Ha concluido una semana frenética de Cumbres de carácter multilateral desarrolladas en Sudamérica. En Cuenca, Ecuador, tuvo lugar la 29ª edición de la Cumbre Iberoamericana caracterizada por la ausencia de varios líderes de la región que por razones diversas hicieron el vacío al mandatario huésped. En Lima se realizó el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y ayer concluyó la reunión anual del G20 en Río de Janeiro.
Estos mecanismos de diálogo, concertación y cooperación dejaron de ser un espacio eficaz de toma de decisiones para convertirse en reuniones protocolarias con pronunciamientos cargados de deseos y compromisos irrealizables. La diplomacia es el arte de la negociación y aspira a alcanzar coincidencias entre las partes. Sin embargo, las antípodas ideológicas de las Jefas y Jefes de Estado y sus posiciones sobre conflictos globales dejan como saldo cónclaves con pocos resultados.
Los bloques y líderes mundiales mantienen posturas encontradas sobre los conflictos bélicos en Ucrania (que en febrero cumplirá tres años), el genocidio en Gaza (con un saldo atroz de 42 mil muertos gazatíes) y las consecuencias del cambio climático. A propósito de ello, esta semana concluye en Azerbaiyán la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU conocida como COP29, que ha vuelto a poner de manifiesto la alerta climática con el recuento de los desastres naturales del último año.
La declaración final del G20 respaldó la iniciativa del presidente Lula de crear una Alianza contra el Hambre y la Pobreza y el compromiso de acelerar los pasos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo que muestran escaso progreso.
El mundo se dirige a una nueva y preocupante versión unilateral. Trump ya no es una amenaza, Trump está aquí. Su reaparición en la escena mundial -a quien aclaman personajes que comulgan con su ideario como el argentino Javier Milei o el húngaro Viktor Orbán- volverá a tensar las relaciones internacionales, por no hablar de Netanyahu que ha cruzado todos los límites.
Negacionistas consumados y fanáticos de las teorías de la conspiración, Trump y aliados se oponen a todo avance respecto a los derechos humanos, la igualdad de género, los acuerdos comerciales, el papel del Estado como proveedor de bienes y servicios, el cese de hostilidades en Medio Oriente y por supuesto, el cambio climático.
Aislados del resto del mundo durante seis años, es plausible que la máxima representación de México reaparezca en estos foros. Ausente de la Cumbre Iberoamericana por la afrenta del asalto a la misión diplomática en Quito y de la APEC por diferencias con la mandataria peruana, tendrán que encontrarse vías para reencauzar el camino. A la Cumbre de Lima fueron convocados los dirigentes de economías que acumulan más del 62% del PIB global y el 48% del comercio internacional, nada menos.
Los desafíos son comunes y están a la vista: desigualdad, pobreza y exclusión golpean con fuerza a buena parte de la humanidad. El presidente Lula lo resumía así ante sus pares: las potencias dedican 2.4 billones de dólares anuales al gasto militar mientras se multiplican las guerras y 733 millones de personas se mantienen en la desnutrición.
¿Qué tan preparados y dispuestos estamos para enfrentarlos? La era del individualismo, que no es la vía, permea ya en todos los espacios; si seguimos así, la destrucción masiva podrá tocar a la puerta.