Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

¿Se acaba la clase política?

Está de moda atacar, con la clara intención de desprestigiarla, a la clase política en varios puntos del territorio nacional. Ciertamente, la clase política mexicana ha hecho buena parte del trabajo y sus adversarios no han debido esforzarse mucho. Para usar un término del beisbol, han sido carreras «de caballito», motivadas por los embasamientos, los errores, los hits inútiles, los outs y los malos fildeos, según. Contra la clase política ha habido juegos con un solo jugador, con palizas y posibles blanqueadas.
En esta elección del domingo pasado vimos cuatro nuevas categorías de bateador.
Está el bateador Bronco, un jugador que durante más de 30 años perteneció a un equipo grande, que se declaró agente libre, se redimió y decidió jugar por su cuenta y formando parte de la alineación de la ciudadanía.
Lo cierto es que el candidato triunfador en Nuevo León, pertenece a la clase política y específicamente al PRI. Puede haber mucho bueno o mucho malo en tales militancias, pero ese no es el problema. El tema central es si es posible substituir, sin trayectorias ni conocimientos políticos, a la clase política, para que los ciudadanos gobiernen de manera directa. Al parecer la respuesta es si.
En el caso de Morelia, tenemos a otra clase de bateador. Uno azul, que recién el año pasado renunció a pertenecer a su equipo y que piensa, así parece, en gobernar la capital michoacana como antesala para buscar luego la gubernatura a la bronco. Alfonso Martínez viene del PAN, y, dicho por el ex presidente Felipe Calderón, la candidatura independiente de Matinez le costó al PAN no solo la alcaldía sino todo el estado de Michoacán
La diferencia en este caso es que hoy, quien renuncia a un equipo ya no tiene como única salida para seguir activo el ponerse la casaca de otro equipo. Casos como el de Monreal en Zacatecas o MALOVA en Sinaloa no habrían buscado a un partido distinto al suyo para ganar la elección . Muy probablemente habrían sido independientes. Y en este escenario gana la ciudadanía, ganan los candidatos independientes. Pierden los partidos.
El tercer modelo no es tampoco reciente. Es el de la celebridad que asalta el escenario político con éxito a partir de dos elementos, su alto nivel de conocimiento entre la gente y y el profundo rechazo a los políticos tradicionales. Los morelenses ya vivieron el gobierno panista de los helicópteros, viven hoy el perredísmo sumido en violencia y narcotráfico, por no decir que conocieron la mano dura de Carrillo Olea que los llevó a buscar la alternancia. Hoy eligen a Cuauhtémoc Blanco como alcalde de Cuernavaca y si bien éste si va postulado por un partido local, la fuerza está en el personaje que mete goles, promete honestidad y tuitea al cierre de la jornada con prístina franqueza: «ahora sí me los chingué», dibujando temperamento y modos del futuro alcalde en menos de 140 cuarenta caracteres.
El fenómeno aquí resulta interesante además porque la personalidad del alcalde electo Blanco es rijosa, es irritante, es antisolemne y broncuda. Es la antítesis del político serio y respetable pero también está cerca de serlo del ciudadano de a pie y enemigo del agandalle. No por nada circula ya en internet el Manual Morelense para prevenir el bullying nacional que se les viene, sea en vivo o en memes, que ya por docenas inundan las redes sociales, incluida la nota falsa del periódico electrónico El Deforma que asegura: «Confirmado, Cuernavaca cambia de nombre a nuevo Tepito».
El cuarto modelo de candidato independiente es en mi opinión el más retador y el de mayor potencial. Para ganar el distrito local de Zapopan, este hijo de un emigrante japonés se gastó menos de 250 mil pesos, reunidos en donativos individuales de no más de 7 mil pesos, más otros 18 mil que recibió como financiamiento público a su campaña.
Kumamoto desafió a la clase política tradicional, le ganó al PAN en el distrito más panista del país, le ganó al priísmo y a la marea naranja de Enrique Alfaro. En medio de esa efervescencia política Kumamoto, confirma su lema de campaña: Los muros también caen. Cayeron en Zapopan sin tener partido, sin tener dinero pero con la fuerza de las ideas y una presencia ciudadana cercana al elector y que le hablaba de tú a tú a la gente y logra el que debería ser el ideal de todo político, empatar sus propuestas y su mensaje con las preocupaciones y las aspiraciones de la gente.
El tema es complicado y está en el variopinto espacio de los debates desde Rousseau hasta los politólogos de hoy. Ya el hombre de Ginebra sostenía que los representantes y gobernantes no sin dignos de confiar para hacer valer los intereses de los ciudadanos. Sin embargo, el enciclopedista nunca dio una respuesta a la pregunta de cómo hacerlo, solo dijo que Los ciudadanos, sencillamente, no pueden ejercer el gobierno de manera directa, porque el gobierno es una disciplina que requiere conocimientos y búsquedas permanentes para racionalizarlo. Aun cuando no se oye bien: es necesaria la clase política, pero para devolverle su dignidad es necesario que ésta se ciudadanice más y se partidice menos. El Bronco en Nuevo León, Martínez en Morelia, Cuauhtémoc en Cuernavaca y Kumamoto en Zapopan llegan como ciudadanos externos a ejercer un cargo público. Eso los convierte en políticos. De otro origen. Veremos si es posible -así lo deseo- que sean también otro tipo de políticos.

*El autor de la columna es Senador de la República por Chiapas.

 

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