El canon literario en las academias sigue siendo eminentemente masculino, pero qué hay de las mujeres escritoras
Diana Hernández Gómez / Cimac Noticias
Antes de hacer periodismo estudié literatura. Durante cuatro años me dediqué a conocer vida y obra de diferentes escritores de México y otros países hispanohablantes. Pero no escribo «escritores» de manera fortuita: en todo ese tiempo, mis temarios estuvieron repletos de nombres de varones que de vez en cuando aparecían mezclados con el de alguna mujer. Por ello, este 17 de octubre —Día de las escritoras— es una buena oportunidad pare recordar que la literatura mexicana cuenta con un sin fin de autoras que, desde el siglo pasado hasta ahora, han transformado el canon literario.
La presencia de las mujeres en las letras mexicanas no es una novedad. Desde el siglo pasado, en la literatura nacional ya figuraban autoras de la talla de Nellie Campobello, cuya obra más reconocida es Cartucho, relatos de la lucha en el norte de México (1931). Este libro narra la lucha de la Revolución Mexicana desde la perspectiva de una niña que, como la propia Campobello, vivió en el estado de Durango durante la época en la que se desarrolló el conflicto armado.
La narradora de la historia habla sobre la Revolución representando a las mujeres más allá de los estereotipos de la época. Para Nellie Campobello, estas mujeres no son delicadas y sentimentales: son mujeres fuertes que, desde sus espacios privados, enfrentan un proceso de cambio histórico en el que siempre se ha priorizado la perspectiva masculina.
Campobello compartió época con otras autoras como Elena Garro y Rosario Castellanos. La primera de ellas (quien además era guionista y periodista) dejó su huella como una de las grandes autoras de la literatura fantástica mexicana. Además, en sus guiones teatrales experimentó con diversas tendencias de la época como el teatro del absurdo, un movimiento con exponentes predominantemente europeos y estadounidenses.
Por su parte, Rosario Castellanos (quien también fue periodista y diplomática) tiene un lugar especial en el movimiento feminista mexicano por sus reflexiones constantes acerca de la condición desigual entre hombres y mujeres en la sociedad de su época. Los ensayos de Mujer que sabe latín (1973) y las representaciones femeninas en la novela Balún Canán (1957) son sólo dos ejemplos de esta crítica social.
Pero estas escritoras no son las únicas. Las mujeres mexicanas continúan extendiendo un legado que está generando nuevas formas de escribir y conocer aquello que nos rodea.
Las escritoras mexicanas del presente: ¿cómo narrar nuestra convulsa actualidad?
Así como Rosario Castellanos y Nellie Campobello, actualmente, en México hay autoras que se han preocupado por hablar sobre diferentes problemáticas sociales desde la literatura. Una de ellas es Fernanda Melchor, quien recibió el Premio Internacional de Literatura 2019.
Su obra mundialmente reconocida Temporada de huracanes (2017) aborda temas como la delincuencia organizada, la violencia en las zonas marginadas de México y la violencia de género. Todo esto es narrado desde una escritura frenética que no necesita de puntos ni comas para atrapar al lector. Los capítulos del libro son párrafos interminables que te sumergen en un mundo oscuro y seco donde el desasosiego y el humor negro conviven página con página.
Por su parte, Valeria Luiselli ha sido galardonada por hablar acerca de problemas que atraviesan no sólo a México sino que pasan de una frontera a otra. Su obra Los niños perdidos. Un ensayo en 40 preguntas (2017) —premiada con el American Book Award en 2018— habla sobre el largo proceso legal de cientos de niños migrantes que cruzan solos como indocumentados desde Centroamérica hasta Estados Unidos.
Luiselli escribe al respecto como traductora legal, académica pero también como madre. Además, recurre a diferentes fuentes para comprender y explicar todo lo que sucede cuando un menor atraviesa solo una de las fronteras más famosas y peligrosas del mundo.
Esta forma de escritura a partir de la documentación ha sido reinventada una y otra vez en diferentes autoras como Cristina Rivera Garza o Sara Uribe. Rivera Garza, por ejemplo, reconstruyó la vida de su hermana en El invencible verano de Liliana (2021) a partir de la recolección de testimonios, documentos oficiales y notas periodísticas (además de idas y venidas en el bosque de la memoria). Con esto no sólo dio voz a Liliana, sino a todas las mujeres víctimas de feminicidio y violencia en México.
La misma escritora retoma registros médicos, archivos históricos y decenas de documentos teóricos y periodísticos en La Castañeda (2010) para hablar sobre lo que acontecía dentro del manicomio recordado por los abusos cometidos contra quienes eran internados allí.
Sara Uribe, por su parte, realizó una recopilación de diferentes artículos periodísticos para recrear el mito griego de Antígona en Antígona González (2012). En una mezcla de prosa y poesía, Uribe narra la historia de una joven tamaulipeca que busca a su hermano en uno de los estados con los índices de desapariciones forzadas más elevados en México.
A su modo, cada una de estas escritoras ha creado su forma particular de hacer literatura y de usarla para transmitir sus inquietudes acerca de una sociedad de la que también nosotras formamos parte. Y en esta invención, muchas de ellas han sobresalido a nivel internacional por su habilidad para ordenar en una sucesión de palabras la complejidad que nos habita y que nos rodea.
El canon literario en las academias sigue siendo eminentemente masculino. Sin embargo, siempre podemos voltear a ver a estas y otras escritoras como Josefina Vicens, Guadalupe Nettel, Verónica Gerber y muchas más para recordar que las mujeres también escribimos.