Un zoológico en Dinamarca pide donar mascotas no deseadas para alimentar a leones. La propuesta divide opiniones y reabre el debate sobre el papel de los zoológicos
AquíNoticias Staff
¿Hasta dónde llega el compromiso con la vida salvaje? ¿Y en qué momento ese compromiso comienza a incomodarnos?
En Dinamarca, el zoológico de Aalborg lanzó una convocatoria que ha dado la vuelta al mundo: invitan a la ciudadanía a donar mascotas sanas no deseadas —como conejos, cobayas, pollos o incluso caballos— para alimentar a sus grandes depredadores, como leones y tigres.
El argumento es sencillo, dicen: los carnívoros en cautiverio necesitan una dieta que se parezca a la que tendrían en su hábitat natural. Eso implica presas enteras, con piel, hueso y órganos. Y en lugar de desperdiciar animales sacrificados en criaderos o criarlos solo para eso, ¿por qué no aceptar aquellos que ya no tienen un hogar?
Suena lógico… para algunos. Pero para otros, la propuesta resulta simplemente perturbadora. La imagen de un conejo que alguna vez fue mascota infantil convertiéndose en cena para un felino no es fácil de digerir. Y aunque el zoológico aclara que los animales donados son eutanasiados humanamente por personal especializado, el debate ético está encendido.
¿Es esta una solución sensata dentro del modelo actual de conservación, o el síntoma de un sistema que ya no encaja con nuestra sensibilidad contemporánea?
Las redes han estallado con reacciones encontradas. Desde quienes defienden la medida como una alternativa más ética que la producción industrial de alimento para animales, hasta quienes plantean una pregunta más radical: ¿no sería más coherente cerrar los zoológicos antes que llegar a este punto?
Dinamarca tiene antecedentes en este tipo de prácticas. No es la primera vez que un zoológico en ese país provoca controversia internacional por sacrificar animales sanos para preservar el equilibrio interno o alimentar a otras especies. Allá, el enfoque de “ciclo natural” tiene otra connotación cultural. Pero en otras partes del mundo —como España o México— este tipo de acciones serían impensables o incluso ilegales.
El caso del zoológico de Aalborg no es solo una anécdota exótica. Es una provocación al debate global sobre el papel de los zoológicos en pleno siglo XXI. ¿Están para educar, conservar, entretener… o para reproducir una naturaleza domesticada bajo nuestros términos?
Y si las soluciones empiezan a parecernos más crueles que el problema… ¿será que el modelo entero necesita repensarse?