Estamos en la antesala de la elección presidencial. En estas fechas del 2024 ya habrá una persona ganadora y conoceremos, también, la composición del poder Legislativo de la Unión. Por todos lados, virtuales o físicos, se anuncia la lucha por el poder, por ahora, al interior de un partido político, el gobernante, al que se le ve como una aplanadora. Son pocas las dudas sobre su triunfo en la elección constitucional, pero cuando Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de la República, Morena no gobernaba ningún estado, ¿qué sucedió para que eso cambiara?
Se han planteado distintas respuestas a lo anterior. No obstante, sigue motivando la conversación. ¿Cómo fue posible que en casi un sexenio un partido de reciente creación –más bien, un partido-movimiento– haya derrotado a partidos más grandes, y con mayor arraigo; al menos, así vistos con base en sus padrones de afiliados?
Algunas respuestas se centran en la figura de un solo hombre: López Obrador. Se dice que él es Morena –lo que desdibuja la estructura y la militancia– y que, por eso, una parte significativa de los electores votan por el partido, porque al hacerlo, ratifican su identidad con AMLO y su apoyo al Presidente. No hay duda que él ejerce un liderazgo indiscutible en el partido y que su protagonismo en la vida pública es evidente. Cada mañana, el Presidente coloca los temas del día y durante las siguientes horas, se habla de ello.
Otro grupo de respuestas retoman la incapacidad de los partidos y políticos de oposición. Los partidos tradicionales no han logrado, desde la elección de 2018, traer a su terreno la discusión pública: han sido poco exitosas las estrategias para quitarle el micrófono al Presidente y cambiar la narrativa. Además, arrastran una historia de escándalos que merman la confianza hacia ellos. Es cierto, en momentos difíciles, como la pandemia, la oposición logró articularse para cuestionar las cifras y acciones gubernamentales, y aunque hubo algún eco, no fue suficiente. Por otro lado, no todo ha sido un fracaso. La operación legislativa de estos partidos ha hecho que algunas iniciativas enviadas por el poder Ejecutivo no se aprueben, pero eso tampoco ha logrado ser un dique en el terreno electoral. Salvo en la Ciudad de México que en 2021 ocurrió un resurgimiento de la oposición.
El clientelismo es un factor que se hace presente en otras explicaciones. Como en el pasado, se acusa al gobierno de utilizar los programas públicos para construir una base electoral que lo apoye.
Las alianzas con el crimen organizado es otra de las respuestas. Se rumora en los cafés que, a cambio de ganar, Morena ha cedido la plaza a determinados grupos delincuenciales. Si esto fuera cierto, entonces, “el fin justifica los medios”, claro, en detrimento de la tranquilidad colectiva y del futuro.
La voluntad de cambiar de partidos es otra explicación. La ciudadanía, con su voto, premia o castiga a los gobernantes y partidos reeligiéndolos o impulsando la alternancia. Quienes votan saben lo que ocurre en su entorno, no viven en una burbuja, conocen los aciertos en las políticas públicas como también sufren la delincuencia, el alza de precios y la falta de oportunidades. El voto del elector, entonces, es un elemento más. Muy importante.
He mencionado algunas explicaciones –algunas más constatables que otras– de por qué Morena pasó de cero gubernaturas en julio de 2018 a 21 en 2023. En aquel año, el PAN gobernaba 12 estados; el PRI, 15; el PRD, 3, el Verde tenía una gubernatura y había un estado con un titular del Ejecutivo independiente. Hoy, esos partidos gobiernan 9 entidades, y Movimiento Ciudadano y Encuentro Social lo hacen en un estado cada uno. El resto del país, 20 estados, está bajo las siglas de Morena.
¿Qué pasó, entonces? En estos años han ocurrido muchas cosas; algunas, sorpresivas. La explicación sobre la marea guinda en el país no es única ni menos comprehensiva. Más aún, distintas hipótesis se están construyendo y otras más más sometiendo a prueba. Con todo, no hay duda que el partido-movimiento está ganando elecciones, pero en democracia todo puede pasar porque los perdedores de ayer, pueden ser los ganadores de mañana.