Economía mundial, la década perdida / Claudia Corichi

“A finales de 2024, la población de uno de cada cuatro países en desarrollo seguirá siendo más pobre de lo que era antes de la pandemia de COVID-19. El crecimiento a corto plazo seguirá siendo débil y llevará a que muchos países, sobre todo los más pobres tengan un acceso precario a los alimentos para una de cada tres personas. Ello obstaculizará los avances en muchas prioridades mundiales.”

Tal advertencia está contenida en el informe Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial publicado la víspera, en el que anticipa que al terminar 2024 la economía global batirá un récord deshonroso: sumará cinco años con menor crecimiento del PIB desde 1990. El organismo financiero no tiene dudas: desde ahora califica a la presente como la década de oportunidades perdidas, un periodo que estaba llamado a poner fin al hambre, la pobreza y por extensión, abatir las desigualdades sociales.

En 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas impulsó una ambiciosa agenda para lograr un mejor futuro y más sostenible; consistía en 17 objetivos globales de desarrollo sostenible (ODS) como respuesta a la necesidad de abordar desafíos como el fin de la pobreza, combate a la corrupción, cambio climático e igualdad de género. 8 años después los avances son modestos y en algunos casos francamente limitados. Se estima que tan solo 15% de las metas de los ODS van por buen camino, el 48% lo hacen de forma moderada y más de una tercera parte muestran un estancamiento o un retroceso.

Esos valores responden en gran medida al comportamiento de la economía mundial que mantiene un ritmo decreciente por tercer año consecutivo. En 2022 cayó 3% respecto al año previo, en 2023 se estima que cerró en 2.6% y al terminar 2024 se proyecta que volverá a bajar al ubicarse en 2.4%. Estas tasas de crecimiento ya se colocan debajo del promedio de 3.1% registrado en la década pasada.

El informe es cauto en señalar las razones estructurales que han favorecido un crecimiento mediocre del PIB global, por el contrario, solo explica los motivos coyunturales que afectan las expectativas. La intensificación de los conflictos, el aumento de la volatilidad de los precios de la energía y los alimentos, la disminución de la demanda externa, el endurecimiento de las condiciones financieras y los desastres naturales relacionados con el cambio climático son algunos de los síntomas de la debilidad.

Por regiones, el desempeño es desigual. En 2024 los países de la Zona Euro crecerán apenas 0.7%, sus pares de Asia y el Pacífico irán a la baja debido a la desaceleración en China. A América Latina y el Caribe le afectará la consistente inflación y el costo del crédito por las elevadas tasas de interés. Para México pronostica un crecimiento de 2.6% como consecuencia de la caída en la demanda externa.

El mundo es hoy más desigual que la generación que nos antecedió, con el agravante de la crisis climática. Sin embargo, como lo he señalado en este espacio la desigualdad impacta de manera distinta a mujeres y hombres. La propia ONU considera que, desde una perspectiva de género, la pobreza está vinculada a la desigualdad económica, que en sí misma está moldeada por el género.

Recuperar el espíritu original de los ODS (empezando por tener recursos para cumplirlos) y cambiar el rumbo del actual modelo económico es indispensable para un futuro con prosperidad. Posponer las soluciones no es opción.

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