¿Cultivando la extinción del maíz nativo?

Mientras se celebra la prohibición del maíz transgénico, campesinos de Chiapas alertan sobre una realidad ignorada: plagas, costos elevados y una competencia desleal. Sin estrategias económicas claras, el campo podría pagar el precio de una decisión política

Aquínoticias Staff

En los campos de Chiapas, una batalla silenciosa amenaza la supervivencia de los guardianes del maíz nativo. Mientras el Congreso de la Unión celebraba la reforma que prohíbe los cultivos transgénicos, los 300 mil pequeños productores del estado enfrentan una paradoja devastadora: proteger las semillas ancestrales los condena a la insolvencia. Con rendimientos que apenas alcanzan 4 toneladas por hectárea -frente a las 10 del maíz modificado- y precios de 5 pesos por kilo que no cubren los 15 mil pesos de inversión por cosecha, la reforma constitucional del 25 de febrero de 2024 se convierte en un arma de doble filo.

Jorge Arroyo Ruiz, productor del Soconusco, desnuda la contradicción: «Mientras nos prohíben sembrar transgénicos, importamos 224 millones de toneladas anuales». Esta ironía envenena los mercados locales, donde el maíz estadounidense -subsidiado y resistente a plagas- ahoga la competitividad del grano nativo. La gallina ciega, plaga implacable, avanza sin que los paquetes tecnológicos eliminados por la 4T lleguen para contenerla. Indalecio Flores Bahamaca, líder maicero, revela el círculo vicioso: «Solo sembramos para comer; comercializar es un lujo que no podemos permitirnos».

La reforma, diseñada para proteger la biodiversidad, ignora la ecuación económica: cada hectárea de maíz criollo requiere el triple de agroquímicos para producir la mitad. Mientras el panel del T-MEC obliga a México a abrir sus fronteras al grano modificado, los productores chiapanecos quedan atrapados entre la ley y el mercado. «Estamos cultivando nuestra propia extinción», sentencia Arroyo al mostrar los números: 500 mil toneladas anuales que ni siquiera cubren el 10% del consumo estatal.

Esta crisis, alimentada por la desaparición de subsidios y la caída libre de precios, podría convertir a Chiapas -cuna de 100 mil hectáreas de milpas ancestrales- en un territorio dependiente del maíz extranjero. Los guardianes del grano nativo, aquellos que preservan 59 razas de maíz mexicano, hoy dudan si vale la pena seguir sembrando la semilla de la resistencia cuando la cosecha ya no alcanza ni para los fertilizantes. La 4T enfrenta así su propia paradoja: su bandera de soberanía alimentaria se marchita en los campos donde el maíz ya no es vida, sino supervivencia.

Con información de Diario del Sur

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