Compendio de desigualdades de género / Claudia Corichi

El trabajo que desarrollamos feministas y colectivas busca concientizar sobre la importancia de eliminar las desigualdades y las violencias cotidianas contra las mujeres. Ese esfuerzo se apoya en diagnósticos, datos y estudios para visibilizar las brechas existentes que deben cerrarse.

Hace un año se reformó la constitución para extinguir el organismo encargado de la medición de la pobreza (Coneval) y reasignar sus atribuciones al Inegi, que cuenta con un amplio catálogo de encuestas sobre la contribución de las mujeres al crecimiento económico y las condiciones de pobreza que padecen. Pese a que los datos muestran avances, estamos lejos de alcanzar la igualdad sustantiva. 

La primera medición de pobreza multidimensional a cargo del Inegi muestra una reducción notable de la población sin acceso a educación, salud, seguridad social, vivienda y alimentación, cuyos ingresos son insuficientes para adquirir bienes y servicios. Pasó de 55.7 millones de personas en 2020 a 38.5 millones en 2024, el 29.6% de la población total. 

Las mayores carencias se registran en el acceso a la seguridad social y a los servicios de salud, seguidas del rezago educativo y la alimentación nutritiva. Prácticamente el mismo porcentaje de mujeres y hombres se encuentran en pobreza (30.1% y 28.9%, respectivamente). Aparentemente la diferencia es menor pero revela las enormes brechas y barreras estructurales para el desarrollo de las mujeres. 

En 2024 el valor económico de las labores domésticas y de cuidados representó el 23.9% del PIB nacional; de ese monto las mujeres contribuimos con el 72.6%. Las labores que mayor tiempo demandan son limpieza de vivienda, cuidados y apoyo, alimentación y administración del hogar.

Según la última Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), el ingreso promedio trimestral de los hombres fue de 36,047 pesos respecto a los 23,714 que perciben las mujeres, una brecha salarial significativa que se explica por la informalidad laboral y el tiempo que mayormente dedicamos las mujeres a los cuidados.

Considerando el nivel de estudios, las mujeres con posgrado obtienen una retribución seis veces mayor que aquellas con primaria completa; entre las mujeres que se consideran indígenas o hablan alguna lengua indígena, la situación empeora. 

De acuerdo con la ENIGH, la brecha de ingresos entre mujeres y hombres se mantiene inalterable si tomamos en cuenta el número de hijas o hijos; además, los hogares con jefatura femenina reportaron un ingreso 12.4% menor que aquellos con jefatura masculina.

Las carencias sociales como el acceso a la educación, sin duda repercuten en el bienestar económico y en la calidad de vida de las personas en edad adulta. Es por eso que especialistas en movilidad social señalan que el origen de las personas es determinante para el acceso a las oportunidades.

Este panorama nos llama a la acción conjunta al poner de relieve la dimensión, la complejidad, la Interseccionalidad y la interdependencia que tienen las brechas, los sesgos y las barreras estructurales que diferencian a hombres y mujeres tanto en el ámbito público como en el ámbito privado. Es imperativo revertir las desigualdades.

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