Desde el Sur / Gilberto Bátiz García

Partí del sur. De mi tierra, de Chiapas. Me despedí de mis paisanos y de mi familia el 30 de marzo y comenzó este Nuevo Éxodo por la Democracia. No es una huida, es una búsqueda. Apelamos a un precedente, a un momento de dignidad del pueblo de México: aquel de 1991.

Salí de Tuxtla Gutiérrez con el corazón y la frente en alto, y al cruzar el majestuoso Puente Chiapas, una reflexión: esta no es una campaña política más (no debe serlo) y que despojarme del saco y la corbata no me quita mis credenciales, no me hace menos abogado, pero quizá sí, más humano. Fue el primer paso de una transformación que quiere llevar la voluntad del pueblo al corazón de la justicia.

Desde el sur. Porque la forma en que se piensa, se sueña, se lucha desde esta parte del país, debe estar presente en las grandes mesas de toma de decisiones. Se trata, pues, de una marcha que no es de protesta, sino de propuesta. Un andar que no sólo busca cargos, sino que plantea principios. Que no quiere privilegios, sino causas comunes.

Antes de partir, conversé con periodistas y columnistas de mi estado. Les compartí que no me enrolé en la contienda para repetir discursos, sino para vivir un proceso de convencimiento y convicción. Que estoy en la boleta azul para una magistratura de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y que soy el número 07. Que participo porque estoy convencido de que la justicia electoral de verdad puede ser para todos.

En Tabasco nos encontramos con el agua y con el arte. Con música. Con dignidad. La voz de los músicos y los artistas nos recordó que toda transformación vibra con cultura. Que las grandes causas, como esta que emprendimos, también se cantan. También se sienten. También se viven con alegría.

En Campeche hablamos de paz. Esa paz que no es ausencia de conflicto, sino presencia de justicia. Desde sus baluartes —construidos para una guerra que no enfrentó— aprendimos que las democracias se fortalecen no solo con muros, sino con certeza, legalidad y confianza. También tejimos historia. Conocí las manos mágicas de Irlanda, en Bécal. Ella teje con palma lo que nosotros aspiramos a escribir con votos: esperanza y certeza.

En Mérida, Yucatán, frente al Monumento a la Patria, planteé que la justicia electoral también es una forma de hacer país. Y en Valladolid recordamos que hace más de un siglo, la dignidad también se levantó desde el pueblo maya. Hoy, la herencia de esa lucha continúa: que el pueblo decida, pero desde las urnas.

En Cancún celebramos las ideas que transforman. Una ciudad que nació de una causa en papel y hoy es emblema nacional. Como esta elección: una idea que parecía imposible y que hoy recorre el país a pie, en carretera o sobre rieles. Porque cuando hay principios, una hoja en blanco o una boleta azul puede ser el inicio de un gran destino.

Esta primera semana no fue solo de actos y trayectos. Fue de encuentros, de amistades nuevas, de voces que preguntan, de miradas que no callan y de abrazos que alientan. Esta vez, como nunca antes, nos debemos a la ciudadanía. A las juventudes que votan por primera vez. A las mujeres que han hecho de la equidad y la justicia una bandera.

Estoy convencido de que la justicia puede cambiar. Pero para que eso ocurra, primero debemos creer en ella. Caminar por ella. Votar por ella.

Desde el sur, con el corazón al frente y con la convicción de hacer justicia a la justicia, mi planteamiento es claro: hacer más con menos y que sea el pueblo quien decida.

POR GILBERTO BÁTIZ GARCÍA

MAGISTRADO DEL TRIBUNAL ELECTORAL DEL ESTADO DE CHIAPAS CON LICENCIA
EN FUNCIONES Y CANDIDATO A MAGISTRADO DE LA SALA SUPERIOR DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN.

@GBATIZG

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