Dana / Eduardo Torres Alonso

El Diccionario de la Lengua Española (DLE) que hoy se consulta fue lanzado en 2016, llegando en aquel año a su vigésima tercera edición. Para diciembre de 2024 se habían realizado ocho actualizaciones consistentes en enmiendas o ampliaciones técnicas, así como en la incorporación de nuevas palabras.

609 entradas, en la más reciente actualización, ha ampliado el contenido del DLE. Esto muestra el mundo cambiante en el que se vive y la lengua es uno de sus reflejos. Algunas de las nuevas palabras recogidas en esta nueva cosecha son: aerotermia, barista, desarrollador, driver, espóiler, micelar, snórkel, sérum, tabulé, teletrabajar, entre otros.

En este 2024, España vivió las consecuencias del cambio climático que, a todas luces, perjudica a todo el planeta. La dana (depresión aislada en niveles altos) ocasionó lluvias torrenciales superiores a los 600 milímetros cuadrados. Las pérdidas materiales son cuantiosas y los fallecimientos sumaron más de 200.

Precisamente, dana es una de las nuevas palabras que aparecen en el Diccionario. Es, como queda en evidencia, un acrónimo que la Academia define como “Depresión en niveles altos de la atmósfera, que, aislada de la circulación general atmosférica, se mueve de forma independiente y puede producir grandes perturbaciones con precipitaciones muy intensas.”

Dana es la palabra del año seleccionada por la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), iniciativa de la Real Academia Española y la Agencia EFE. Cada año aparece una palabra seleccionada como la más representativa de esos doce meses. Ahora lo fue esta, antes ganaron: escrache (2013), selfi (2014), refugiado (2015), populismo (2016), aporofobia (2017), microplástico (2018), los emojis (2019), confinamiento (2020), vacuna (2021), inteligencia artificial (2022) y polarización (2023). Dana no es desconocida para la población hispanohablante puesto que en 2019 compitió por ser reconocida como la palabra del año.

Este ejercicio resulta atractivo porque es una manera de conocer los intereses de casi 600 millones de personas hablantes de español (el 7.5 por ciento de la población global) por medio de la identificación y examen de las palabras que en el ecosistema conversacional se han esgrimido y cuál ha sido su repercusión. Ahí radica una de las razones para seleccionar dana: la atención que los medios de comunicación le dieron al fenómeno meteorológico, a la vez que a la palabra, y el interés que suscitó entre los hablantes desde la perspectiva lingüística.

Detrás de esta palabra se encuentra el peligro constatable que afronta la humanidad ante los cambios en las condiciones del clima. Las olas de calor, las inundaciones y el estrés hídrico son situaciones que ya no están en el horizonte como posibilidades, sino que son realidades que afectan a millones de personas.

En México, los efectos de esta situación son notorios. La temperatura en el país ha aumentado 1.6 grados Celsius. Esta cifra que podría parecer insignificante tiene efectos profundos. Con el aumento a un grado de la temperatura, la reducción del Producto Interno Bruto per cápita sería entre 0.77 por ciento y 1.76 por ciento. Es decir, a mayor temperatura, más pobreza. Además, los ciclos de lluvia serían menores, las sequías más intensas y los ciclones más fuertes, con los consecuentes impactos en la agricultura. Además, el incremento promedio del mar en el Golfo de 3.2 mm al año y de 2 mm al año en el Pacífico significa la desaparición de kilómetros de costas.

Las palabras son muestra de lo que pensamos, vemos, sentimos y hacemos. Con dana se le ha dado nombre a la catástrofe. Urge una palabra para la solución.

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