infraestructura moderna, los chiapanecos que viven en zonas rurales tienen un riesgo particular de tener diabetes, pues muchos de ellos padecieron de desnutrición cuando eran niños, dice Marcos Arana Cedeño, investigador en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
La desnutrición en la infancia temprana puede llevar a diabetes cuando los alimentos procesados ricos en azúcar abundan más adelante en sus vidas, explica Arana Cedeño. En Chiapas, la dieta rural indígena era buena en términos de calidad, pero insuficiente en cantidad, dice. Cuando llegaron los alimentos procesados, las comunidades rurales comenzaron a depender de ellos.
«Hemos visto con gran consternación que el pozol en muchas familias ya no se consume», señala Arana Cedeño refiriéndose a una bebida tradicional hecha de maíz fermentado. En cambio, «el refresco se consume en la mañana, al mediodía, en la noche. Ves a niños pequeños, que, con su talla baja por la desnutrición, cargan botellas enormes de dos litros o más de refresco», agrega.
Julio Jiménez Hernández coincide con Arana Cedeño al asegurar que la mayoría de familias ya no cultiva su comida y que los niños cambiaron el pozol por las galletas y los refrescos como lunch para la escuela.
Esos cambios en la alimentación podrían contribuir a que la tasa de desnutrición crónica en niños menores de cinco años sea de 20 por ciento en las áreas rurales del sur de México, según un informe de 2014 de Unicef.
Ante este panorama y tras la declaración de emergencia, la Secretaría de Salud federal ahora entrega certificados a las escuelas que promueven la salud en Chiapas. «Queremos certificar todas las escuelas. El tiempo que nos lleve», dice Domínguez Zárate. «Es muy importante, porque si no nos va a llevar muchos años lograr el mejoramiento en la salud».
Sin embargo, otros cambios sociales podrían estar contribuyendo al incremento de la tasa de diabetes en Chiapas, incluyendo el aumento del envío de remesas de miembros familiares que se van de las áreas rurales para trabajar en otra parte y el surgimiento de programas que conectan a las familias con alimentos procesados, indica Austreberta Nazar, experta en medicina social e investigadora de El Colegio de la Frontera Sur.

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