La pandemia derivada de la rápida dispersión del virus SARS-CoV-2 nos ha dejado mucho que pensar. Desde la vulnerabilidad que tiene la humanidad para enfrentar nuevos patógenos como éste que ha cobrado la vida de más de 300 mil personas de entre 4.7 millones de enfermos, a la fecha; hasta la necesidad de cooperación internacional, de una vacuna accesible para tod@s, de unirse frente a esta amenaza, y no al revés, como propone la administración Trump, que incluso salió de la OMS en este momento de crisis mundial.
A un mes de que iniciara la fase 3 en México, modificamos nuestra forma de convivir, la forma en que concebimos el trabajo o la escuela. Nos ajustamos a funcionar con lo necesario. Dábamos por sentado el contacto y ahora valoramos saludar y abrazar a nuestros seres queridos.
Con lo difícil que puede ser el aislamiento y su impacto en la vida cotidiana, es momento de hablar de algo aún más doloroso y quizá, por ello, menos platicado. El hecho es que, para el porcentaje de contagiados que requieren hospitalización, el panorama se oscurece. Padecer COVID-19, puede derivar en un deterioro orgánico letal. Es por ello que las reglas de sanidad llevan al servicio médico a aislar a los pacientes con el fin de evitar al máximo más contagios. Muchos podrían fallecer después de varios días aislados y sin haberse despedido de sus seres queridos.
Esta situación no es única de México, a principios de abril, cuando Italia y España entraron en los números más altos de contagios y fallecimientos leímos por primera vez de la situación que dejó a muchos muriendo en soledad y a sus familiares sin consuelo. Pronto, en ambos países, distintas personas se movilizaron donando tablets a hospitales para ayudar a los enfermos de gravedad a contactar a sus seres queridos, aunque fuera por última vez.
El mundo no será el mismo después de esto. Mientras resulta fundamental el diseño de medidas económicas para palear los males de la crisis provocada por el coronavirus y sus preocupantes efectos en los mercados, también es importante plantearse las problemáticas que derivaran de un análisis, tanto de políticas de salud y seguridad social, como de derechos humanos y acceso a tratamientos y vacunas de manera universal.
Evitar actuar por pánico o frustración y no hacer caso de estigmatizaciones hará más serena y llevadera esta «nueva normalidad». Preparase para enfrentar con fortaleza la enfermedad (hay quienes pronostican que 70% de la población se contagiará en algún momento), proteger a los más vulnerables y no perder contacto con los nuestros. Cuidarnos es cuidar de los que nos rodean. Respetar la distancia para poder regresar a abrazarnos, y si fuera el caso, buscar alternativas para no perder el derecho a decir adiós.