Contra lo que enseñaron / Eduardo Torres Alonso

Este mes se conmemora el aniversario número 113 de la Revolución Mexicana. Una de las transformaciones –dirían hoy– que se registraron en el país y un evento que cimbró a la nación completa. Fue un movimiento cuya duración fue mayor que las dos guerras mundiales juntas y se alejó de ser una guerra total, con grandes ejércitos y tardadas batallas. Más bien, la Revolución se conformó por varias guerras entre facciones. Los líderes, todos hombres. Ellos y la tropa, en las fotografías, salen muy machos.

Es que así ha sido el hombre (como un todo homogéneo): bragado, valiente, aventado, resuelto, firme. Con novias por doquier; un seductor de tiempo completo; un jinete a toda prueba; con botella abierta y cigarro encendido; un charro, pues. En el siglo XXI, ya no se monta a caballo, no se utiliza sombrero ni se anda con pistola, pero el hombre debe seguir siendo “bragado”, valiente, aventado, resuelto, firme. Un macho del siglo XXI. Qué paradójico. Este término, acuñado en los candentes años de la bola revolucionaria, sigue estando vigente. ¿Por qué?

Si persiste el uso de esa palabra, es porque sigue habiendo personas que se identifican con ella. Un macho no surge de un día para otro. Es resultado de la construcción de una mentalidad sobre lo que se es, pero de forma subrayada sobre lo que no se es. Reconoce lo que es propio frente a lo distinto; es un ejercicio de contraste.

Como si fuera una acción contestataria, el 19 de noviembre, un día antes de la efeméride mexicana se conmemora el Día Internacional del Hombre (o de los Hombres), acaso, como una forma para decirle a esa imagen idílica del ser varón en la geografía de este país: “lo que piensas que es un hombre, no es normal; más bien, es una anomalía”. Es anomalía en tanto que la preponderancia del hombre en el espacio público se ha debido a razones que lejos están de formar parte de la razón; se asentaron en prejuicios que, en su tiempo, fueron tenidas como verdades inobjetables, meridianas.

El Día Internacional del Hombre (de los Hombres) debe ser debe ser motivo de una reflexión individual y colectiva sobre lo que a muchas personas se les enseñó y se les enseña sobre el comportamiento del hombre en la vida pública y privada. Dejar atrás al macho es una tarea obligatoria de los miembros de la sociedad, lo que, entre otras cosas significa, identificar estereotipos y abjurar de ellos. Quebrar el sello que en la frente se trata de poner a todo varón para que sea identificado como tal. ¿Quién quiere seguir siendo un macho con lo difícil, penoso y solitario que es cumplir con lo que dicta la masculinidad hegemónica que, además, sostiene al patriarcado y subordina a quienes no son como ellos?

Afortunadamente, hay más personas y más familias conscientes de que no hay un modelo único de ser.

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