Denominaciones de origen, «un cuchillo de doble filo» para campesinos

Aunque en muchos casos, este distintivo puede empoderar una región o localidad, pero también puede ser usada en detrimento de campesinos, advierten especialistas 

Aquínoticias Staff

En muchos casos, el resultado de la aplicación de las denominaciones de origen en México ha sido reforzar a las élites de sectores industriales a expensas de campesinos y de propiciar la exclusión de otros, afirmaron en conferencia las especialistas Marie-Christine Renard Hubert, de la Universidad Autónoma Chapingo, y Jessica Mariela Tolentino Martínez, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

En opinión de Marie-Christine Renard, ese distintivo que identifica a un producto como originario del país o de una región o localidad del territorio nacional es parte de un modelo de valorización de los productos agroalimentarios.

Las denominaciones de origen (DO) bien aplicadas pueden favorecer el desarrollo humano local o regional, gracias a una renta de notoriedad, la acción colectiva de los productores y también favorece la reapropiación de un patrimonio cultural y la combinación de los actores de la cadena productiva, precisó al intervenir en la conferencia Las Denominaciones de Origen en México: Logros y Paradojas, organizada por el Instituto de Investigaciones Sociales.

Sin embargo, puntualizó la experta en comercio justo y los productos con anclaje territorial, no siempre tienen un impacto positivo; por el contrario, pueden llegar a ser un factor de exclusión para los productores de la materia prima, pues podrían no tomar en cuenta las condiciones de trabajo de éstos, y ello, desgraciadamente, ocurre a menudo.

Tampoco hay garantía de que los beneficios se distribuyan hacia abajo y hacia atrás en la cadena agroalimentaria; los rendimientos para la población local o productores dependen, en gran medida, del andamiaje institucional que reconozca y respalde las DO, el cual, a su vez, «es reflejo de las relaciones de poder que rigen en cada caso la construcción del distintivo».

Según el acuerdo de Lisboa de 1958 –con posterior modificación en 2015 y al cual se adhirieron 29 naciones–, una denominación de origen protegida es el respaldo más estricto a productos cuyas características están asociadas única y exclusivamente con el territorio de origen, mientras que las indicaciones geográficas protegidas permiten ingredientes que se producen originados fuera del territorio de origen, como es el caso del chocolate belga o suizo.

Arroz y cacao

Jessica Tolentino analizó dos casos de DO: arroz de Morelos y el cacao Grijalva (Tabasco). Comentó que en el caso de este último no hay una norma que lo reconozca. El entramado institucional que marca las DO realmente ha traído poco o nulo beneficio al productor primario, que ha quedado como un simple distribuidor de materia prima y sin beneficio de este valor agregado real.

En cuanto al arroz, expuso que se trata de un caso destacado que consiguió la denominación oficial en 2012 con la participación del gobierno local, misma que obtuvieron en año y medio. El reconocimiento ampara semilla, planta y los diferentes granos de arroz.

Le fue otorgada por la calidad única del grano, pero también por el sistema organizativo bien establecido y un ambiente institucional favorable, fuertes lazos de cooperación y de confianza entre productores y después con la academia y el gobierno local.

Dijo que se reconoce la denominación de origen de 22 municipios de esa región que comparten condiciones climáticas determinantes para el crecimiento de este tipo particular de cereal y que tienen métodos artesanales, desde el cultivo del grano hasta de la cosecha, trasplante, etcétera. Cada una de esas etapas tiene mano de obra calificada, lo que le ha permitido una calidad superior a otros granos que se producen en el país y el mundo, lo que le ha generado reconocimientos internacionales.

El problema con las DO es que muchas de las normas terminan siendo coercitivas, elaboradas con términos rebuscados que los pequeños productores difícilmente entienden y, a final de cuentas, van en contra de los procesos artesanales.

Resaltó que, aunque no haya una norma y sea excluyente, el sólo hecho de contar con una denominación de origen implica un beneficio para quienes lo gestionaron, en particular a los grandes productores, nada más colocarla en un empaquetado les genera ganancia.

Por último, consideró que hacen falta más estudios que den cuenta de los impactos socioterritoriales y económicos de otras denominaciones de origen. «Tenemos varias que deberían estarse estudiando para encontrar en dónde podemos potencializar ciertas dinámicas, identificar puntos o áreas de oportunidad para que las DO sean funcionales».

Con información de gaceta UNAM

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