Comunidades pesqueras logran que vuelva el manati

Foto: Chris O'Meara

En el sistema Lagunar de Alvarado en Veracruz, las comunidades que en los 40 y 50 eran cazadores de la especie, ahora han conformado un comité de protección y han logrado rescatar a cuatro manatíes que se han reproducido en cautiverio

Flavia Morales / Mongabay Latam 

El pescador Zacarias Zamudio no recuerda haber visto manatíes de niño, aunque sabía que existían por las historias que sus padres y sus abuelos le contaban. Hoy, que tiene 48 años, ha logrado ver hasta tres de estos animales en el Sistema Lagunar de Alvarado, en Veracruz, frente a las costas del Golfo de México.

Los avistamientos de esta especie En Peligro, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y que la ciencia ha apodado Trichechus manatus, son cada vez más frecuentes entre las comunidades pesqueras que habitan en este humedal, el tercero más extenso del país con 260 mil hectáreas distribuidas en 200 localidades de seis municipios veracruzanos. Y es que el manatí ha regresado poco a poco a su hábitat gracias al trabajo que los habitantes de la región, junto al grupo de investigación en conservación del Instituto de Investigaciones Biológicas de la Universidad Veracruzana, llevan realizando desde hace 25 años.

La investigadora Blanca Cortina, quien es parte de ese grupo y coordina los trabajos con las comunidades, señala que hay reportes de avistamientos de grupos de manatíes de hasta seis individuos en época reproductiva y que también se han visto madres con crías. Pero, además, lo importante, dice, es que hay cero reportes de cacería de estos animales, cosa que hasta hace unas décadas atrás sucedía con frecuencia. «Estos son indicadores que demuestran que sí se ha logrado recuperar la especie en el Sistema Lagunar de Alvarado», afirma la investigadora.

El manatí la especie que conecta el sistema lagunar con el mar

Los manatíes son mamíferos marinos herbívoros que llegan a medir hasta tres metros y pesar entre 500 y 800 kilos en su edad adulta. Pueden vivir hasta 50 años y tener una cría cada dos años.

Son muy tolerantes a las variaciones de salinidad por lo que pueden ocupar hábitats completamente marinos, pero también esteros, lagunas y ríos. Sin embargo, puesto que gustan de consumir agua dulce con regularidad, en ecosistemas marinos prefieren permanecer cerca a la costa, donde puedan proveerse de agua dulce de los ríos, manantiales u ojos de agua. Es por eso que el sistema lagunar de Alvarado, integrado por más de 100 lagunas, ríos y 19 mil hectáreas de manglares, es un lugar idóneo para que habiten manatíes.

En este lugar, declarado sitio Ramsar en 2004, los manatíes eran abundantes en los años 40 y 50. Tanto, que los habitantes de la zona lo cazaban para alimentarse de él. «Llegaban a cazar hasta 20 animales en un mes», cuenta Blanca Cortina, quien es además miembro fundadora del Comité Nacional para la Conservación, Protección y Manejo del Manatí de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Foto pescadores de Alvarado – casa de la cultura.

En esos tiempos, los cazadores y los comensales aprovechaban todo el animal: la carne podía alimentar a la comunidad por varios días, la grasa se usaba como manteca, la piel servía para hacer utensilios y con los huesos se fabricaban mangos de cuchillos. Sin embargo, las comunidades aún no eran conscientes de que ese animal, también llamado vaca marina, era clave para mantener sanos los ecosistemas del río, de la laguna, del manglar, y también del mar.

El pescador Alejandro Palacios, por ejemplo, ignoraba que cuidar a este animal beneficiaba su entorno y su principal actividad económica, la pesca. «Pensábamos que (el manatí) no servía para nada», dice Palacios, pero en 1997 un grupo de biólogos llegó a la comunidad y a través de talleres ambientales les enseñaron la importancia de conservar a la especie.

Alejandro Palacios. Fotografía: Oscar Martínez.

Lo que aprendieron los pescadores en esos talleres los hizo cambiar la manera en la que veían a los manatíes. Supieron, por ejemplo, que la alimentación de este animal, basada en lechugas, pastos marinos y lirio acuático, es clave para la conservación de ríos y manglares y que genera hábitats saludables para el crecimiento en agua dulce de otras especies marinas como peces, camarones, jaibas y almejas.

