Contaminación ambiental y protección política
Al municipio de Tuxtla Gutiérrez lo atraviesa el río Sabinal, un afluente que ha sido contaminado por aguas negras. Año con año se ha ido convirtiendo en un foco de infección que agoniza entre la apatía de las autoridades de los tres niveles de gobierno sin que nada pase. Éste es apenas uno de los cientos de afluentes en Chiapas, y de los miles en el país, condenados al exterminio por la inoperancia, apatía y la corrupción de los gobiernos.
Por décadas, las autoridades han dejado morir los recursos hídricos de un estado tan rico como Chiapas. La contaminación derivada del crecimiento desordenado en los municipios, la falta de respeto a la naturaleza, la prevalencia de intereses aviesos y la ignorancia que se erige en nombre del «desarrollo», son algunas de las causas que imperan en estos temas por demás escabrosos.
Ninguna política pública se ha encaminado al rescate de los afluentes de forma real. Más allá del papel, la tinta, el burdo cabildeo, las posturas incipientes en curules y las buenas intenciones, y hasta la simulación tan cínica como la de los tiempos de Sabines Guerrero que prometían un Sabinal navegable, nada existe. Por el contrario, año tras año incrementan las denuncias por contaminación derivadas de los malos manejos de la basura, el cambio de uso de suelo, la descarga de aguas negras y muchos más que prende focos rojos que amenazan la salud de los chiapanecos. Pese a ello, a nadie le importa.
Cuando de políticas públicas o iniciativas se trata, éstas deben someterse a un «análisis exhaustivo» que bien se podría reducir a una fórmula simple: ver qué intereses particulares tocan y a qué choques de poder se enfrentan para saber si hay visto bueno o las alcanza la congelada gaveta de algún escritorio.
El caso de Veolia (otrora Proactiva) en Tuxtla Gutiérrez, y el desastre ecológico que ha derivado de su incumplimiento en el contrato que mantiene con el ayuntamiento que hoy preside Carlos Morales, es muestra clara de esto que digo. Varias columnas, reportajes y artículos se han escrito al respecto. No pasa nada.
Cientos de denuncias que desnudan la incapacidad de la empresa francoespañola circulan en las redes sociales. Por el contrario, lo que se ve es la sumisión del ayuntamiento capitalino que ha dejado en claro, una vez más, que por sobre la salud de los chiapanecos y por sobre el medio ambiente, claro está, se anteponen las negociaciones del presidente municipal y los socios de esta empresa que, como uno de los peores males, llegó para dañarnos a todos por igual y todavía nos cobran. Y no sé, lo digo con toda preocupación, si para quedarse de forma definitiva.
Recuerdo que el sexenio pasado Carlos Morales Vázquez, cuando se desempeñaba como secretario del Medio Ambiente e Historia Natural del gobierno del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Chiapas, declaró que romper con las ataduras y acabar con el daño que ocasiona la empresa encargada de la recolección de basura en Tuxtla Gutiérrez era asunto exclusivo del municipio y de su alcalde. No se equivocó ahí. Así es.
Con esa declaración, en ese tiempo, los cuestionamientos al entonces munícipe Fernando Castellanos se agudizaron y todas las miradas cambiaron de rumbo. Atado de manos y sin voluntad política de por medio, el ahora expresidente calló ante las críticas y señalamientos emanados desde el mismo gobierno verdeecologista de Manuel Velasco que se lavaba las manos de forma cínica y tampoco nada pasó.
Curiosamente, hoy el asunto está en manos de Carlos Morales quien es presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez. Coincidencia o no, su propia revelación y señalamiento ahora lo confronta. Sin embargo, la memoria corta, la negación a una verdad que revienta en la cara y el deslinde de un personaje cuya bandera ha sido el arribismo político son las respuestas. Bien dice Francisco de Quevedo que «poderoso caballero es don dinero».
Así, la contaminación que empieza en el predio Mujular, y que se ha ido extendiendo hasta llegar a las inmediaciones de los arroyos que desembocan en el río Suchiapa, ha puesto en jaque la salud de los habitantes del ejido Pacú que no han encontrado eco en ninguna autoridad encargada del medio ambiente en la entidad ni de los legisladores.
Los políticos que han buscado acercarse a cualquier tema sobre contaminación o sobre el medio ambiente, hay que decirlo, terminan conquistados por favores políticos o frenados por los intereses que se erigen alrededor del problema de salud pública en que se ha convertido ya la empresa Veolia para todos los chiapanecos. Lo cierto es que ninguno hasta hoy ha querido pagar los costos políticos y en cambio, sí, aprovechan el tema para negociar a su favor. Triste, pero así es.
Y es que parece que las autoridades no acaban de entender que los afluentes son como las venas en el cuerpo humano. Es decir, en esta vida todo está conectado con todo. Los arroyos nutren a los ríos. Los ríos más pequeños a otros más grandes y así sucesivamente. Si algo se contamina, se contamina todo y les toca también a ellos.
Resulta increíble que pasen por alto que los lixiviados que corren libremente y asesinan a los arroyos por los malos manejos de Veolia, terminan mezclados en los ríos y culminan todos en el río Grijalva. Sí, el gran río que cruza por las paredes del grandioso Cañón del Sumidero y que tiene como tarea abastecer del vital líquido a varios municipios. Imagine la calidad del agua que usted y yo recibimos. Imagine todo aquello que deriva de esa irresponsabilidad. Del resto, la historia se puede contar sola.
Es terrible lo que le han hecho a nuestro entorno. De aquellos afluentes en los que nadamos con el abuelo allá en Yajalón, en donde pescaban las familias y disfrutaba de fines de semana en la capital, o en donde nos refugiábamos con los amigos de la secundaria para pasar el rato en Petalcingo y mitigar el calor, quedan sólo focos de infección y el recuerdo de los buenos tiempos que no volverán.
Todo se ha ido apagando como un anecdotario del que se nutren ya, como historias de tiempos perdidos, las pláticas generacionales. Nos han robado casi todo y la causa mayor, tristemente, es la apatía que nos hace creer que nada pasa.
Manjar
La regidora de Pijijiapan está ahora en la mira de la Fiscalía General del Estado. La Fiscalía de Distrito Istmo Costa dio inicio a la carpeta de investigación por omisión de responsabilidades en materia sanitaria y protección civil. No es para menos. La noticia de que esta señora realizó un evento en el marco del Plan Estatal Emergente COVID-19 le puede salir caro, sin importar que crea que por ser de Morena se librará. Ser funcionario exige responsabilidades y una de ellas es acatar lo establecido. Entiéndalo de una vez. Hace bien el fiscal general Jorge Llaven Abarca en perseguir este tipo de conductas que vulneran la norma prohibitiva y ponen en situación de riesgo a la población. Ya basta de que por subirse a ladrillos pequeños, los funcionarios municipales se sientan intocables y bañados por un halo de impunidad. Nadie, como dice el góber en Chiapas, debe estar por encima o al margen de la ley. #HistoriasdeCuarentena «Levanta tu edificio. Planta un árbol. / Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre! / Mas no olvides al fin construir con tus triunfos / lo que más necesitas: Una tumba, un refugio». Gabriel Celaya. #ElPoema // La recomendación de hoy: el libro Antología virtual de Óscar Hahn y el disco Mothership Alive de Led Zeppelin. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.