Don Antonio, 66 años tallando tradicin

Es uno de los artesanos más reconocidos de Chiapa de Corzo en la elaboración de máscaras; la calidad de sus obras le ha valido importantes reconocimientos nacionales e internacionales

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]n una esquina bien conocida y sentado sobre una pequeña silla de madera, se encuentra don Antonio, un hombre robusto y poco expresivo que lleva en el color de sus cabellos, la presencia de sus años.
En su pequeño taller ubicado en un rincón de Chiapa de Corzo ha tallado más de 60 años de historia y aunque no es artesano de abolengo, la calidad de su trabajo es ampliamente reconocida y le ha valido importantes reconocimientos nacionales.
Un tanto desesperado, busca entre periódicos y cajas desordenadas una máscara de Parachico que él mismo esculpió; le gusta mostrar su trabajo, se siente orgulloso y aunque es un tipo de pocas palabras, transmite su pasión por la conservación de las artesanías chiapanecas.
«El dinero pierde a la gente, por eso mi trabajo no se basa en la cantidad, es necesario que disfrutes lo que haces, que cada máscara tenga una historia, eso es lo que las hace especiales, únicas».
Aunque la labor de sus manos tiene gran valor cultural, artesanal e histórico, no es lo único que sabe hacer y tampoco de lo que ha vivido, pues don Antonio la ha tenido que hacer de peón y vendedor de agua; apenas pudo terminar el segundo grado de primaria y la falta de recursos económicos le impidió retomar la escuela.
A pesar de las limitaciones económicas, sus ganas de trabajar y la responsabilidad que lo identifica lo llevaron a buscar alternativas para superarse, y la lectura es un claro ejemplo.
«Yo sabía leer pero leía muy poco, no había quien me enseñara y tampoco con quien practicara, por eso pasaba recogiendo algunos libros que encontraba en la basura y me los llevaba, allá en un barranco a leerlos, tartamudeando e intentando comprender lo que veía».
Las horas de práctica dieron resultado, al grado de llevarlo a leer su primera novela: «La dama de las camelias». El logro obtenido despertó su hambre, quería más, buscaba algo que alimentara más que el cuerpo, que nutriera también su alma y terminó encontrándolo el 22 de febrero de 1952.
En el taller de su maestro Miguel Vargas aprendió a tallar madera con sólo 17 años, fue su padre quien lo apoyó, él tenía las ganas y su padre conocía a la persona indicada para hacer de él, el mejor artesano del pueblo.

Maestro del arte

Para este personaje no existe algo más importante que la preservación de las artesanías chiapanecas, más allá de la fama y los buenos amigos que su trabajo le ha heredado, es el amor por sus raíces lo que mueven al artesano a continuar con la carrera.
Con 66 años de experiencia en la fabricación de máscaras, ha recuperado antiguas técnicas prehispánicas como la preparación de aceite de chía —que les dan un toque barnizado—; ha contribuido en el rescate de la danza Cálala en las festividades de Corpus Christi y de las máscaras de la zona zoque.
Antonio López Hernández ya no rinde como antes; sus movimientos son lentos, cansados y aunque tiene el deseo de esculpir como lo hacía en sus mejores años, las horas de trabajo le parecen una carga pesada.
«Mi cuerpo está cansado, ya no puedo hacer tantas máscaras como antes, trabajo varios meses en una; mira, ésta tiene como tres meses conmigo y es la fecha en que aún no la termino».
Sus obras tienen un valor de entre 4 y 7 mil pesos, algunas se venden en el corredor de la ciudad pero en su mayoría, son encargos que con meses de antelación llegan hasta su taller.
Sin embargo, don Antonio no se limita a ser un simple artesano; hoy impulsa a una nueva generación. Tiene tres alumnos, todos originarios de Chiapa de Corzo y no por ser racista –aclara–, sino porque conoce su grado de exigencia y las dificultades que pueden tener los interesados foráneos (la falta de transporte, bloqueos o tráfico), algo que afectaría el progreso del resto del grupo.
«Prefiero que mis alumnos sean de acá, es mejor, se avanza más rápido, me anima mucho saber que puedo enseñarle a los más jóvenes mis conocimientos, experiencia y poner un granito de arena para que este oficio tan bonito no se extinga».
Don Antonio está orgulloso de sus raíces y antes de partir, desea dejar un legado a su pueblo: el arte de hacer máscaras.

Obras de gran valor

En 1998 se hizo acreedor al Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría talle en madera; es su reconocimiento más importante pero no el único.
Colombia, Jamaica, Japón, México y República Dominicana han sido testigos de sus obras, seminarios y cursos de capacitación; y en 1996 fue nombrado Gran Maestro del Arte Popular Mexicano por Fomento Cultural Banamex.
A pesar de todo, este artesano maneja bien la fama, la humildad sigue presente en él. «Soy un coladito entre grandes artistas, he ido a eventos importantes pero no me considero más que los demás, al contrario, en ocasiones siento que mi trabajo se queda corto al ver las demás obras».
Además de la capacitación de las nuevas generaciones, ha preparado a muchos otros artesanos, entre ellos a Baltazar Hernández López, quien en la actualidad es hoy gran maestro de la talla en coco y hueso.
En una esquina bien conocida, sentado sobre una pequeña silla de madera, se encuentra don Antonio, personaje de Chiapa de Corzo que con sus manos talla cultura y con el corazón conserva nuestras artesanías chiapanecas.

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