Sucede que, según explica Ibiza Martínez Serrano, académica especialista en manejo de recursos marinos de la Universidad Veracruzana, los sistemas lagunares y manglares ofrecen características ideales para el desarrollo de crías de peces o camarón que después inician su migración al mar.

Manglares en Sistema Lagunar de Alvarado. Foto: Oscar Martínez.

Además, sostiene que el manatí tiene la particularidad de tener uñas en sus aletas, por lo que al remover el fondo marino también mueve nutrientes: «Se les podría conocer como fertilizadores, porque al cambiar de una laguna costera a otra, llevan sedimentos y favorece los nutrientes en diversos espacios», precisa la experta.

Dos décadas de educación ambiental

Lograr que los pescadores reconocieran al manatí como un bien común costó dos décadas de educación ambiental, cuenta Blanca Cortina, quien ha acompañado este recorrido desde sus inicios.

Cuando llegó hasta las comunidades pesqueras del sistema lagunar e intentó concientizar a sus habitantes sobre la importancia de este mamífero, se enfrentó a una pregunta: «¿Quién era yo para decirles dejen de cazar?».

Era 1997 y entonces lo primero que hizo Cortina fue acercarse a los niños a quienes dio talleres ambientales y planeación participativa para la conservación de manatí. «Los niños respondían preguntas claves como ¿por qué son importantes los manatíes? o ¿por qué son importantes para el río?», cuenta la experta. «La idea era inculcarles también la pertenencia al humedal, la necesidad de conservar y manejar adecuadamente sus recursos», agrega.

Pescadores en Sistema Laguna de Alvarado. Foto Oscar Martínez.

Así fue como Cortina formó a un grupo de hijos de pescadores a quienes llamó Los Herederos del Humedal: «A través de ellos llegamos a los adultos, a los pescadores», explica. Ahora, esos niños ya son padres y sus hijos forman parte de la segunda generación de los talleres ambientales. Aladino Chávez, por ejemplo, de la comunidad de El Platanar, era un cazador que «hasta los huesos completos de un manatí guardaba en varios costales», cuenta Cortina, pero «a lo largo del tiempo pudimos ganar su confianza y años después hay fotos de él con su bisnieta explicándole la importancia de conservar la especie», dice la especialista.

Aladino Chávez fue, de hecho, pieza clave para buscar a las sociedades cooperativas de pescadores de al menos 27 comunidades alrededor del manglar. Llegar a ellas, dice Cortina, fue iniciar un intercambio de saberes: «Nos enseñaron lo que sabían del manatí y nosotros a ellos la importancia de la especie, aprendimos y aprendieron, y siempre digo que son mis maestros de campo», asegura.

Hace cuatro años, habitantes de las comunidades de Nacaste, Pajarillos y Costa de San Juan constituyeron legalmente el Grupo Local para la Conservación y Protección del Manatí en el Sistema Lagunar de Alvarado. El objetivo es proteger la especie en su hábitat natural y dar aviso a la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa) en caso de reportar el avistamiento de un animal herido o huérfano. «Se llama a las autoridades y ellos autorizan el manejo adecuado del manatí para proceder al análisis clínico y si el animal está en buenas condiciones de salud se libera en su hábitat natural», explica Cortina. «Solo en caso de presentar alguna enfermedad severa se traslada al Acuario de Veracruz donde es atendido por veterinarios expertos», agrega.

Blanca cortina y juventino.

Desde la llegada de Blanca Cortina a las comunidades del Sistema Lagunar de Alvarado se han rescatado cuatro animales que fueron apodados por los habitantes del lugar como  Silvia, Pablo, Domingo y Costeño. Los cuatro fueron enviados al Acuario de Veracruz debido a que se encontraban heridos y necesitaban cuidados básicos.

