Popularidad: ¿Con quién habla el presidente todas las mañanas?
Se dice que Joseph Goebbels, quien fue ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich (1933-1945), es el autor de la frase «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». La dichosa frase viene muy al caso ante lo que ocurre cada día en las «conferencias» mañaneras de López Obrador.
Y no, no es que la clase política mexicana se distinga por su probidad o su propensión a la verdad. Ciertamente, nuestro país ha padecido una y otra y otra vez personajes improvisados, incompetentes, corruptos y mentirosos, sin embargo, hay un rasgo distintivo en la manera en que el presidente establece lo que llaman su estilo de gobernar. Detalles específicos aparte, el pilar que sostiene el quehacer público de López es su narrativa y la fundamental estrategia de difundirla a toda costa y en todo momento. Creó, para ello, frases, palabras, iconos, enemigos, víctimas, lugares comunes que giran en torno del deseo de los ciudadanos de dejar atrás gobernantes y políticos que se aprovecharon de lo público para beneficiarse hasta la saciedad.
Así, cuando López habla de los corruptos, millones de personas de buena fe piensan, sin titubeos, en todos los personajes impresentables surgidos de prácticamente todos los partidos políticos de la actualidad. La intención es crear la percepción de que todo lo ajeno a la autodenominada cuarta transformación es corrupto, deshonesto y advenedizo. Por ello los resultados tangibles, medibles y cuantificables poco impactan en la popularidad de López. Así, es posible que cada mañana el presidente pueda hacer más de 80 afirmaciones no verdaderas (Latinus, 5 abril 2021) sin ser cuestionado o contrastado con datos duros; incluso, aún siendo exhibido, poco o nada afecta a su narrativa, menos a su imagen y aceptación.
Es evidente, por lo tanto, que la estrategia no es ofrecer información real sobre los avances del gobierno. López habla cada mañana con esa parte de la sociedad que está (todavía) cómoda con su narrativa que bien podríamos resumir en su delirante frase nosotros no somos iguales. De esta forma, puede repetir una y otra vez que «se acabó la corrupción» y sacar su pañuelito blanco, sin que muchos reparen en qué datos duros se basa para afirmarlo. Por ello mismo poco o nada le preocupa la experiencia y preparación de los servidores públicos de su gobierno. La eficacia y eficiencia se miden en el incremento de la popularidad del presidente, de su movimiento y de su partido (en ese orden) y no en los resultados de su administración.
Bajo esta lógica perversa, la famosa austeridad, por ejemplo, es presentada como política pública capaz de resolver grandes desafíos del gobierno y atender las enormes necesidades de la sociedad. No es necesario demostrar, planear o evaluar. Simplemente repetir una y mil veces que este gobierno es austero porque prefiere entregar recursos a la gente que pagar salarios, comprar equipamiento o mantener burocracias. Y así, bombardea, una mañana sí y la otra también, mientras México está sumido en una verdadera tragedia, con el cuento de que vamos muy bien y que los datos y señalamientos que indican lo contrario son producto del enojo de los conservadores que perdieron sus privilegios.
El presidente repite mil veces una y otras mentiras con la intención de convertirlas en verdad, al menos en la percepción de sus gobernados. El cuento de pobres contra ricos, liberales contra conservadores, honestos contra corruptos sigue siendo un intento frenético de hablarle a las masas y obtener su simpatía irreflexiva e incondicional. Quienes le creen o lo apoyan son ciudadanos de buena fe que confían y guardan esperanza; están siendo engañados. Si hoy López les habla a ellos con éxito, es imperativo que encontremos la manera de hablarles también y darles la otra versión de la realidad con tanta eficacia como lo hace el presidente, pero repitiendo mil veces verdades -no mentiras- que, de tener éxito, se convertirían en razones y motivos para retirar o al menos acotar el apoyo incondicional e irreflexivo a este gobierno.