Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

El efecto «Bronco». El expediente abierto

Hace unos días tuve oportunidad de desayunar con Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como «El Bronco», quien acaba de iniciar su período como gobernador independiente de una de las entidades más fuertes de nuestro país, Nuevo León.
El triunfo del Bronco abre, para algunos mexicanos, un conjunto de nuevas perspectivas y para otros, muchos más, genera nuevas interrogantes. La primera de ellas es si ha llegado o no el tiempo de los protagonistas políticos competitivos y triunfadores fuera de los partidos políticos que conocemos. Cuando le pregunté al gobernador regio qué opinaba de esto coincidió conmigo en que el tiempo de los independientes ya empezó, pero también en que hasta dónde llegarán depende de la ciudadanía, de qué tanto se interese y se involucre en acompañar y supervisar el trabajo de las autoridades que ella misma eligió.
Para los grandes teóricos de la democracia, como Giovanni Sartori, la modalidad democrática solamente es posible con un esquema de partidos políticos. Los partidos, para este pensador italiano, constituyen el elemento central de la competencia política; porque canalizan las demandas y los ánimos sociales hacia una propuesta que sea evaluada por los electores, justamente a la hora de depositar sus sufragios en las urnas.
Sartori ve a las figuras políticas apartidistas como un peligro para la democracia, puesto que puede crearse un escenario propio para las personalidades carismáticas, los mesianismos o la llegada al gobierno de personajes cuestionables. Muchos de ellos, en ese marco, podrían hacer ofertas políticas irresponsables y generar conflictos sociales de resultados impredecibles.
Los argumentos de Sartori son válidos y más aun lo fueron en los años sesenta, cuando pasaron al plano de los debates políticos. Precisamente en ese tiempo, los casos de Alemania e Italia, de Hitler y Mussolini respectivamente, estaban recientes y las democracias deberían tener mucho cuidado para evitar que aquellos ominosos escenarios se repitieran. De igual modo paso en la década de los 90 en Latinoamérica, con la llegada al poder de personajes como Alberto Fujimori en Perú y Abdalá Bucaram en Ecuador, que si bien no eran candidatos fuera de los partidos políticos si eran figuras emergentes que capitalizaron el hartazgo hacia la clase política, pero que al final fueron echados del poder por su corrupción y excesos .
Hoy la clase política de muy diversas latitudes en el mundo pasan por sus peores momentos. Con o sin razones, la clase política aparece en el banquillo de los acusados y no hay muchos ciudadanos dispuestos a asumir su defensa. En este marco han aparecido los protagonistas políticos como El Bronco, cuyo atractivo mayor estriba en su lejanía respecto a siglas, partidos e ideologías.
En México, en las elecciones de junio pasado compitieron 22 candidatos independientes en busca de una diputación federal y cientos para obtener posiciones en gubernaturas, alcaldías y diputaciones locales. En Chiapas para la elección de ayuntamientos hubo 8 planillas independientes.
Uno de los triunfos más sonados a nivel nacional de ellos fue el del hoy gobernador de Nuevo León, que se ha convertido en un referente para el debate político y, para muchos mexicanos, un paradigma a seguir en el futuro electoral de nuestro país.
Por supuesto, el ejemplo ha generado una fiebre de política independentista. Muchos ciudadanos ya se ven como competidores sin partido para próximos comicios, cuyo aval para triunfar es el desencanto de la ciudadanía respecto al gobierno y a los partidos políticos y claro, una dosis de su propia personalidad y arrastre.
En buena medida, los ciudadanos rechazan a los partidos, porque éstos, o sus equivalentes, no han respondido a las demandas sociales en la medida de las necesidades. Muchos gobernantes y legisladores han dejado mucho qué desear, ya sea por incapacidad, por corrupción o por dedicarse a disfrutar de los privilegios que les corresponden. Los temas escandalosos han borrado a la ideología y la clase política, por lo general, es señalada como la culpable de los males.
El panorama para los mexicanos que se han ilusionado con las candidaturas independientes no es sencillo. En Chiapas, por ejemplo, subsisten condiciones sociales que favorecen la cooptación, condicionamiento y compra de votos, así como un comportamiento corporativo de sectores rurales, lo que hace que los partidos políticos conserven influencia, arraigo y por supuesto votos. En ese sentido, no podemos pensar en una clara equivalencia de las condiciones de Chiapas con las de Nuevo León, porque en este último la economía es más diversa, la sociedad es menos dependiente del gobierno y existe una importante presencia empresarial y un sector privado fuerte. Su economía no gira alrededor del gobierno, como lo hace Chiapas, por lo que las condiciones, al menos las económicas, no se equiparan para que se dé la experiencia del triunfo de un candidato independiente.
Además en Nuevo León la población es predominantemente urbana y se concentra mayoritariamente en su zona metropolitana a diferencia de Chiapas donde la población rural es ligeramente mayoritaria y dispersa. Adicionalmente habría que apuntar que tanto el nivel de desarrollo humano como el educativo y cultural de esa entidad están muy lejos de los que se viven en Chiapas y no se diga su acceso a la información tradicional y a la derivada de las nuevas tecnologías, razones que impactan a la hora de ir a las urnas y emitir un voto.
Es necesarios pensar y reflexionar sobre el fenómeno político independiente, pues en éste, a diferencia de lo que sucede con los partidos, se involucra de un modo diferente a la ciudadanía y es un aire refrescante para la democracia. Los candidatos independientes recién inician. Aún tienen mucho por dar y esperemos que no queden mucho a deber.
Los gobiernos independientes no son la vara mágica ni la solución total, pero son ya una alternativa, un expediente que apenas empieza a registrar su historia. Los candidatos que se asuman como independientes, para cualquier cargo de elección popular no la tienen fácil; pero la adversidad pone a prueba voluntades y capacidades, la política en general no es fácil y en nuestra inacabada democracia lo es menos.
Escuchar el discurso fresco, retador y echado para delante de Jaime Rodríguez Calderón entusiasma. El personaje proyecta energía y ganas de transformar el entorno regio. Ahora lo que viene es un sexenio inédito, una experiencia de gobierno pretendidamente apartidista en el ejecutivo con mayoría del PRI en el legislativo y con una ciudadanía expectante y deseosa de haber hecho una buena elección.
Suerte para el gobernador regio. Éxito para los votantes de Nuevo León que hoy marcan un rumbo. Así es la democracia.

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