También en 2014 se rescató a un bebé manatí a quien llamaron Juventino y que fue criado por la comunidad de Nacaste durante tres años hasta que fue liberado a su hábitat natural. «Prácticamente era como nuestro hijo, le dábamos leche cada tres horas. Primero hicimos una piscina y luego lo enviamos a un corral en el río hasta que estuvo listo para irse», relata Elsa Crisanto, pescadora de la comunidad de Nacaste. Según Cortina, se trata del «primer caso exitoso de un bebe manatí que se rehabilita en su propio hábitat y se capacita a la gente local para colaborar en sus cuidados».

Conservar el manatí y lograr la sostenibilidad económica

Una parte fundamental del éxito de las estrategias para la conservación de la especie en estas comunidades fue otorgar oportunidades económicas alternativas a las familias. «Se implementaron en las comunidades acciones y proyectos de sustentabilidad y desarrollo comunitario que han permitido una entrada económica a las comunidades y esto a la par permitió que las personas trabajaran en las acciones de conservación del manatí y dejarán atrás la cacería de esta especie», explica Blanca Cortina.

Un ejemplo de ello es lo que ocurre en Nacaste, una pequeña localidad del municipio de Alvarado, de no más de 30 habitantes, donde la científica estableció su base de trabajo. Allí, donde se llega luego de un recorrido en lancha bordeando 10 kilómetros de manglares entre las lagunas de Parajillos y Las Pintas, hace 20 años, las mujeres de la comunidad conformaron la primera cooperativa de mujeres pescadoras de Veracruz y adquirieron una envasadora, un local al lado de la laguna de Alvarado hasta donde llegan las y los pescadores a vender la pesca del día. «Decidimos hacer nuestra cooperativa que nos ha ayudado económicamente», cuenta Arely Palacios, porque «diariamente salimos a pescar entre cuatro y cinco horas y lo que se pesca se lleva al punto de venta donde obtenemos mejor precio», dice.

Alejandro Palacio tejiendo artesanías de lirio acuático. Foto: Blanca cortina.

Además, hace 12 años, impulsadas por Blanca Cortina, las mujeres tomaron cursos y talleres para elaborar artesanía de lirio acuático (Eichhornia crassipes), una planta flotante que en temporada de lluvias crece en las lagunas en los ríos a tal punto que  hace intransitable las rutas que normalmente realizan en sus botes. «El lirio para nosotros era pantano, basura, una plaga, entonces llegaron los cursos y aprendimos el proceso para convertirlo en algo útil», cuenta Elsa Crisanto, quien ahora elabora un pedido de tapetes que enviará a Ciudad de México.

Como ellas, otras mujeres se organizaron en la comunidad de Costa de San Juan donde se conformó la organización «La mujer costeña». Las pescadoras recibieron asesoría técnica para el cultivo de mojarras, jaibas y almejas, para el monitoreo de la calidad del agua en lagunas interiores del Sistema Lagunar de Alvarado y para la gestión de sus recursos financieros.

El reto de lograr la continuidad en la conservación

El sueño de Cortina es crear un centro de rehabilitación para la especie. Esa meta coincide con la estrategia nacional del gobierno federal de crear tres centros de atención de manatíes huérfanos y/o heridos, con capacidad operativa y profesional que aseguren el resguardo temporal de los animales en situación de emergencia, para luego ser liberación al medio silvestre.

Aunque en 2017 el catedrático de la Universidad Veracruzana, Arturo Serrano, señaló en un estudio que se estima la existencia de más de 120 manatíes en el Sistema Lagunar de Alvarado, la verdad es que en la actualidad no existe un censo certero sobre la población  de manatíes en Veracruz. La turbiedad del agua donde estos animales viven hace que los avistamientos sean difíciles, sin embargo, los científicos han monitoreado su presencia en regiones donde se pensaba extinto, como Tecolutla o Tuxpan, al norte de Veracruz.

Manglares en Sistema Lagunar de Alvarado. Foto: Oscar Martínez.

Zacarías Zamudio asegura que el trabajo de conservación, además de permitir el regreso de los manatíes, ha logrado la unión de las comunidades y la oportunidad de las familias de participar en foros y encuentros donde pueden intercambiar experiencias con otras personas que también conservan la especie.

Alejandro Palacios está de acuerdo y tiene grandes expectativas hacia el futuro. «Yo quiero que mis hijos mañana tengan de comer, que mis nietos puedan todavía contar a su hijos del manatí en el río», dice.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *