Él es Juan Pedro, un soñador al que la pobreza le quit las alas

Afuera de la universidad, vendiendo chicles, dulces y cigarros, se imagina qué hubiera sido de su vida si la escasez de dinero no lo hubiera orillado a dejar la escuela

Fujiko Yamasaki / Portavoz

[dropcap]A[/dropcap]ntes de que salgan los primeros rayos de sol, Juan Pedro ya se prepara para ir a la escuela. A las 5 o 6 de la mañana toma sus cosas y sale a la calle, está listo para una nueva jornada.
Sin embargo, su caso es diferente al de los otros jóvenes que saluda a su llegada a la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), él no llega a estudiar. Dice que tiene 17 años y hace cuatro que dejó la escuela, ahora se dedica a la venta de dulces, chicles y cigarros; es –como les llaman comúnmente– «chiclerito».
No recuerda cuando nació pero asegura que fue en el mes de agosto. Apenas hace un año dejó San Cristóbal de Las Casas y se vino a probar suerte a la capital, tal como lo hizo su padre y su hermano, el mayor. Él es el menor de cuatro, todos han dejado el hogar pero cada uno por su lado.
«Juanito», como le dicen sus clientes más asiduos, explica que se siente agradecido con este trabajo por el simple hecho que le permite comer. Todos los días son diferentes, cuando le va bien se compra una orden de comida, refresco de cola y medio kilo de tortillas; otros días no tiene tanta suerte y debe conformarse únicamente con tortilla, con la que, según él, sobrevive un día entero.
Hay días en los que el hambre y calor desaniman a Juan, pero más allá de desistir ahora ha sumado a su venta pulseras hechas a mano por él mismo. Fue su hermano mayor quien le enseñó a tejerlas cuando todavía vivían en San Cristóbal, y aunque al principio no le salían, con la práctica ahora se le facilita elaborarlas. Lo difícil, admite, es que la gente las quiera comprar, pues apenas vende dos cada 15 días «pero algo es algo», dice mientras muestra algunos de los modelos.
«Con el tiempo que llevo vendiendo aquí, he hecho amigos que estudian ahí en la universidad. Me dicen: Qué pedo, Juanito ¿cómo estamos? Y me compran cigarros y unos cuantos chicles, luego se despiden», mientras cuenta sus vivencias algunos jóvenes se acercan, efectivamente lo saludan con un choque de puños, le sonríen.
Afirma que estos momentos lo ponen contento, «siento que soy parte de ellos, me siento como uno de ellos». Asegura que de haber continuado sus estudios «hubiera tenido bastante amigos y muchas metas por alcanzar»; lamentablemente la pobreza no le permitió terminar la secundaria.
Al preguntarle cuál es su mayor sueño, sin dudarlo responde que tener una casa grande. «Es que, cuando uno deja la escuela ya no se puede luchar para ser alguien en la vida.»
Su mirada refleja tristeza pero también resignación. A su corta edad ya ha trabajado muchas horas sin que eso represente una mejoría en su calidad de vida. Juanito sólo vive al día, imaginando qué hubiera sido de él si la escasez de dinero no lo hubiera orillado a dejar la escuela.

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