Uno de los programas más ambiciosos del gobierno de Chiapas 2028-2024 es “Chiapas puede” que pretende disminuir, de forma drástica, los niveles de analfabetismo que se registran en la entidad. Enseñar a leer y escribir una de las tareas más nobles y trascendentes de cualquier gobierno.
La tarea es clara: hacer que Chiapas deje de ser el último lugar de personas analfabetas. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2020, la población nacional que no sabe leer ni escribir asciende a 4,456,431 individuos, mientras que en Chiapas es de 512,720. En términos porcentuales, la entidad tiene un 13.7 por ciento de su población analfabeta, mientras que el porcentaje nacional es de 4.7 por ciento.
Los municipios de Sitalá, Mitontic, Pantelhó, Santiago El Pinar y Chamula, por mencionar los casos más dramáticos, concentran el porcentaje más elevado de población analfabeta, con un promedio de 35.7 por ciento; mientras que Tapachula (6.9 por ciento), Reforma (6.5 por ciento) y Tuxtla Gutiérrez (3.8 por ciento) son los que menos personas analfabetas registran.
Las cifras son escandalosas en tanto que no solo muestran la incapacidad gubernamental de atender un problema en la dimensión educativa, sino que no saber estas habilidades básicas impide el ejercicio de otros derechos, teniendo en cuenta que la alfabetización es, en sí misma, un derecho humano fundamental, inalienable.
El número de personas que no cuentan con las competencias mínimas de lectura, escritura y cálculo es evidencia de las condiciones de injusticia e inequidad existentes en la población. Se trata, pues, de un problema con múltiples aristas que es, a su vez, origen y manifestación, de otros; por ello, su erradicación requiere esfuerzos coordinados e intervenciones sistémicas.
Hay que tener en la mira, por otro lado, que el alfabetismo no es un fin en sí mismo, sino un medio para emancipación de las personas, para que participen de mejor forma en las tareas de la sociedad en condiciones de igualdad. Las acciones de educación deben servir para que ellas sepan, hagan y sean, una triada que les permita, desde su complejidad, configurar un nuevo horizonte de posibilidades. La alfabetización es un primer paso para lo que sigue: la escolarización.
Pero enseñar las primeras letras, importante por sí misma, no debe pasar por alto las condiciones sociales y económicas de la población. Hay que insistir en ello. Si persisten la pobreza, la marginación y las múltiples desigualdades, será más difícil revertir el estado de cosas.
Saber leer y escribir se vincula íntimamente con la democracia. Las sociedades que han optado por este sistema de gobierno y forma de convivencia social han puesto mucha atención en la alfabetización y en la educación debido a que permite a las personas participar, con mayor información, en la deliberación pública, en el análisis de alternativas políticas y en la selección de una opción que les represente.
A los autócratas, tiranos y dictadores, como a los caciques pueblerinos, les conviene tener en la sombra que genera el desconocimiento a la población. Les es importante sumergirla en la ignorancia para que siga órdenes de forma acrítica, evite la disidencia y sea esclava de un orden social opresivo. Las letras liberan. Entre más personas sepan leer y escribir, más intensa es la vida comunitaria.
El analfabetismo obstaculiza el desarrollo de las personas y su participación en la sociedad, afecta su ciclo vital y limita sus potencialidades. Impulsar un amplio programa para revertir esta condición que lastima la dignidad humana no sólo es una decisión de política pública, sino una posición ética.