Salir en la foto
En política, aún en el siglo XXI, «el que se mueve no sale en la foto». Esa regla acuñada hace décadas en las cúpulas priistas de este país, evoca, de forma inmediata, a una suerte de «disciplina férrea». Pero sobre todo, obliga a entender, a quienes gustan participar en ella, que todo tiene su tiempo si permanecen la constancia y las buenas relaciones de poder.
De ahí que los partidos políticos, desde hace mucho, se han convertido en simples plataformas para catapultar las aspiraciones personales y particulares de quienes buscan un puesto de elección popular. Así ha sido, así es y así será.
El mismo presidente Andrés Manuel López Obrador tiene muy claro esto. Su historia en política lo explica bien. Tuvo sus inicios en el priismo. Luego vino la ruptura y construyó, junto a otros políticos e intelectuales de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática. Con el tiempo le llegó el hartazgo y creó su propio instituto político. El mismo que le permitió alcanzar sus aspiraciones personales: Morena, al que hoy, incluso, ha amenazado con dejar porque se andan saliendo del redil.
Por algo vemos con añoranza, de un pasado inmediato, quizás, aniquilada la ideología partidista dentro del juego estratégico que se ha convertido la política y que tiene, como ya he dicho antes, al sistema de partidos sumido en una terrible crisis a los ojos de muchos ciudadanos.
Analicemos, por ejemplo, la llegada del senador Eduardo Ramírez Aguilar a la Presidencia de la Cámara Alta. No es fortuito que 101 legisladores hayan cerrado filas este fin de semana luego de días de intenso cabildeo para construir alianzas, formalizar acuerdos, pactar y tejer, de forma hábil, un sendero que seguramente le dará buenos dividendos al senador, y al grupo con el que camina, en un futuro.
Y cuando digo que no es fortuito me refiero a que basta dar una mirada al camino del ahora senador para ver cómo ha ido construyéndose, moviendo sus piezas y armando sus cartas para estar donde hoy está. Dejaría de ser «político» si no lo hubiese hecho, o si no hubiese tomado las oportunidades que se le presentaron. Esa es la verdad, guste o no.
En esa construcción política, donde como bien dijo en su toma de protesta será la historia quien juzgue el actuar de cada individuo, entendió ese simple dicho de no moverse para poder salir en cada foto: primero como militante del PRD, luego como síndico, después dos veces como presidente municipal, posteriormente en la administración pública con Manuel Velasco, como dirigente del PVEM en Chiapas, luego como diputado local y hoy como senador por Morena. Del futuro no puedo hablar porque siempre es incierto, y en política más.
Repito, no es fortuita su llegada a la Presidencia del Senado como no lo fue el cobijo que recibió de AMLO y Morena. Y como tampoco lo es, que en la Cámara Baja haya estado a nada de tomar las riendas el PRI. Es más, el mismo diputado Mario Delgado (quien se abstuvo de votar, acto que me parece cobarde pues puede estar en contra o a favor) afirmó, pese a los berrinches de Fernández Noroña, que esto es en «apego y cumplimiento a la ley». Las negociaciones siguen. Por tanto, el tricolor podría presidir la Mesa Directiva para el tercer año de la LXIV. ¡Tan, tan!
Entender que la política es de acuerdos, de negociaciones, de juego de intereses, de grupos políticos y más enredos, es indispensable para poder comprender cómo se tejen las relaciones de poder en el centro del país.
El mismo presidente Andrés Manuel López Obrador lo tiene claro y «para salir en la foto» esperó 18 años. Tampoco su arribo al poder fue fortuito. Los tiempos acomodaron el hartazgo generalizado de millones de ciudadanos, y esto obligó a las cúpulas a pactar su ascenso, aunque eso a la gente no le guste reconocerlo.
Hoy, veo cientos de mensajes en las redes sociales donde hay opiniones encontradas sobre la carrera de Eduardo Ramírez (yo mismo he escrito en sus diferentes etapas, en años anteriores, al respecto). Algunas apegadas a la realidad, otras infundadas; algunas a favor, otras en contra. Lo cierto es que todo, bueno o malo, termina siendo publicidad gratuita y los políticos lo han entendido muy bien desde hace tiempo.
Lo dije en una columna meses atrás. Por algo hay grupos encargados de canalizar la ira de miles hacia cualquier tema. Insisto, e insistiré, aunque algunas conciencias se ofendan, que es muy fácil en estos tiempos manipular el sentir en las «benditas redes».
La clase política sabe cómo se mueven las redes. No importa lo que se diga o lo que se critique. Al final, aunque nos llene de rabia, pasará lo que los grupos de poder quieran. Tener presente la forma en cómo se ha construido este país en todas sus transformaciones nos dará una lectura más clara de esto.
Por lo pronto, contra los pronósticos de algunos, Ramírez Aguilar ha dado un paso firme para sus aspiraciones personales. Sí, per-so-na-les. Porque cada escaño alcanzado es personal, más allá de los discursos populistas. Si estas aspiraciones que vienen le sirven o no, eso dependerá de su trabajo (como hasta hoy) y los acuerdos que el senador logre, así como de la participación de los ciudadanos en las urnas.
Si me preguntan, no conozco a Eduardo Ramírez. He juzgado sus acciones con el paso del tiempo. Hoy escribo de este nuevo paso que emprende y que prende focos rojos en algunos que tienen los mismos sueños o pesadillas.
Lo que sí, no puedo dejar de señalar que sus amigos y aliados hablan maravillas de él, por algo será; sus opositores, en cambio, hablan mal, y también por algo será. Lo que no hay que perder de vista es que el senador está en un espacio que le permitirá tejer favores y ayudará a conciliar temas que le son de importancia al mandatario. Eso a futuro tiene su recompensa. No lo digo yo, lo dice la ciencia política.
Lo cierto es que nos toca entender que las redes sociales son solamente una válvula de escape en donde todos hablamos de todo, pero no cambiamos la realidad. Esa que afuera nos enfrenta y nos golpea con fuerza mostrándonos que la clase política navega un limbo diferente al de las vicisitudes que nosotros enfrentamos.
Manjar
Celebro el trabajo de hombres y mujeres que se han propuesto juntar un millón 600 mil firmas en todo el país para que pueda realizarse una encuesta sobre si se deben enjuiciar o no a los expresidentes de México. No entraré en detalles. Lo celebro y punto. Y lo hago porque han decidido tomar acción lejos de las consignas de las redes sociales y lejos de la crítica cómoda, como hacemos muchos tundeteclas, u otros que se desgarran las vestiduras tirando insultos que no abonan en nada a este polarizado país. No es fácil estar en la calle tratando de convencer a la gente, mostrando que la patria debe ser primero y no hablo del discurso. Mi reconocimiento a todos los ciudadanos que elevan la voz y que tratan de romper con esa sentencia que reza que en este país no pasa nada. #HastaLaVictoriaSiempre «Dirá alguien que un hombre / no debe exponer su amor / en la plaza pública. / Yo responderé que un hombre / no tiene / nada mejor, / más puro y más digno / de ser perpetuado, que su amor…». Louis Aragon. #ElPoema // La recomendación de hoy: el libro Breve antología de Ricargo Garibay y el disco Who’s Next de The Who. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.