El campo envejece / Claudia Corichi

La persistente despoblación de áreas rurales en México está teniendo consecuencias serias en las actividades agropecuarias. Un fenómeno agravado por el debilitamiento de la organización social y comunitaria, la degradación del suelo, la deforestación, la falta de acceso a créditos para el sector y como remate, la emergencia de la crisis climática que ha provocado una sequía devastadora.

La salida del bono demográfico, la bajísima productividad, el modelo económico que prioriza las importaciones y el control por parte de multinacionales de amplios segmentos del mercado, han socavado el trabajo agrícola. El campo y sus campesinos se hacen viejos y el relevo generacional se presenta cada vez más complejo. El Censo Agropecuario 2022 nos revela que el 72% de las personas que laboran en sector primario tienen 46 años y más.

La mano de obra femenina muestra una caída de participación en labores agropecuarias de 3 puntos con respecto al último Censo levantado en 2007. Sólo 4,4 millones de mujeres equivalente al 16% se encuentran ocupadas en el sector. El restante 84% corresponde a 22.8 millones de hombres.

La mayoría de las personas que migran lo hacen del entorno rural ante la constante falta de opciones económicas y educativas. Coneval estima que 15.5 millones de personas que viven ahí se encuentran en situación de pobreza. No conocemos la cifra de los que migran desde el campo, pero sí de los que son repatriados. El Instituto Nacional de Migración reporta que el año pasado fueron 200 mil hombres mayores de 18 años; el promedio de edad es de 27 años según el último Censo de Población.

Estados como el mío, Zacatecas, es el segundo con el mayor porcentaje de unidades de producción agropecuaria con una cuarta parte de su población dedicada a esa actividad.

La inversión en el sector agrícola es dispar en el país. Existen entidades con un fuerte potencial como Chihuahua, Sinaloa o Baja California en contraposición a estados del sur cuyas condiciones de rezago en infraestructura, pobreza e inseguridad alientan la expulsión de mano de obra. Cientos de jóvenes del ámbito rural son obligados y reclutados a trabajar por grupos delictivos para la siembra de enervantes, pero también una gran proporción buscan una oportunidad educativa que les permita invertir su ancestral condición familiar.

El continuado abandono del campo por la ausencia de políticas agrícolas efectivas, la histórica emigración de sus habitantes, la degradación ambiental reforzada por sequías intensas, la erosión del suelo y la deforestación son algunas de las causas que perjudican la sostenibilidad de la agricultura y deja el trabajo en manos de una población envejecida.

El Censo Agropecuario registró que los principales problemas en el sector se asocian a altos costos de insumos y servicios (conviene recordar los elevados subsidios que realizan Estados Unidos y naciones europeas al sector agrícola), factores climáticos, pérdida de fertilidad del suelo, inseguridad, escasez de mano de obra y la edad del productor. Agregaría las importaciones a bajo precio de productos como maíz, cereales y otros granos que deriva en una competencia desleal.

Con este telón de fondo, no se ve un horizonte cierto para el campo mexicano. Ni hablar de seguridad o soberanía alimentaria. La necesidad de reactivar y relanzar a ese sector es otra de las demandas que siguen pendientes, que son las mismas de siempre, de todos los años.

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